Divina Comedia: Purgatorio

Divina Comedia: Purgatorio Resumen y Análisis Cantos I-IV

Resumen

Canto I

Dante anuncia que en el libro que se inicia se referirá al Purgatorio, el reino donde las almas salvadas se purifican antes de ascender al cielo. A continuación, invoca a las musas para que lo inspiren. En el cielo observa cuatro estrellas, y luego dirige su vista al lado contrario y ve a un anciano, Catón, cuyo aspecto es digno de reverencia. Este se sorprende de que hayan llegado personas huyendo del Infierno a la orilla de esta playa, pues esto contradice las leyes divinas.

Virgilio le explica al anciano el motivo del viaje de Dante, quien se encontraba próximo a la muerte espiritual por su soberbia, y le pide que les permita recorrer los “siete reinos” (v. 82). Catón accede, pero le indica a Virgilio que antes de iniciar el viaje debe ceñirle a Dante un junco de los que crecen en torno a la isla, y debe lavarle la cara, oscurecida por la niebla infernal, con rocío. Luego, Catón desaparece y, mientras amanece, los poetas avanzan y siguen las indicaciones que el anciano les ha dado.

Canto II

Al amanecer, los poetas ven una luz que avanza por el mar en dirección a ellos, y Virgilio hace arrodillar a Dante cuando advierte que se trata de un ángel. Además, comenta: “desde ahora verás tales ministros” (v. 30). El ángel es un barquero cuya función es llevar a la orilla de la isla las almas de los salvados. Las más de cien almas que transporta en esta ocasión cantan a una sola voz un salmo que comienza con la frase “In excitu Israel de Aegypto” (v. 46) (“En la salida de Israel de Egipto”).

Las almas, desorientadas al arribar a la costa, preguntan a los poetas por el camino que deben tomar. Sin embargo, estos afirman que también ellos son inexpertos en el asunto. Entonces, las almas empalidecen cuando notan que Dante está vivo, y una de ellas, al reconocerlo, se acerca a abrazarlo. Danta intenta abrazarla también, y, aunque luego nota que es imposible, descubre que se trata del alma de su amigo Casella.

Casella explica que las almas destinadas al Purgatorio, aquellas que no descienden por el Aqueronte, se reúnen en la desembocadura del Tíber. Luego, Dante le pide que entone un canto para consolarlo y Casella canta dulcemente un poema que comienza diciendo “Amor che ne la mente mi ragiona” (v. 112), “Amor, que dentro de mi mente razona”. Dante y las demás almas escuchan absortos el canto, hasta que interviene Catón para exhortarlos a continuar su camino.

Canto III

Luego de la reprimenda de Catón, las almas penitentes se dispersan y Dante, al darse cuenta de que la única sombra que se proyecta es la suya, teme haber sido abandonado por su guía. Sin embargo, Virgilio explica que las almas después de la muerte no proyectan sobran, aunque conservan la apariencia y pueden experimentar sensaciones físicas. Además, agrega que es un necio quien intenta entender este misterio con el razonamiento.

Mientras hablan, los poetas llegan al pie del monte, pero la pendiente es tan escarpada que resulta imposible escalarla. Luego, viendo que se aproxima un grupo de almas, ambos se dirigen hacia ellas, y Virgilio les pide que les indiquen cuál es el mejor camino. Estas retroceden atónitas cuando notan que el cuerpo de Dante proyecta sombra y, entonces, él les explica que es un cuerpo humano y que está allí por voluntad divina.

A continuación, las almas invitan a los poetas a avanzar delante de ellas, y una de ellas, que declara ser Manfredi, le pide a Dante que, cuando regrese al mundo, le comunique a su hija dónde lo ha encontrado. También le dice que, a pesar de sus pecados, Dios lo perdonó en su última hora, pero que, debido a que vivió en contumacia con la Iglesia, debe permanecer treinta veces el tiempo que vivió en esa condición fuera del Purgatorio. Por último, explica que las plegarias de los vivos pueden hacer que se reduzca ese plazo, y le pide a Dante que le comunique también eso a su hija.

Canto IV

Tres horas después (cincuenta grados se había alzado el sol), Dante se sorprende al notar la cantidad de tiempo que transcurrió mientras escuchaba a Manfredi. Luego, las almas de los penitentes le indican el camino que debe seguir y, junto a Virgilio, inicia el fatigoso ascenso a través de una abertura muy pequeña en la piedra. Poco después, los poetas alcanzan un rellano en donde se sientan mirando hacia el este, y Dante observa con asombro que el sol está a su izquierda. Virgilio le explica entonces, con nociones astronómicas, que eso se debe a que ellos se encuentran en el Hemisferio Sur. Virgilio señala también que el ascenso al monte es más dificultoso al inicio, pero que, a medida que ascienden, se vuelve cada vez menos fatigoso.

Luego, los poetas escuchan una voz, y Dante reconoce, poco después, a Belacqua, que está sentado a la sombra de la piedra, con actitud aparentemente negligente. Dante se dirige a él aludiendo a la habitual pereza que lo caracterizaba en vida, y Belacqua le explica que él tendrá que esperar para entrar al Purgatorio los mismos años que duró su vida, puesto que se arrepintió de sus pecados en su último momento, aunque puede reducir ese plazo la oración de alguien que viva en gracia. Finalmente, Virgilio alienta a Dante a continuar su camino señalando que ya es el mediodía (“ya tocó el sol el meridiano”, vv. 136-137).

Análisis

El Purgatorio está situado en un lugar diametralmente opuesto al reino infernal y tiene una estructura especular con respecto a este: el monte del Purgatorio es la contraparte de la forma hueca del Infierno, originado cuando la tierra se retiró, a causa de la caída de Lucifer desde el cielo. El Purgatorio se representa como un monte en medio del mar, en el Hemisferio Sur (un hemisferio desconocido para la humanidad). Los peregrinos, Dante y Virgilio, en el Canto I, llegan a la costa que se extiende al pie de dicho monte y, a partir de allí, comienzan el ascenso de purificación.

La apertura de este libro contrasta con la del primer cántico, el Infierno, ya que Dante no se halla aquí extraviado en una selva oscura (símbolo del pecado), sino que se encuentra en un espacio abierto, que crea una imagen de alivio y confianza. Además, en este canto inicial, Dante observa cuatro estrellas que le proporcionan un sentido de orientación. Estas estrellas simbolizan, además, las cuatro virtudes cardinales: templanza, prudencia, fortaleza y justicia.

El comienzo de este libro se sitúa el domingo de Pascua, como se deduce por el canto final del Infierno (XXXIV), y en el mismo año en el que el protagonista realiza el viaje a través del Infierno, el año 1300, según se pone de manifiesto allí mismo (Infierno, Cantos I y XXI).

En el Canto I del Purgatorio, Dante y Virgilio dialogan con el primer personaje salvado, Catón, inspirado en el personaje histórico conocido como Catón de Útica o Catón el Viejo (234-149 a. C.). Este fue un romano del ejército de Pompeyo que se suicidó luego de la derrota de Farsalia, para no caer en la tiranía de Julio César. Su presencia en el Purgatorio, que puede resultar problemática si se tiene en cuenta su condición de pagano y de suicida, puede explicarse por la búsqueda de la libertad que este personaje representa. También Dante realiza la misma búsqueda, tal como explica Virgilio cuando le pide a Catón que les dé permiso para acceder al Purgatorio:

Ten el placer de consentir su paso:
libertad va buscando, tan valiosa,
como sabe quien por ella da la vida.
Tú lo sabes: no te fue amarga por ella
la muerte en Útica (…)

(vv. 70-74)

Como puede observarse, Virgilio establece una analogía entre Dante y Catón. Pero además, como señala Auerbach, el papel del protector de la libertad político-terrenal “se consuma en los umbrales del Purgatorio como protector de la libertad eterna de los elegidos” (2014, p. 187).

Por otra parte, Catón le indica a Dante que debe ceñirse un junco para ingresar al Purgatorio. Esta planta, cuya principal característica es la flexibilidad que posee, la cual la hace apta para amoldarse a los embates de las olas, es, por esto, un símbolo de la humildad. Este símbolo remite además a la rama dorada que debe obtener Eneas para ingresar al Averno, descrita como “un ramo con sus hojas y su flexible tallo de oro” (Eneida, Canto VI, vv. 137-138). Sin embargo, el junco, que crece “sobre el barro blando” (v. 102), presenta un contraste respecto a la rama dorada, que remite a una imagen de esplendor.

En el Canto II, el motivo de la música es central. Por un lado, podemos observar que la belleza de la música contrasta con los sonidos de gritos y lamentos que predominan en el Infierno. Las almas de los salvados cantan el salmo 114, cuyo tema es la liberación del pueblo de Israel y el fin de la esclavitud, de manera que su contenido se conecta con el tema de la búsqueda de la libertad, que ya está presente en el canto anterior, y, además, alude a la propia condición de libertad de quienes lo entonan. Por otra parte, el canto “a una voz” (v.47) destaca la naturaleza coral de las almas del Purgatorio, unidas por la certeza de que obtendrán la bienaventuranza.

Sin embargo, a este canto coral se contrapone el de Casella. Este es un personaje histórico, amigo de Dante, de quien los críticos no saben más que lo que se deduce de los versos del poema. El canto que Casella entona es un poema de Dante, que se encuentra al inicio del Tratado tercero de su Convivio (2008, p. 99). El canto de Casella, por cuya dulzura las almas de los penitentes se abandonan al placer de la escucha, se muestra opuesto al canto ritual del Salmo. Por eso, Catón disuade a las almas de escucharlo y las impele a seguir el camino de purificación. Dante, a diferencia de su comportamiento en el Infierno, se comporta como un penitente más y obedece al anciano.

En el Canto III se retoma el tema de la condición aparente de las almas, sugerido en el canto anterior, cuando Dante intenta inútilmente abrazar a Casella. Aquí, Virgilio le explica la naturaleza diáfana de las almas, las cuales no impiden el paso de los rayos de sol a través de ellas, aunque, pese a esto, pueden experimentar sensaciones físicas. A propósito, también Virgilio alecciona a Dante sobre los límites de la mente humana: “Es un necio quien con nuestra razón / espera recorrer la vía infinita” (vv. 34-35).

Por último, la presencia de Manfredi, quien se dirige a Dante poco después, demuestra la insuficiencia del poder de las autoridades terrestres para determinar el destino de las almas en el más allá. Manfredi es una figura histórica: fue rey de Sicilia entre 1258 y 1266, y la Iglesia lo excomulgó en más de una oportunidad (a esto se refiere el personaje con la expresión “en contumacia con la Iglesia”, vv. 136-137). En este canto, el personaje explica que, pese a su condición de excomulgado, Dios lo perdonó en el momento final de su vida (vv. 118-123).

En el Canto IV, Dante encuentra a Belacqua, quien, según comentadores antiguos de la obra, era un luthier florentino con quien Dante mantenía un trato asiduo, y era famoso por su pereza. Entre él y el protagonista se produce un intercambio mordaz, y Dante comprende que, por su pereza, que también lo condujo a esperar hasta el final de su vida para acercarse a Dios, Belacqua deberá esperar el mismo tiempo que duró su vida para poder acceder al Purgatorio.

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