Resumen
Canto V
Al reanudar su viaje, Dante escucha el comentario de un alma que, asombrada, le señala a otras que el cuerpo del poeta proyecta sombra. Virgilio exhorta entonces a Dante a continuar su camino con firmeza, sin prestar atención a lo que murmuran otros.
Luego, un grupo de penitentes que avanza cantando “Miserere” interrumpe su canto al observar que el cuerpo de Dante impide el paso de la luz. Dos de ellos se acercan en busca de explicaciones y Virgilio les habla de la condición del poeta. Velozmente, las almas se acercan y le piden a Dante que, si reconoce a alguna, lleve noticias de ella a su regreso. Estas almas declaran haber muerto por la violencia de otros y haberse arrepentido de sus pecados en su última hora.
Entonces narran su historia Lacopo del Cassero, asesinado en un pantano en Oriaco, y Buonconte de Montefeltro, muerto en la batalla de Campaldino. A este último Dante le pregunta por su cuerpo, que no fue hallado en el valle donde tuvo lugar la batalla, y él relata cómo un ángel y un demonio disputaron su alma tras su muerte, y cómo el demonio provocó una tormenta que arrastró su cuerpo hasta el Arno. Finalmente, un tercer espíritu, Pía, se dirige a Dante y le pide que se acuerde de ella cuando encuentre descanso al regresar al mundo.
Canto VI
Dante se compara a sí mismo con un jugador de zara (un juego de dados) a quien, después de ganar el juego, la multitud lo sigue, pidiéndole que se acuerde de ella. Entre la muchedumbre, Dante reconoce a Aretino, Federico Novello, Guucio dei Tarlati, Federico Novello, Gano degli Scornigiani, el conde Orso y Pier de la Broccia. Todos le piden que ruegue a otros que oren por ellos para hacer más rápida su purificación.
Luego Dante le pregunta a Virgilio por un pasaje de la Eneida que parece contradecir la creencia de las almas en el poder de la oración para acortar el tiempo de purgación. Virgilio explica que el juicio divino no cambia aunque el amor caritativo disminuya el tiempo de la expiación. En cuanto a las plegarias a las que se refiere en la Eneida, ellas no pueden tener el mismo efecto, porque se trata de oraciones paganas. Virgilio también afirma que en la cumbre del monte Dante verá a Beatrice, quien le aclarará más acerca de este tema. Él desea apresurar su paso, pero el guía le explica que el viaje durará más de lo que cree.
Virgilio se acerca a un alma para preguntar por el camino más rápido para ascender, y al presentarse y mencionar su ciudad natal, Mantua, el espíritu se levanta y lo abraza, revelando que es Sordello, también mantuano. Dante, ante el abrazo fraterno de los compatriotas, pronuncia una invectiva contra Italia y contra el poder de la Iglesia, que interfiere con el poder del emperador. También ataca a Alberto de Habsburgo (“Alberto alemán”, v. 97), quien renunció a ejercer su autoridad en Italia (“el jardín del imperio”, v. 105). Finalmente, se refiere sarcásticamente a Florencia, su ciudad natal, en la cual se cambian constantemente las leyes y los gobiernos.
Canto VII
Sordello le pide a los peregrinos que le revelen su identidad, y se queda asombrado y muestra reverencia cuando Virgilio declara quién es. El poeta latino explica el motivo de su viaje y el lugar del Infierno que ocupa, el Limbo, donde se encuentra por no haber tenido fe en Dios. También afirma que allí están quienes no conocieron las virtudes teologales, pero conocieron y siguieron las virtudes cardinales. Luego, Virgilio le pregunta a Sordello por el camino para acceder al Purgatorio, pero este responde que no hay un sitio establecido.
A continuación, Sordello afirma que durante la noche no se puede avanzar por el Pugatorio, y conduce a los poetas a un valle aromático y colorido, colmado de hierbas y flores. Allí se encuentra un grupo de almas de reyes y emperadores que cantan “Salve, Regina”, y Sordello señala, desde un sitio a mayor altura, a Rodolfo I de Habsburgo, Ottokar II, Felipe III de Francia, Enrique I de Navarra, Pedro III de Aragón y Carlos I de Anjou. A propósito de los herederos de ellos, que fueron corruptos, Sordello señala que la virtud no se hereda de los padres, sino que es una gracia que desciende de Dios. Finalmente, menciona a Enrique III, cuya descendencia fue, excepcionalmente, virtuosa, y a Guillermo VII, marqués de Monferrato.
Canto VIII
En el ocaso, la hora que revive en la mente de los viajeros la nostalgia por los amigos y los lugares queridos, Dante escucha un alma entonando el himno ‘Te lucis ante’, y, luego, otras voces se unen en coro. Entonces, Dante se dirige al lector para invitarlo a captar el sentido alegórico de la escena que describe a continuación.
Dos ángeles descienden desde del cielo, con vestidos y alas verdes, portando espadas encendidas y romas. Sordello explica que la función de ellos es proteger el valle de la serpiente, que vendrá de manera inminente. Luego, Dante desciende al valle y encuentra allí al juez Nino, a quien le explica que aún está vivo. Este, sorprendido, le pide que le diga a su hija que rece por él, y llama a Currado Malaspina. Luego, Dante observa en el cielo tres estrellas e, inmediatamente después, una víbora aparece en el valle y luego huye por acción de los ángeles.
Posteriormente, Currado se presenta a Dante, y este afirma que, aunque no estuvo en su tierra, su fama se extiende por todo Europa. Finalmente, Currado presagia que, antes de que transcurran siete años, Dante conocerá de manera directa la cortesía de su familia.
Canto IX
Mientras en el mundo amanece, en la montaña del Purgatorio son casi las nueve de la noche, y Dante se duerme sobre la hierba del valle. Luego, al amanecer, cuando la mente, menos ocupada en pensamientos, produce visiones casi adivinatorias, el poeta sueña con un águila de plumas de oro que lo rapta y lo conduce hacia un fuego que arde en la altura.
Dante se despierta temeroso, pero Virgilio le anuncia que han llegado a la puerta del Purgatorio, y le explica que santa Lucía lo ha conducido hasta allí mientras él dormía. Dante observa entonces tres escalones de distintos colores y, en el peldaño superior, un ángel que custodia la entrada al Purgatorio. Luego, ambos poetas comienzan a ascender. El primer peldaño es de mármol blanco; el segundo, negro, de piedra rústica y quemada; y el tercero, de pórfido rojo. Siguiendo el consejo de Virgilio, Dante le pide humildemente al ángel que permita su ingreso, y este le graba al peregrino siete pes en la frente con la punta de su espada.
Luego, el guardián toma dos llaves, una de oro y una de plata, y abre la puerta. A continuación, comenta que Pedro le dio las llaves, y le indicó que fuera indulgente cuando las almas se arrodillaran ante él. Finalmente, le aconseja a los poetas que no miren atrás, y las puertas se abren, produciendo un gran estruendo.
Análisis
El Antepurgatorio antecede al Purgatorio (como el Anteinfierno antecede al Infierno, en el primer libro de la Divina comedia), y allí se encuentran las almas de quienes esperan para ser admitidos en el Purgatorio. Este último se divide, a su vez, en siete cornisas (los “siete reinos” a los que se refiere Virgilio en el Canto I), al final de los cuales, en la parte más alta del monte, se encuentra el Paraíso terrenal. Aquí Dante se encontrará con Beatrice (Canto XXX) y, luego de purificarse de sus pecados, se dispondrá a ascender con ella al tercer reino, el Paraíso.
En el Canto V los poetas se hallan aún en el Antepurgatorio. En este canto se retoma el motivo de la condición de Dante, quien recorre el más allá aún en vida y, por lo tanto, a diferencia de las demás almas, posee un cuerpo. Esto se remarca con el insistente asombro que muestran los penitentes al observar que el cuerpo de Dante proyecta sombra. Por otra parte, el tema del cuerpo es central en este canto, en el que las almas fueron privadas con violencia de su cuerpo.
Las palabras de Virgilio, al comienzo del canto, alientan a Dante a seguir su camino firmemente, sin distraerse con los rumores ajenos, y, también, pueden ser leídas como un llamado general a perseguir fines nobles sin corromperse por las murmuraciones de otros:
Sígueme y deja que la gente hable:
sé como torre firme, que la cima
nunca agita por más que soplen vientos (…)(vv. 13-15)
Al comienzo del Canto VI, Dante enumera otras almas que murieron a causa de la violencia y que lo siguen para pedirle que les ruegue a sus familiares que oren por ellas. La multitud de almas que lo sigue evoca la gran cantidad de personas que murieron de esta manera y la división política que existe en la Italia. Este último tópico se retoma luego, al final del canto, cuando Dante pronuncia una invectiva contra Italia, centrada en su degradación política.
En su invectiva, Dante compara a Italia con un barco sin timonel en el medio de una tormenta, con un burdel y con un caballo desbocado por carecer de guía. Además, exhorta a la Iglesia a apartarse de los asuntos del Imperio:
¡Ay, gente que debieras ser devota,
y dejar que la silla ocupe César,
si bien entiendes lo que Dios te escribe (...)!(vv. 90-93)
Aquí Dante alude a la Biblia, al Evangelio de San Lucas, donde se lee: “Jesús les dijo: ‘Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.’ (20, 25).
Por otro lado, Sordello, quien abraza a Virgilio, es un personaje inspirado en un trovador provenzal del siglo XIII, que nació en las cercanías de Mantua. Entre sus poemas en lengua vulgar lombarda se encuentra un planh (un lamento fúnebre) dedicado a Blacatz, en el que realiza una crítica a varios soberanos corruptos.
También en este canto, Dante se refiere a un pasaje de la Eneida, en el que Sibila le responde a Palinuro, que pide ser llevado más allá del Aqueronte: "cesa ya en tu esperanza de doblegar con súplicas los designios divinos” (VI, 376). Dante cree que esto contradice la creencia en el poder de la oración de quienes aún viven para acortar el plazo de purgación de las almas penitentes. Sin embargo, Virgilio explica que la invalidez de las súplicas a la que se refiere Sibila solo contempla las oraciones paganas:
(...) Y donde discurrí sobre este tema
no se enmendaban faltas con plegarias,
porque de Dios estaban separadas.(vv. 40-42)
En el Canto VII, Virgilio explica que se encuentran en el Limbo quienes vivieron sin vicio, siguiendo las virtudes cardinales (aquellas que “conocieron”, v. 36): templanza, prudencia, fortaleza y justicia, pero, sin embargo, no siguieron las virtudes teologales, “las tres santas virtudes” (vv. 34-35). Aquí se entiende que ellos no las conocieron, puesto que murieron antes de la muerte de Cristo. De esta manera, la perfección moral que el poema afirma que alcanzaron estos seres permite pensar, como sugiere Claudia Fernández Speier, que, “a pesar de su proverbial pesimismo, Dante cree que el ser humano puede ser perfectamente bueno” (p. 117).
Por otro lado, la metáfora que utiliza más tarde Sordello a propósito de los gobernantes y sus hijos muestra que la virtud no se hereda de generación en generación, sino que es una gracia que desciende de Dios:
Pocas veces renace por las ramas
la probidad humana; y esto quiere
el que la ofrece, para que a Él se invoque.(vv.121-123)
La idea de que la voluntad divina da a las almas la nobleza de manera individual contradice la idea de nobleza de sangre, según la cual esta cualidad se hereda. Esta concepción ya está presente en el Convivio de Dante: “(…) la semilla divina no cae en un linaje, es decir, en una estirpe, sino en las personas singulares (…). Dios solamente da esta gracia al alma de aquellos que ve que están de un modo perfecto en su persona, preparados y dispuestos a recibir este acto divino” (IV, XX, 5 y 7). De esta manera, el poema invita a aspirar a la virtud, más allá del origen de las personas o de su linaje familiar.
El Canto VIII se inicia con una imagen que evoca al viajante que, en la hora del ocaso, recuerda con nostalgia a sus amigos y los lugares queridos. De esta manera, se anticipa el tema del exilio, al que se alude nuevamente al final del mismo Canto. El personaje Nino está inspirado en Ugolino Visconti, capitán de la liga güelfa en Toscana. Currado Malaspina, inspirado en el personaje histórico del mismo nombre, fue señor de Lunigiana y estaba enemistado con Nino Visconti. Sin embargo, como vemos, en este valle, ambos conversan, reconciliados.
Por otra parte, Malaspina presagia que Dante conocerá personalmente la hospitalidad de su familia, de cuyo renombre el poeta ya ha escuchado hablar: “esta convicción cortés dentro de la cabeza se te clave con mayor clavo que el discurso ajeno” (vv. 136-138). Además, Malaspina afirma que esto sucederá en menos de siete años: “(…) no se acuesta el sol / siete veces en el lecho que el carnero cubre y abarca con las cuatro patas” (vv. 133-135), es decir, el sol no ocupará siete veces el signo de Aries. En efecto, Moroello Malaspina recibió con hospitalidad a Dante en Lunigiana en 1306, seis años después del año en que se sitúa el viaje al más allá en el poema, 1300.
En el Canto IX culmina la extensa introducción que se ocupa de las almas en el Antepurgatorio, y da inicio al peregrinaje del protagonista por el segundo reino propiamente dicho, el Purgatorio. El canto está colmado de elementos simbólicos. El amanecer, que es un símbolo de la renovación, ocurre precisamente antes de que Dante ingrese al reino de la purificación. Por otra parte, el águila con plumas de oro que el poeta ve en sueños es símbolo de la gracia divina y, a la vez, de la justicia imperial. Los tres escalones que el poeta observa en la entrada del purgatorio pueden interpretarse como símbolos de la contrición, la confesión y la penitencia. Por último, las siete pes que marca el ángel guardián en la frente de Dante simbolizan los siete pecados capitales que el poeta expiará en los las siguientes siete cornisas que constituyen el Purgatorio.