Resumen
Canto X
Luego de atravesar la puerta del Purgatorio, Dante y Virgilio ascienden por un camino sinuoso a través de una grieta muy angosta en la roca, y, al salir, se detienen en un llano. Allí, Dante observa bajorrelieves tallados con una perfección insuperable. El primero de ellos representa la escena de la Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen María; el segundo, el episodio bíblico del traslado del Arca de Dios y la mirada de desprecio de Micol cuando observa a David bailando; el tercero representa la escena en la que el emperador Trajano, conmovido por el llanto de una mujer viuda que pide justicia por su hijo asesinado, se detiene para consolarla.
A continuación, los poetas divisan un grupo de almas que avanzan a paso muy lento, y Dante le advierte al lector que no se desaliente, puesto que las penas del Purgatorio durarán, como máximo, hasta el día del Juicio Final (el “juicio último”, v. 111). Dante trata de distinguir las almas que se aproximan, pero su condena hace que su figura humana se desdibuje. Por su orgullo, cada una de ellas lleva un peso que la obliga a avanzar con el cuerpo inclinado. Al observarlas, Dante exhorta a los lectores a ser humildes.
Canto XI
Las almas rezan una oración similar al “Padre nuestro”, al que el poeta añade interpretaciones y, al final de la oración, ruegan a Dios por las almas de los vivos. Luego, Virgilio pregunta a las almas cuál es el mejor camino para continuar el ascenso, y responde Omberto Aldobrandesco, indicando que deben continuar por la derecha. Él confiesa, además, que él y su familia están allí por la altivez con la que, en vida, despreciaron a los demás.
Entonces otra alma llama a Dante, y este reconoce a Oderisi da Gubbio, un célebre iluminador de textos, quien manifiesta que su deseo de excelencia le impidió ser cortés en vida. Luego de declamar sobre la vanidad de la gloria terrena, Oderisi da ejemplos de artistas cuyo magnífico talento luego fue opacado por el de otros. A continuación, Oderisi insiste en su discurso, mostrando que la gloria en el mundo es efímera, y presenta a Provenzan Salvani, un hombre presuntuoso que pretendió dominar Siena. Dante le pregunta por qué se encuentra allí su alma, puesto que asume que Provenzan se arrepintió en el momento final de su vida, y que no hubo plegarias de personas del mundo que pudieran ayudarlo a ingresar anticipadamente al Purgatorio. Oderisi explica entonces el motivo de esto: Provenzan realizó un acto de humildad en vida a fin de ayudar a un amigo que estaba en prisión. Finalmente, Oderisi predice que también Dante conocerá la humillación, a causa de sus vecinos, y podrá interpretar y poner palabras a lo que él le dice.
Canto XII
Virgilio exhorta a Dante, que está inclinado como Oderisi da Gubbio, a avanzar, y este se irgue, pero continúa su camino con pensamientos de humildad. Luego, como lápidas, Dante observa en el suelo de la cornisa escenas de soberbia castigada. La primera de ellas es la imagen de la caída de Lucifer; luego, ve muchos ejemplos famosos de soberbia castigada, hasta la escena que representa Troya destruida. Finalmente, el poeta exalta el realismo de estas representaciones e invita al lector, irónicamente, a permanecer con el rostro altivo.
A continuación, un ángel se acerca e invita a los poetas a subir los peldaños hacia la próxima cornisa, y, luego, con un batir de alas, toca la frente de Dante. Unas voces cantan “Beati pauperes spiritu” y Dante, al subir la escalera, se siente más liviano. Virgilio explica que cuando hayan sido borradas todas las pes de su frente, no solo no sentirá cansancio, sino que le resultará placentero avanzar. Finalmente, Dante se da cuenta de que una de las siete pes de su frente ha sido borrada.
Canto XIII
Dante y Virgilio llegan a la segunda cornisa que rodea el monte del Purgatorio, que es igual a la anterior excepto por su diámetro, que es inferior (“el arco suyo es más cerrado”, v. 6). Virgilio se dirige al sol para pedirle que guíe su camino y, luego de que los poetas recorren una milla, oyen voces que recuerdan actos de amor hacia otros.
Virgilio le explica a Dante que en esta cornisa se encuentran las almas de quienes fueron envidiosos y que, por eso, las voces que escucha exhortan a actuar con amor (“son de amor las cuerdas de este látigo”, v. 39). Las almas allí visten mantos del color de las piedras, se sostienen unas a otras con la espalda y tienen los párpados cosidos con alambre. Dante les pregunta a los espíritus si hay entre ellos algún italiano, y responde una sienesa llamada Sapía, cuya envidia la llevó a alegrarse de la derrota de sus compatriotas en la batalla del Colle Val d’Elsa, contra los florentinos güelfos. Luego, ella le pregunta a Dante por su identidad y su condición, y él, sin decir quién es, comenta que su mayor vicio es el orgullo, y no la envidia. Finalmente, cuando él le revela que aún está vivo, Sapía le pide que le hable acerca de ella a sus parientes, si alguna vez se encuentra en la Toscana.
Canto XIV
Guido del Duca y Rinier da Calboli dialogan, asombrados por la presencia de un ser vivo en el Purgatorio, y le preguntan a Dante quién es y de dónde viene. Dante calla con humildad su nombre, pero alude a su procedencia con referencias geográficas. Luego, Guido lanza una dura crítica contra los habitantes de la Toscana, comparándolos con animales: cerdos (los de Casentino), perros (los de Arezzo), lobos (los de Florencia) y zorros (los de Pisa); y se pregunta por qué los seres humanos desean los bienes materiales.
A continuación, Guido profetiza la crueldad del gobierno del sobrino de Rinier, y le revela a Dante su propia identidad y la de Rinier, de quien dice que nadie ha heredado sus virtudes. A continuación, Guido nombra a hombres que vivieron en Romaña y que fueron virtuosos, a diferencia de sus descendientes. Finalmente, cuando los poetas reanudan el viaje, escuchan voces que recuerdan ejemplos en los que la envidia fue castigada, y Virgilio reprocha a los seres humanos que se distraigan mirando cosas terrenales, mientras que el cielo les ofrece bellezas infinitas.
Análisis
Los bajorrelieves que Dante observa al ingresar al Purgatorio, en la primera cornisa, representan escenas de humildad. Se trata de un estímulo positivo para las almas que se encuentran allí, puesto que se las condena precisamente a causa de su falta de humildad. A través de las escenas, las almas pueden reflexionar acerca de los ejemplos de virtud que representan la Virgen María, el rey David y el emperador Trajano.
Por otro lado, como en el Infierno, en el Purgatorio las condenas siguen la lógica del contrapasso, de manera que se relacionan directamente con las faltas por las cuales se purgan las almas. Así, en los Cantos X, XI y XII podemos ver que las almas que purgan su soberbia (quienes, metafóricamente, levantaron demasiado la cabeza) están obligadas a caminar con la cabeza inclinada: “la grave condición del tormento los tuerce hacia la tierra” (Canto X, vv. 115-116). La idea se refuerza en el canto XI, cuando Omberto Aldobrandesco señala que una piedra le “doblega la cerviz soberbia” (v. 53).
Sin embargo, en contraste con las penas del Infierno, que son eternas, las del Purgatorio durarán, como máximo, hasta el día del Juicio Final, como Dante advierte al lector en el Canto X:
Lector, no quiero que la fuerza pierdas
del buen propósito por escuchar
el modo en que nos cobra Dios la deuda.No atiendas a las formas del martirio:
piensa en lo que le sigue; en lo peor
no puede ir más allá del juicio último.(vv. 106-111)
Esta es una diferencia sustancial con el Infierno, ya que en el Purgatorio los tormentos son transitorios y están destinados a terminar en la medida en que las almas, progresivamente, se purifican.
En el Canto XI Dante encuentra a Oderisi da Gubbio, un artista que fue famoso en su tiempo, y que se dedicaba a la iluminación de textos (adornar textos con letras y dibujos). Este desarrolla el tópico literario clásico vanitas vanitatum, reflexionando sobre el paso efímero de la gloria en el mundo. Para ello, Oderisi toma ejemplos del ámbito artístico, donde la excelencia de un artista queda opacada, luego, con la llegada de un artista superior. Entre los pintores, cita a Cimabue y Giotto, dos pintores toscanos de quienes dice:
Creía Cimabue que vencía
en la pintura a todos, pero hoy Giotto
con su fama oscurece la de aquel.(vv. 94-96)
En cuanto a la poesía, Oderisi se refiere a Guido Guinizzelli y a Guido Cavalcanti, y, a continuación, predice que un poeta los superará a ambos (según la mayoría de los críticos, Dante mismo):
Igual que un Guido al otro le ha quitado
la gloria de la lengua; y nació acaso
quien sacará del nido a uno y a otro.(vv. 97-99)
En el Canto XII Dante contempla en el suelo imágenes que representan la soberbia castigada. A diferencia de los bajorrelieves esculpidos en la misma cornisa (Canto X), estas imágenes estimulan en los penitentes el recuerdo de sus propias culpas. Los doce tercetos en los que Dante describe las imágenes se componen por tres anáforas (cuatro tercetos comienzan con la palabra “veía”, cuatro con “oh”, cuatro con “mostraba”), que forman, a su vez, un acróstico: puede leerse verticalmente la palabra “VOM”, “hombre” escrito según la grafía medieval, que se repite en los versos 61-63.
Finalmente, el ángel que invita a los poetas a ascender hacia la próxima cornisa les recuerda la inclinación del hombre a caer en el pecado de la soberbia: "oh gente humana, nacida para el vuelo, / ¿por qué te caes con tan poco viento?” (vv. 95-96). Podemos notar acá que el ángel alude a la fama con el término “viento”, utilizando la misma imagen que había empleado Oderisi poco antes:
Es el rumor mundano solo un soplo
de viento, que de aquí o de allá proviene
y cambiando de lado cambia el nombre.(Canto XI, vv. 100-102)
En la segunda cornisa del Purgatorio (Cantos XIII y XIV) se encuentran quienes fueron envidiosos. Sus ojos están cosidos con alambres, posiblemente, por la relación que guarda este vicio con el sentido de la vista: etimológicamente, “envidia” deriva del latín “invidere” (“poner la mirada en algo”), que adquirió el sentido de “mirar mal”. A diferencia de la primera cornisa, aquí no se ofrecen imágenes ejemplares que los penitentes puedan contemplar, precisamente, a causa de la ceguera que padecen. En cambio, en la cornisa de los envidiosos se escuchan voces que remiten a actos de amor, caridad y altruismo: la primera de ellas repite las palabras pronunciadas por María en las bodas de Caná: “Vinum non habent” (v. 29) (“No tienen vino”, Juan, 2, 1-3); la segunda cita las palabras de Pilades: “Yo soy Orestes” (v. 32), quien se hace pasar por su amigo condenado a muerte; la tercera, repite las palabras de Cristo: “Amen a quien el mal les haya hecho” (v. 36), que provienen del Evangelio de Mateo: "Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores” (5, 43-44).
A continuación, el Canto XIV se abre con el diálogo en el que una de las almas parece envidiosa al percibir la presencia de quien recorre la cornisa aún con vida y con su sentido de la vista intacto:
¿Quién es el que va así por nuestro mundo
antes de que la muerte le dé el vuelo,
y a voluntad los ojos abre y cierra?(vv. 1-3)
Luego, Dante se presenta humildemente cuando a Guido le preguntan por su identidad: "decirles quién soy yo sería en vano, / porque mi nombre aún no suena mucho" (vv. 20-21), aun sabiendo que su nombre ha alcanzado reconocimiento (en el primer canto del Infierno le dice a Virgilio: “tú eres el único del que yo tomé / el bello estilo que me ha dado honor”, vv.86-87). Sin embargo, en esta ocasión, su humildad acaso se deba a su paso por la primera cornisa del Purgatorio.
Guido del Duca fue un noble gibelino romañolo y Rinier da Calboli, un noble de la familia güelfa Paolucci, cuyo sobrino, Fulcieri da Calboli, fue famoso por su crueldad contra los güelfos blancos y gibelinos, tal como predice el personaje Guido.
Por otro lado, también Guido se pregunta por qué los seres humanos desean los bienes materiales: “gente humana, ¿por qué el corazón pones, / en lo que no consiente compañeros?” (vv. 86-87). “Lo que no consiente compañeros” son los bienes materiales, los cuales disminuyen necesariamente si se comparten. En el próximo canto se volverá sobre este punto para contrastar los bienes materiales con los espirituales.