El abanico de Lady Windermere

El abanico de Lady Windermere Símbolos, Alegoría y Motivos

Londres (Símbolo)

La historia de El abanico de Lady Windermere se desarrolla en la ciudad de Londres, hecho que tiene una fuerte carga simbólica desde el punto de vista de todo lo que representaba dicha ciudad en la época en que Wilde escribe la obra. En ese sentido, cabe destacar que el reinado de Victoria marcó el apogeo de la Revolución Industrial y del Imperio Británico. Por lo tanto, Londres, al ser la capital, era una ciudad moderna, próspera y con una clase social alta bien consolidada.

En una primera instancia, podríamos decir que Londres simboliza este nuevo paradigma occidental de la industrialización y del capitalismo como forma de organización económica del mundo. Así y todo, Londres también simboliza el materialismo y la superficialidad de las personas influenciadas bajo este nuevo paradigma. La alta sociedad londinense, condicionada por los rígidos preceptos morales victorianos, le prestaba particular atención a las apariencias y, por ese motivo, se establecían relaciones frívolas entre sus miembros. En relación con esto, Londres también simboliza la frivolidad de las relaciones humanas, especialmente en lo que se refiere a la alta sociedad, y la hipocresía de las personas que, para mantener las apariencias, mienten, engañan y fingen ser "buenos" cuando en realidad no lo son.

Tres de los cuatro actos (Primero, Segundo y Cuarto) transcurren en la residencia de los Windermere, ubicada en Carlton House Terrace, un barrio muy exclusivo de Londres. En el Acto Primero, Lady Windermere confronta a su esposo a raíz de los rumores que ha escuchado por parte de la duquesa de Berwick respecto de una supuesta infidelidad de él: "Me han dicho que apenas hay un marido en Londres que no consuma su vida en alguna pasión vergonzosa" (151). Londres es un espacio en el que las personas parecen llevar una doble vida: una ligada a las apariencias, respetando la moral victoriana; otra en la que se da rienda suelta a alguna "pasión vergonzosa". El riguroso sistema de valores de la época victoriana obliga a las personas a volverse hipócritas para preservar las apariencias y, en ese sentido, podemos decir que Londres es la capital de esa hipocresía.

Por otro lado, la duquesa de Berwick también da una idea de esa frivolidad característica de la sociedad londinense: "Naturalmente que será selecta (...). Esta es realmente una de las pocas casas de Londres donde puedo traer a Agatha y donde me siento completamente segura con respecto a Berwick. No sé a dónde va a llegar la sociedad. A todas partes van las personas más horribles" (138), le dice a Lady Windermere cuando esta hace referencia a que la lista de invitados a su fiesta es muy selecta. A partir de esta cita, entendemos que la duquesa de Berwick, versión estereotípica de la mujer victoriana de la alta sociedad, busca posicionarse por encima de otras personas, incluso de su misma clase social, catalogándolas de "horribles" a sus espaldas.

Las rosas (Símbolo)

En la didascalia que abre el Acto Primero, Lady Windermere está colocando rosas en un jarrón, lo que nos indica que ella tiene predilección por este tipo de flores. Luego, cuando llega Lord Darlington, ella le dice que no puede estrecharle la mano porque sus manos están mojadas de tocar las rosas. Por último, hacia el final de la obra, también es Lady Windermere la que le dice a su esposo de ir a Selby porque allí "las rosas son blancas y rojas" (221).

La predilección de Lady Windermere por las rosas blancas y rojas da cuenta de una perspectiva absolutista de la moral con la que ella necesita reconciliarse luego de casi abandonar a su esposo y su hijo. Si consideramos los conceptos que suelen estar asociados a estos dos colores (pasión y peligro para el rojo; pureza y paz para el blanco), está claro que el énfasis que pone Lady Windermere de ir a un lugar en el que las rosas poseen colores bien definidos y contrastantes está relacionado con su necesidad de volver a acoplarse a esa perspectiva inequívoca de las cosas que propone el absolutismo moral victoriano. En ese sentido, las rosas simbolizan ese absolutismo moral que predica la alta sociedad victoriana en el que lo "bueno" se distingue fácilmente de lo "malo".

Por otro lado, el hecho de que Lady Windermere no pueda estrecharle la mano a Lord Darlington porque tiene las manos mojadas de tocar las rosas puede interpretarse en clave metafórica: las manos de ella conservan parte de esa pureza moral que simbolizan las rosas y, de alguna manera, son incompatibles con las manos de Lord Darlington, el personaje moralmente más ambiguo de la obra o, por lo menos, el que más cuestiona la rigidez de los valores morales predicados por la sociedad victoriana. Por otro lado, las rosas también simbolizan lo femenino, esa "pureza" de la mujer concebida a partir de la visión idealizada que se tenía de ella en esta época.

El abanico (Símbolo)

El abanico no estaría en el título de la obra si no estuviera revestido de un gran significado simbólico. Por un lado, está claro que se trata de un accesorio característico de las mujeres de la alta sociedad. En ese sentido, está simbolizando el estatus social de Lady Windermere. Pero, por otro lado, este objeto concentra una fuerte carga simbólica relacionada con la confianza. De esta forma, el hecho de que Lord Windermere encuentre el abanico de su esposa en casa de Lord Darlington representa una amenaza concreta a la confianza que él le tiene a su esposa. Por otra parte, el hecho de que Mistress Erlynne ayude a su hija responsabilizándose de que el abanico esté allí hace que se disipe cualquier atisbo de desconfianza que Lady Windermere podía conservar respecto de Mistress Erlynne, hasta el punto de propiciar un sentimiento de afecto hacia ella.

Ahora bien, el abanico, en tanto símbolo de confianza, atraviesa diferentes momentos en la historia y, en última instancia, también podemos decir que se convierte en una metáfora del fracaso de la confianza. Dicho de otra forma, Lord Windermere sigue confiando en su esposa porque desconoce que fue ella quien llevó el abanico a la casa de Lord Darlington cuando planeaba escapar con él, y Lady Windermere desarrolla confianza hacia Mistress Erlynne, y le regala el abanico en consecuencia, porque desconoce no solo que esta mujer es su madre, sino también que ha estado chantajeando a Lord Windermere. Así las cosas, el abanico tiene un rol protagónico en los dos momentos de la obra en que los personajes principales fortalecen o desarrollan la confianza entre sí a base de mentiras.

Mistress Erlynne (Símbolo)

Oscar Wilde satiriza la sociedad victoriana en varias de sus obras. En ese sentido, es frecuente encontrar personajes que portan una fuerte carga simbólica. Es el caso de Mistress Erlynne, cuya simbología evoluciona conforme avanza la historia. Por un lado, estamos ante un personaje que guarda un gran secreto, que se mantendrá oculto para la mayoría de los personajes durante toda la obra. En ese sentido, Mistress Erlynne simboliza, justamente, lo no dicho, esa información que permanece en las sombras, los secretos que la sociedad victoriana debe guardar porque exponerlos implicaría una condena social fulminante. Dicho de otra manera: Mistress Erlynne simboliza esa propensión de la sociedad victoriana a esconder sus verdades y ofrecer una versión de sí misma más bien artificial y compatible con las expectativas sociales.

Luego, cuando Mistress Erlynne ayuda a Lady Windermere responsabilizándose de que el abanico de su hija esté en casa de Lord Darlington, su personaje pasa a simbolizar la problemática del absolutismo moral, que imperaba en la Inglaterra victoriana. Es decir, una mujer que abandonó a su hija cuando esta era pequeña y que, además, chantajea a Lord Windermere para no revelar su verdadera identidad y arruinar la reputación de Lady Windermere, podríamos decir que es "mala". Así y todo, hacia el final del Acto Tercero se redime sacrificando su propia reputación para salvar a su hija de cometer el mismo error que ella cometió tiempo atrás. En ese sentido, está claro que el personaje de Mistress Erlynne simboliza la imposibilidad de reducir a las personas a dos categorías tan absolutas y reduccionistas como "buenas" o "malas".

La relación entre la duquesa de Berwick y Lady Agatha (Símbolo)

Como ya hemos mencionado, en el estilo satírico de Oscar Wilde es frecuente encontrar personajes que guardan una fuerte carga simbólica, sobre todo relacionada con ciertos estereotipos sociales que imperaban en la Inglaterra victoriana. En el caso de la duquesa de Berwick y su hija, Lady Agatha, se representa satíricamente un tipo de relación madre-hija muy característica de aquella época, en la cual la madre ejerce un control total sobre la vida de su hija. Esta actitud invasiva y controladora dio lugar a que las niñas fueran tratadas como objetos a los que había que manipular y preparar para el matrimonio. En ese sentido, la relación entre la duquesa de Berwick y Agatha simboliza este despotismo maternal típico de la época victoriana.

Al mismo tiempo, es interesante contrastar el caso de Agatha con el de la propia Lady Windermere. Oscar Wilde resalta permanentemente el carácter reservado y dócil de Agatha, en buena medida condicionado por la actitud invasiva y controladora de su madre. Por otro lado, tenemos a Lady Windermere, una mujer ingeniosa y emocional que no está dispuesta a soportar la supuesta infidelidad de su marido y que, además, tiene la capacidad de decidir por sí misma abandonarlo y escaparse con otro hombre. En ese sentido, Lady Windermere no fue víctima de una madre autoritaria, y eso le permitió desarrollarse mejor como persona. A propósito de esto, la indolencia y pasividad de Agatha también simbolizan ese lugar relegado que ocupaba la mujer en la sociedad victoriana.

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