Capítulo 11: En el umbral
Resumen
El grupo atraviesa sin sobresaltos el Gran Lago y el Río Rápido, el cauce que corre hacia la Montaña Solitaria. La tierra alrededor está desolada y el ánimo de los aventureros comienza a decaer ante la perspectiva del largo camino que tienen por delante. Al tercer día de navegación, la gente del valle deposita al grupo en aquel páramo desolado y regresa rápidamente a la ciudad.
A partir de allí, el grupo avanza por aquellas tierras que dan cuenta de la capacidad destructiva del dragón. A estas tierras se las conoce como La desolación de Smaug, puesto que el dragón ha destruido toda la vida que crecía en ellas, incluso el antiguo pueblo de Valle, del que solo quedan las ruinas grises de las casas y los torreones. Balin, el enano más viejo, recuerda las historias de sus abuelos, quienes escaparon por poco de la destrucción del dragón. Estas anécdotas reviven en los enanos el deseo de reclamar todos los bienes que el dragón les ha robado.
Cuando llegan a la falda de la montaña está claro que Smaug sigue con vida, ya que hay humo y vapores asfixiantes por todas partes. Nuevamente, Bilbo es el héroe en este episodio, ya que logra encontrar el paso bajo la montaña que los lleva a la entrada secreta, tal como figura en el mapa que Thorin lleva consigo. Sin embargo, la entrada secreta está sellada de forma tal que ni siquiera puede reconocerse la cerradura para la cual tienen la llave.
Durante días, el grupo da vueltas alrededor de la entrada y busca la forma de abrir la puerta, sin éxito. Los enanos ya han comenzado a pensar que quizás entonces deban enviar al hobbit a entrar por la puerta principal, de la que salen todos aquellos humos nocivos, cuando a Bilbo se le presenta la respuesta al enigma del pasadizo secreto: al atardecer del solsticio de invierno, un zorzal canta en la puerta y esto le recuerda al hobbit las palabras de Elrond sobre la magia de las runas lunares y los encantamientos de aquella entrada. En el momento en que el sol se esconde, los últimos rayos caen sobre la entrada de roca y revelan una cerradura mágica en su superficie. Llamado por Bilbo, Thorin coloca la llave que lleva con él, y la cara de piedra labrada en la montaña cede y abre paso a un pasadizo completamente oscuro. El grupo está feliz de haber resuelto ese inconveniente, pero se muestran temerosos de adentrarse en la montaña. Por eso, los enanos deciden que le corresponde a Bilbo, en su función de saqueador, entrar primero solo para realizar un reconocimiento del terreno.
Análisis
A lo largo de toda la novela y, en general, en todos los relatos heroicos, la toponimia de la geografía que los personajes recorren presenta normalmente nombres expresivos como “Bosque Negro” y “Montaña Solitaria”, que son ejemplos de lo que John Ruskin denominó la “falacia patética”: el paisaje está descripto en términos de las emociones que les inspiran a los personajes o a los seres animados en general. La Montaña Solitaria es descripta como “imponente y amenazadora” (p. 189). Su representación como un monolito agorero la transforma en un símbolo del mal y, en cierto punto, en una metonimia de Smaug, el dragón.
Los motivos del refugio, el hogar y la nostalgia se han asociado siempre al agujero hobbit y la idea de madriguera. Sin embargo, es importante destacar cómo los estudiosos de las mitologías (y particularmente el gran mitólogo Gilbert Durand) han subrayado siempre la capacidad ambivalente del símbolo: en las constelaciones de significados que uno puede trazar en los relatos mitológicos, cada símbolo puede aportar un significado y, a la vez, otro en sentido contrario. Así, a la idea positiva del refugio-madriguera que despliega el agujero hobbit se opone la idea negativa de la cueva que se ha visto en la gruta de Gollum y, ahora, en la morada del dragón Smaug. La simbología negativa de la cueva, opuesta a la positiva del hogar, está regida por la animalidad negativa: las fauces que devoran, los colmillos que desgarran, la oscuridad de la boca del lobo, etc. El desgarramiento, la caída y la muerte se desprenden como esquemas del motivo de la cueva y, en última instancia, son todas imágenes que se asocian a la idea del infierno o inframundo.
El héroe, sin embargo, puede sortear esas dificultades y transformar la caída en un descenso deliberado: cuando se enfrenta al desafío y decide correr el riesgo, la imagen de la caída y la muerte se puede sublimar en un descenso voluntario del que el héroe resurge, fortalecido por la experiencia y el conocimiento. El motivo de la cueva de Smaug se describe desde esa animalidad negativa y se postula como un descenso a los infiernos, esquema que rápidamente puede transformarse en la caída y la muerte irrevocables.
Cuando el pasadizo se abre, finalmente, las descripciones dan cuenta de esta simbología en torno a la cueva como las fauces devoradoras de un peligroso animal: “Parecía como si la oscuridad fluyese como un vapor del agujero de la montaña, y una densa negrura, en la que nada podía verse, se extendió ante la compañía: una boca que bostezaba y llevaba adentro y abajo” (p. 198). Tal descripción, junto al descenso que afrontará Bilbo en el capítulo siguiente, puede recordar al lector el episodio bíblico de Jonás y la Ballena, que no es otra cosa que la representación del descenso a los infiernos, y que también está constelando dentro del entramado simbólico que Tolkien desarrolla en El hobbit.
Los arquetipos en este capítulo son utilizados para cargar a la escena de una negatividad abrumadora, la misma que sienten los personajes en aquellos páramos. Los pájaros negros que vuelan alrededor de ellos son símbolos de la perdición, aunque al final del capítulo haya una reconversión, cuando el graznido del zorzal “negro casi como el carbón” (p. 196) recuerde a Bilbo el enigma de la apertura de la puerta. La montaña es también un arquetipo negativo asociado a los obstáculos y, en este caso, a la tumba o a la cripta. Por otro lado, los arquetipos positivos e idílicos pueden entreverse a partir de las ruinas de una antigua ciudad: Valle, sinónimo de verdes pasturas y tierras fértiles, es ahora un páramo desolado.
El capítulo también presenta el problema del tiempo y las representaciones que el invierno despierta en los personajes. Esto puede confirmarse en el siguiente pasaje: “En el mes de junio habían sido huéspedes de la hermosa casa de Elrond, y aunque el otoño ya caminaba hacia el invierno, parecía que habían pasado años desde aquellos días agradables. Estaban solos en el yermo peligroso, sin esperanza de más ayuda. Habían llegado al término del viaje, pero se encontraban más lejos que nunca, o así parecía, del final de la misión. A ninguno de ellos le queda mucho ánimo” (p. 191). El paso confuso y acelerado de las estaciones parece una metáfora de la muerte que se aproxima.
Finalmente, la combinación del mapa y la llave –los dos debían ser utilizados en el momento justo para abrir la entrada secreta a la montaña– refuerzan ambos motivos y presagian los hechos heroicos de Bilbo del capítulo siguiente, cuando este se enfrente a Smaug en una escena que guarda muchos paralelismos con el juego de acertijos en la caverna de Gollum, en el capítulo 5.
Capítulo 12: Información secreta
Resumen
El grupo comienza a discutir sobre quién debería entrar a la cueva y, como Bilbo es el ladrón, todas las expectativas están puestas en él. Balin lo acompaña el primer trecho por el liso y pulido pasadizo de manufactura enana, pero pronto el hobbit se encuentra solo, avanzando por la oscuridad con el anillo puesto, orgulloso de no emitir ni un solo sonido. Paulatinamente, el pasillo comienza a iluminarse con una luz rojiza, y Bilbo siente el aumento de la temperatura antes incluso de llegar al final del túnel y desembocar en el salón principal del Reino bajo la Montaña.
Tendido sobre un tesoro inconmensurable, Smaug duerme con sus alas plegadas, emitiendo poderosos ronquidos. Bilbo lo observa sin aliento por unos momentos, hasta que es capaz de romper el encanto de aquella visión, sale del pasadizo y toma un copón de dos asas con el que vuelve al campamento, para mostrarle a los enanos que ha encontrado el tesoro y al dragón. Desafortunadamente, el festejo se detiene de pronto, cuando hasta la entrada del túnel llegan los rugidos del dragón: Smaug ha despertado y se dio cuenta de que le falta una pieza del tesoro. Furioso, sale de la montaña y sobrevuela hasta el risco para contemplar el panorama a su alrededor. Los enanos se escoden con presteza dentro del pasadizo –incluso Bofur y Bombur, que estaban cuidando los ponis– justo antes de que Smaug descienda de la cima y arrase toda la región a su paso. Los ponis huyen frente a la presencia del dragón, y este se aleja, persiguiéndolos.
Al día siguiente, recuperado del espanto, Bilbo decide volver al salón a la hora de la siesta, creyendo que encontrará al dragón dormido. Sin embargo, Smaug lo espera y lo detecta rápidamente, a pesar de que no puede verlo. Descubierto, Bilbo entabla una conversación con aquella inteligente criatura. Smaug le deja ver que sabe que ellos son catorce y que Bilbo viene acompañado de enanos, ya que se ha comido sus ponis y puede reconocer el olor de los enanos en sus monturas. Antes de escapar, Bilbo también comprende que Smaug piensa que la gente del Lago está detrás del saqueo. Antes de retirarse, embauca al dragón con cumplidos y halagos, hasta que este le muestra su pecho y su vientre, burlándose de su contrincante, que espera encontrar allí un punto débil, cuando el dragón ha cubierto toda esa zona, antes vulnerable, con incrustaciones metálicas que lo protegen. Sin embargo, Bilbo es capaz de detectar una zona desprotegida en el costado izquierdo, y huye con esa información en el momento en que Smaug intenta destruirlo con su aliento de fuego.
Una vez reunido con los enanos, Bilbo les cuenta su descubrimiento. El zorzal que ayudó antes a Bilbo a descubrir la cerradura mágica escucha atentamente lo que el hobbit explica y luego se aleja volando hacia el lago. Al terminar su historia, el hobbit, ahora convertido en líder, ordena a los enanos refugiarse en el pasillo, bien lejos de la entrada, y mantener esta cerrada, porque presiente que el dragón podría atacarlos allí fuera. Momentos después, la montaña se sacude cuando Smaug desciende sobre la ladera, en la que se encuentra la entrada secreta y la destruye con su aliento y su potente cola. Ahora, el grupo se encuentra atrapado en el interior de la montaña.
Análisis
Este capítulo coloca al lector frente a una serie de imágenes basadas en las tradiciones mitológicas de los mitos griegos y anglosajones, que giran en torno a los dragones, el inframundo o el infierno y la riqueza. En primer lugar, es importante destacar que Smaug es un dragón rojo y dorado, “aureorrojizo, que dormía profundamente” (p. 202). Hades, el dios griego del inframundo, también era dios de las riquezas y regía sobre las minas y los metales. La yuxtaposición del fuego y el oro podrían parecer atípicas, pero esa fusión de imágenes cobra un claro sentido en el proyecto literario de Tolkien, que combina una amplia cantidad de motivos simbólicos, como ya se ha visto.
En el sentido que acaba de esbozarse, la gran importancia de este pasaje está en su capacidad de aludir a muchísimos otros relatos de diversas tradiciones culturales, desde la historia de David y Goliat, del Antiguo Testamento, hasta relatos maravillosos medievales, como Jack y las habichuelas mágicas: la escena de Bilbo y Smaug no destaca por su originalidad, sino que, por el contrario, busca deliberadamente la referencia a otras historias. Sin embargo, no se trata de un arquetipo en sí mismo, porque los dragones y los héroes miniaturizados no suelen presentarse en el mismo ensamble de relatos. No obstante, la alusión a otras escenas de héroes guerreros luchando contra dragones contribuye a atribuirle a Bilbo elementos del héroe exitista tradicional.
La épica anglosajona Beowulf es la mayor fuente de inspiración para esta escena. En dicho poema, cuando Beowulf ya es un héroe maduro y reconocido, un dragón es despertado de su profundo sueño cuando un ladrón se topa con su tesoro y le roba una vasija: “[El dragón,] Habitante nocturno, morador de pedregosos acantilados, por senderos ocultos, escondía un tesoro en su guarida. Un vagabundo descubrió su madriguera e, internándose en ella, avistó el botín. Y mientras la bestia dormía, le robó vasijas finamente cinceladas. Pero el engaño no duró demasiado. La sierpe, advirtiendo el despojo, descargó su venganza en aquellas tierras” (Beowulf, p. 62). Análogamente, Bilbo roba un copón de doble asas cinceladas y, con ello, despierta la furia de Smaug, quien al despertar se percata del robo.
A nivel lingüístico también es posible destacar, a partir de este capítulo, parte del proyecto de Tolkien. En más de una ocasión, en su obra se asocia a los dragones a grandes “gusanos”. Bilbo incluso llama gusano a Smaug al recordar un antiguo dicho familiar. Esta referencia no es accidental, puesto que el término inglés utilizado equivalente al español “gusano” es worm, y está emparentado con la palabra wyrm, utilizada en los relatos épicos anglosajones para describir a criaturas similares a los dragones. Esta búsqueda lingüística es importante, atraviesa toda la obra de Tolkien y se desarrolla con mayor profundidad en El Señor de los Anillos. Los pastores de los árboles, por ejemplo, son llamados ents, palabra del inglés antiguo que significa gigantes; de manera análoga, y por citar solo otro ejemplo, la monstruosa araña que casi mata a Frodo, Ella-laraña, en inglés es llamada Shelob, siendo el término lob una versión del inglés antiguo para denominar a las arañas (eso también explica su traducción al español). Así, es más que evidente hasta qué nivel puede desentrañarse el proyecto de ficción desarrollado por Tolkien como un proyecto lingüístico.
En el sueño de Smaug se presenta el primer presagio de lo que va a sucederle. Smaug sueña con un héroe que roba su tesoro y eso lo despierta, para comprobar que, efectivamente, alguien le ha robado. La distinción entre sueño y vigilia y la capacidad de sobreponerse al sueño son características que hacen a un héroe, y Bilbo así lo ha demostrado en otras ocasiones, logrando imponerse al sueño para estar vigilante frente a más de un peligro. Para Smaug, el sueño encarna la fatalidad inevitable. En el contexto literario inglés, uno puede remitirse a los sueños de la mujer del César en la obra de Shakespeare sobre el emperador romano como un ejemplo que puede servir para conectar los temas más importantes de este capítulo. El hecho de que Smaug deba dormir de tanto en tanto y no pueda custodiar su tesoro de forma constante es un punto débil, y es precisamente en sus sueños donde aparece frente a él la posibilidad de su muerte. En ese sentido, en la muerte de Smaug hay una predestinación al estilo de la tragedia griega: el personaje no puede torcer su destino y, haga lo que haga, se precipita a su cumplimiento. Como se verá en los próximos capítulos, el destino de Smaug es morir a manos de Bardo, uno de los hombres del Lago, y esto sucede gracias al robo de la copa efectuado por Bilbo.
Finalmente, cabe destacar que, al mismo tiempo que Smaug se presenta desde el inicio del relato como una figura que encarna simbólicamente la maldad y la oscuridad, su accionar parece, por otro lado, más asociado a la representación de las fuerzas de la naturaleza, que pueden ser peligrosas pero no deberían ser necesariamente malvadas. Smaug parece representar la potencia de un volcán: ha pasado cientos de años dormido y, cuando de pronto despierta, movido por la intervención activa de los enanos y el hobbit, entra en una violenta erupción: sale de su cueva hecho un torbellino de llamas y vuelve a arrasar los lugares aledaños de la montaña. Luego, como un torrente de lava, se dirige a la ciudad del Lago destruyendo todo a su paso. Esta asociación a las fuerzas naturales también está dentro del proyecto escritural de Tolkien y aplica a toda la Tierra Media, no solo en El hobbit. Fuerzas análogas pueden comprobarse en la figura de los Ents, representaciones vivas del bosque que toman partido en la guerra cuando el mago Saruman comienza a destruir los bosques para alimentar su industria bélica. En ese sentido, Smaug es la representación de una fuerza violenta que se opone a los humanos y a otras criaturas benignas. En su trasfondo mitológico, estas criaturas, causantes siempre de catástrofes, se cargan con el simbolismo negativo de las fuerzas del mal obrando activamente en el mundo.
Capítulo 13: Nadie en casa
Resumen
Bilbo y los enanos no se pueden quedar esperando indefinidamente en aquel pasillo sin luz y con poco aire hasta que Smaug los encuentre. Por eso, deciden descender hasta el gran salón donde el dragón ha acumulado el tesoro. Bilbo, como saqueador, ingresa primero, asistido por una antorcha, y contempla las grandes pilas de riqueza. Una piedra blanca en extremo brillante le llama la atención; se trata de la Piedra del Arca, una joya tallada para el Rey de la Montaña, y la reliquia familiar más preciada que Thorin quiere recuperar. Bilbo queda fascinado por su brillo y se la guarda en uno de sus bolsillos. Por el momento, no piensa compartir su descubrimiento con los enanos.
Thorin y los demás finalmente irrumpen en el salón y se pasan horas y horas contemplando el tesoro y llenándose los bolsillos con toda clase de gemas y joyas. En un momento dado, se percatan de lo peligrosa que es su situación, y Thorin los guía al exterior de la montaña. El grupo sale por la puerta principal y se dirige a Valle, para hacer campamento en uno de los antiguos puestos de observación. La caminata les lleva todo el día, y finalmente se ubican en una estancia grande y limpia, en el borde sudeste de la montaña. A todos les llama la atención la ausencia del dragón, y se van a dormir preguntándose dónde estará y por qué no habrá regresado.
Análisis
Las nociones fundamentales de este capítulo breve pueden ser resumidas en la siguiente frase: “En el salón oscuro resonó ahora una melodía que no se oía desde hacía tiempo” (p. 225): Fili y kili, los enanos más jóvenes, encuentran arpas que, gracias a su magia, siguen afinadas, y tocan dulces melodías en el salón bajo la Montaña. Esta melodía parece el primer paso en la reconquista del reino perdido: los enanos han regresado y los salones comienzan a llenarse con su música.
Sin embargo, aquel regocijo es efímero: Bilbo les recuerda del peligro que corren al no saber en qué momento podrá regresar Smaug. Revisando tantos tesoros, los enanos han perdido la noción del tiempo y su codicia desmedida los ha puesto en peligro a todos. Thorin parece salir de un ensueño ante las palabras de Bilbo, y se da cuenta de su posición. Al respecto, el narrador dice sobre los enanos: “Los meros destellos fugaces del tesoro que alcanzaron a ver mientras avanzaban, les había reavivado el fuego de los corazones, y cuando un enano, aun el más respetable, siente en el corazón el deseo de oro y joyas, puede transformarse de pronto en una criatura audaz, y llegar a ser violenta” (p. 225). Bilbo se percata de la codicia de los enanos, y a ello se suman las palabras que el dragón Smaug pronunció contra ellos. Todo esto hace que el hobbit dude por momentos de la honorabilidad de Thorin y los demás.
En verdad, tanto este capítulo como el anterior dan al lector una nueva impresión de los enanos, que los transforma en criaturas complejas y los dota de una profundidad que anteriormente no había sido esbozada. Sobre ellos también se dice: “Los enanos no son héroes, sino gente calculadora, con una idea precisa del valor del dinero; algunos son ladinos y falsos; y bastante malos tipos; y otros en cambio son bastante decentes, como Thorin y compañía, si no se les pide demasiado” (p. 200). Los enanos no destacan ni por su generosidad ni por su altruismo, sino más bien todo lo contrario. Frente a la perspectiva de hacerse ricos con el tesoro, la naturaleza codiciosa de estas criaturas se exacerba hasta el punto de ponerlos en peligro al exponerse abiertamente al regreso del dragón.
Thorin habla de los salones de la Montaña como su reino, y cuando Bilbo manifiesta que quiere salir de aquel agujero tenebroso, el enano ríe y le dice que espere a verlo limpio y decorado. Esto revela el plan de Thorin de proclamarse Rey bajo la Montaña y establecer allí su corte. Para eso, necesitan deshacerse del ahora ausente Smaug.
Capítulo 14: Fuego y agua
Resumen
La ciudad del Lago es víctima del ataque de Smaug. Tras hablar con Bilbo, Smaug está seguro de que la gente del lago colaboró con los enanos y decide descargar toda su violencia sobre Esgaroth. Afortunadamente, los vigías ven resplandores en la Montaña Solitaria y, aunque algunos piensan que son las forjas del rey que están de nuevo encendidas, y que el oro correrá otra vez en ríos valle abajo, uno de ellos, Bardo, tiene la lucidez suficiente como para dar la alarma sobre el ataque del dragón. Gracias a ello, cuando Smaug se aproxima, los hombres del Lago lo esperan armados, y toda la gente se encarga de aprovisionar agua para apagar los incendios que el dragón pueda causar.
Sin embargo, nada de ello sirve contra Smaug, quien incendia la ciudad con su aliento y destruye los edificios con su cola mientras se burla de las flechas con que intentan herirlo. Desesperados, los habitantes de la ciudad comienzan a abandonarla en botes. Entre ellos, el mismo gobernador se da a la fuga, y en la ciudad ardiente solo quedan algunos guerreros valientes que todavía resisten el ataque del dragón.
Entre ellos está Bardo, descendiente de Girion, señor de Valle, quien no retrocede y enfrenta a Smaug hasta las últimas consecuencias. En un momento dado, un zorzal se apoya en su hombro y le cuenta sobre el punto débil en la protección de Smaug. Bardo se sorprende al comprender la lengua del zorzal, pero es un descendiente de Valle y en su sangre lleva la amistad con aquellas aves. Siguiendo el consejo, prepara su última flecha y, cuando Smaug desciende sobre él, le lanza un tiro certero que atraviesa la carne del dragón en el costado izquierdo de su pecho y se pierde bien adentro de su cuerpo. Smaug se retuerce en el aire y se desploma, agonizante, sobre Esgaroth, que queda reducida totalmente.
En la costa, tres cuartos de la población se ha salvado y claman a gritos coronar a Bardo como su rey. El gobernador interviene y menciona que la gente del Lago elige a sus gobernantes, por lo que Bardo, descendiente de Girion, podría volver a Valle y refundar allí su reino. Bardo considera esta posibilidad para el futuro, pero por el momento se dedica a organizar al pueblo desamparado.
Los días pasan y la noticia de la muerte de Smaug se expande rápidamente, llegando incluso hasta los trasgos de las montañas Nubladas y a Beorn. El rey elfo entiende rápidamente que es momento de avanzar sobre la Montaña Solitaria y reclamar el tesoro, por lo que cinco días después de la muerte del dragón ya está a la orilla del lago con su ejército. Sin embargo, al ver los problemas que tienen las gentes que han perdido su ciudad, detiene su marcha y organiza la reconstrucción de Esgaroth. Antes de partir, deja a muchos elfos trabajando codo a codo con los humanos.
El capítulo finaliza once días después de la muerte de Smaug, con el Rey elfo y su ejército en camino hacia la Montaña Solitaria. Por el comportamiento de las aves en el cielo, es evidente que una guerra está a punto de desatarse.
Análisis
El capítulo 14 comienza con un grupo de vigías que observa el resplandor de la Montaña Solitaria y piensa que se trata de las forjas que vuelven a trabajar el oro, y que pronto la ciudad del Lago se llenará de riquezas. Sin embargo, uno de ellos entiende rápidamente que el resplandor solo puede ser el dragón. Se trata de Bardo, y este hombre pronto destaca, no solo por su valentía y su buen juicio, sino también por su linaje. Bardo desciende en línea directa de Girion, señor de Valle, y es por eso un humano perteneciente a otra clase: una estirpe de hombres sabios y poderosos que se ha perdido en el tiempo. En la obra de Tolkien, el linaje es un factor fundamental: los hombres más valientes y honorables lo son porque descienden de grandes hombres del pasado. En este sentido, la sangre determina al sujeto. Esta idea reproduce la misma línea de pensamiento que justifica, por ejemplo, la monarquía como el gobierno de una familia superior que tiene derecho a reinar sobre el resto de hombres simples y comunes. En esa misma línea, otra autora inglesa escribirá, medio siglo después, una saga de fantasía que postulará justamente lo contrario: Harry Potter. Rowling, en su famosa saga, postula, casi como una contestación a Tolkien, que la valentía y el talento que hacen a un buen mago pueden hallarse en cualquier persona, y no depende de la herencia de sangre.
Los compañeros de Bardo no lo quieren escuchar, puesto que lo tienen como un aguafiestas: “-¡Siempre estás anunciando cosas horribles! –dijeron los otros-. ¡Cualquier cosa, desde inundaciones a pescado envenenado! Piensa en algo alegre” (p. 234). Así lo amonestan cuando él trata de hacerlos entrar en razón. Y así también se presenta otra característica propia de los héroes humanos de Tolkien, como lo será Aragorn en El Señor de los Anillos: se trata de sujetos taciturnos, propensos al pesimismo, que no destacan ni por su buen talante ni por su alegría. Sin embargo, esto es lo que salva a la ciudad del Lago. En su pesimismo, Bardo da la alarma y prepara a las gentes para la defensa.
Bardo es un líder natural; organiza las defensas de la ciudad y da coraje a los arqueros para que resistan las embestidas brutales del dragón. Sin embargo, parece que nada puede hacerse contra la potencia destructiva de Smaug, hasta que el zorzal que ha escuchado a Bilbo se posa en el hombre de Bardo y le revela el punto débil del dragón. El zorzal aparece en este caso con un doble significado: por un lado, podría considerarse como la figura del mensajero (después de todo, es quien transfiere la noticia a Bardo) y, por otro, la de la ayuda mágica. En el camino del héroe arquetípico de la mitología, la figura del mensajero es la que impulsa al héroe hacia la aventura: frente a la información que recibe, el héroe es quien elige tomar el riesgo y actuar; una persona común probablemente hubiera ignorado el mensaje, o no hubiera sabido qué hacer con él.
Es interesante remarcar que Bardo puede comprender al zorzal porque es descendiente de los señores de Valle, quienes estaban acostumbrados a hablar con las aves. Así, es su linaje, su sangre, lo que le permite captar el mensaje y actuar en consecuencia. En segundo lugar, el héroe arquetípico de la mitología no puede enfrentarse a todos los desafíos él solo, sin ayuda. La ayuda mágica, como arquetipo, implica la aparición de un elemento que el héroe recibe (un arma, un escudo, las sandalias voladoras, etc.) y que le permite sortear un peligro o un desafío. El zorzal revela el punto débil de Smaug, y es esa información, recibida “por arte de magia” la que permite a Bardo dar muerte a su rival. A su vez, la flecha negra con la que da muerte al dragón puede pensarse bajo el mismo arquetipo de la ayuda mágica, ya que no se trata de una flecha común y corriente, como explica el mismo Bardo: “Te he reservado hasta el final. Nunca me fallaste y siempre te he recobrado. Te recibí de mi padre y él de otros hace mucho tiempo. Si alguna vez saliste de la fragua del verdadero Rey bajo la Montaña, ¡ve y vuela bien ahora!” (p. 236). La flecha que mata a Smaug es una antigua reliquia perteneciente a los señores de Valle y pasada de generación en generación. Al usarla para dar muerte al dragón, Bardo metafóricamente consuma la venganza del pueblo de Valle por todos los males y la destrucción que aquella bestia les ha causado.
La muerte del dragón tiene consecuencias inmediatas: por un lado, el pueblo del Lago debe reorganizarse y encuentra en Bardo un referente. Este acepta ayudar a reconstruir la ciudad, pero piensa establecerse como señor de Valle ahora que el dragón no está más. Otros pueblos, mientras tanto, comienzan a moverse hacia la Montaña Solitaria: el señor de los elfos es el primero en ser atraído por el tesoro, ahora sin custodia. Los elfos del bosque, de esta forma, se presentan también como criaturas codiciosas e interesadas, dispuestas a sacar rápido provecho sobre las circunstancias.
Los trasgos de las Montañas Nubladas también ven una clara oportunidad de hacerse con el tesoro de los enanos, sus odiados enemigos. Así, la aventura de los enanos deriva rápidamente hacia un conflicto político entre diversos pueblos y razas de la Tierra Media. El conflicto estallará en los capítulos siguientes y será el cierre épico de la novela: un choque feroz entre las fuerzas del bien y del mal.