Un mortal que conserve uno de los Grandes Anillos no muere, pero no crece ni adquiere más vida. Simplemente continúa hasta que al fin cada minuto es un agobio. Y si lo emplea a menudo para volverse invisible, se desvanecerá, se transformará al fin en un ser perpetuamente invisible que se paseará en el crepúsculo bajo la mirada del Poder Oscuro, que rige los Anillos. Sí, tarde o temprano (tarde, si es fuerte y honesto, pero ni la fortaleza ni los buenos propósitos duran siempre), tarde o temprano el Poder Oscuro lo devorará.
En este fragmento, Gandalf le explica a Frodo el poder que le otorgan los Anillos a quienes los portan. Así se comprende la longevidad de Bilbo, ya que el Anillo no le permite envejecer a su portador. Esto, aunque al principio podría ser una ventaja, a largo plazo se convierte en una tortura, como explica el mago. Además, Gandalf advierte a Frodo sobre el terrible poder de corrupción del Anillo, capaz de envilecer a su portador sin importar la fuerza de voluntad que este posea.
Frodo lo alzó y miró y vio líneas finas, más finas que los más finos rasgos de pluma y que corrían a lo largo del Anillo, en el interior y el exterior: líneas de fuego, como los caracteres de una fluida escritura. Brillaban con una penetrante intensidad, pero con una luz remota, que parecía venir de unas profundidades abismales.
En este apartado, Frodo observa el Anillo luego de que Gandalf lo arroje al fuego para que, con el calor, se revelen sus inscripciones. Las escrituras que aparecen en el Anillo pertenecen a la lengua de Mordor y rezan lo siguiente: "Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas" (p. 68). Así, Gandalf comprueba que el anillo de Bilbo no es otro que el Anillo Único, creado por Sauron para controlar al resto de los Anillos de Poder.
Los elfos pueden temer al Señor Oscuro, y quizá huyan de él, pero jamás lo escucharán o le servirán. Y aquí, en Rivendel, viven algunos de los principales enemigos de Mordor: los Sabios Elfos, Señores del Eldar, de más allá de los mares lejanos. Ellos no temen a los Espectros del Anillo, pues quienes han vivido en el Reino Bienaventurado viven a la vez en ambos mundos, y tienen grandes poderes contra lo Visible y lo Invisible
En estas palabras de Gandalf se evidencia el carácter agonista del relato. El Señor de los Anillos presenta el conflicto entre dos fuerzas opuestas que batallan entre sí. La batalla se libra entre el Bien y el Mal, y todos los habitantes de la Tierra Media, en algún momento, deben decidir a qué bando pertenecen. El conflicto atraviesa la totalidad de la Tierra Media, y nadie queda por fuera de esta dicotomía: incluso los elementos naturales, como los bosques y las montañas, adoptan una postura. En este ejemplo en particular, Gandalf aclara la imposibilidad de que los elfos cooperen con el bando enemigo. Su rechazo a la figura de Sauron es inflexible.
Mientras se vestía, Frodo había descubierto que le habían colgado al cuello el Anillo, y que la cadena era nueva, liviana y fuerte. Sacó lentamente el Anillo. Bilbo extendió la mano. Pero Frodo retiró en seguida el anillo. Descubrió con pena y asombro que ya no miraba a Bilbo; parecía como si una sombra hubiese caído entre ellos, y detrás de esa sombra alcanzaba a ver una criatura menuda y arrugada, de rostro ávido y manos huesudas y temblorosas. Tuvo ganas de golpearla.
En este fragmento se evidencia el poder de corrupción del Anillo. A pesar de la gran fuerza de voluntad que caracteriza a Frodo, los efectos del Anillo comienzan a manifestarse en él. Cuando Bilbo extiende la mano para sostener el Anillo por un momento, Frodo lo ve como una criatura repulsiva y ambiciosa que le genera un profundo rechazo. Con ello, queda clara la capacidad del Anillo de enemistar incluso a los seres más unidos.
Todos escucharon mientras la voz clara de Elrond hablaba de Sauron y los Anillos de Poder y de cuando fueron forjados en la Segunda Edad del Mundo, mucho tiempo atrás. Algunos conocían una parte de la historia, pero nadie del principio al fin, y muchos ojos se volvieron a Elrond con miedo y asombro mientras les hablaba de los herreros elfos de Eregion y de la amistad que tenían con las gentes de Moria y de cómo deseaban conocerlo todo y de cómo esta inquietud los hizo caer en manos de Sauron. Pues en aquel tiempo nadie había sido testigo de maldad alguna, de modo que recibieron la ayuda de Sauron y se hicieron muy hábiles, mientras que él en tanto aprendía todos los secretos de la herrería y los engañaba forjando secretamente en la Montaña de Hierro el Anillo Unico, para dominarlos a todos. Pero Celebrimbor entró en sospechas y escondió los Tres que había fabricado; y hubo guerra y la tierra fue devastada y las puertas de Moria se cerraron.
En esta cita, el narrador sintetiza el relato que hace Elrond sobre la creación de los Anillos de Poder y cómo Sauron se valió de los herreros elfos de Eregion y los enanos de Moria para aprender el arte de la creación de Anillos. Luego, Sauron creó a escondidas el Anillo Único y en él vertió todo su poder para convertirlo en un instrumento de dominación.
—Así es —respondió Elrond gravemente—. Pero mi memoria llega aún a los Días Antiguos. Eärendil era mi padre, que nació en Gondolin antes de la caída, y mi madre era Elwing, hija de Dior, hijo de Lúthien de Doriath. He asistido a tres épocas en el mundo del Oeste y a muchas derrotas y a muchas estériles victorias.
Fui heraldo de Gil-galad y marché con su ejército. Estuve en la Batalla de Dagorlad frente a la Puerta Negra de Mordor, donde llevábamos ventaja, pues nada podía resistirse a la lanza de Gil-galad y a la espada de Elendil: Aiglos y Narsil. Fui testigo del último combate en las laderas del Orodruin donde murió Gil-galad y cayó Elendil y Narsil se le quebró bajo el cuerpo, pero Sauron fue derrotado, e Isildur le sacó el Anillo cortándole la mano con la hoja rota de la espada de su padre y se lo guardó.
En esta cita, correspondiente al Concilio, se evidencia que Elrond es la memoria viva de la Tierra Media. Por su longevidad y su sabiduría, el elfo conoce gran parte de la historia de la Tierra Media, puesto que su existencia se remonta a los Días Antiguos.
Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul.
Esta es la frase, escrita en la lengua de Mordor, que se encuentra grabada en el Anillo Único, y su traducción es: "Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas" (p. 68). En este apartado en particular, Gandalf pronuncia estas palabras durante el Concilio de Elrond, un hecho paradigmático, puesto que en la Tierra Media, los magos y los elfos conocen el poder evocador de la palabra y, por tal motivo, nunca pronuncian el nombre del Señor Oscuro, ni hablan en su lengua si no es realmente necesario.
Con un grito terrible el Balrog se precipitó hacia adelante; la sombra se hundió y desapareció. Pero aún mientras caía sacudió el látigo y las colas azotaron y envolvieron las rodillas del mago, arrastrándolo al borde del precipicio. Gandalf se tambaleó y cayó al suelo, tratando vanamente de asirse a la piedra, deslizándose al abismo.
—¡Huid, insensatos! —gritó, y desapareció.
En este fragmento se narra la muerte de Gandalf como resultado de su enfrentamiento contra el Balrog, en las cavernas de Moria. Luego de que el mago parece vencer exitosamente a la feroz criatura, el Balrog lo arrastra al abismo. Es así como Gandalf sacrifica su vida para que la Compañía del Anillo pueda escapar de Moria y continuar con la misión de destruir el Anillo.
Galadriel alzó la mano y del anillo que llevaba brotó una luz que la iluminó a ella sola, dejando todo el resto en la oscuridad. Se irguió ante Frodo y pareció que tenía de pronto una altura inconmensurable y una belleza irresistible, adorable y tremenda. En seguida dejó caer la mano, y la luz se extinguió y ella rió de nuevo, y he aquí que fue otra vez una delgada mujer elfa, vestida sencillamente de blanco, de voz dulce y triste.
—He pasado la prueba —dijo—. Me iré empequeñeciendo, marcharé al oeste y continuaré siendo Galadriel.
En el capítulo 7, Frodo le ofrece a Galadriel el Anillo Único para que ella proteja la Tierra Media. Ante este ofrecimiento, la dama elfa se ve fuertemente tentada; la influencia del Anillo Único es inmediata, y el propio Anillo de Poder de Galadriel comienza a brillar, mientras que ella adopta un porte poderoso e imponente. Sin embargo, Galadriel es consciente del poder de corrupción del Anillo y sabe que, si lo utilizara, ella misma se convertiría en una tirana del porte de Sauron. Por tales razones, rechaza la oferta de Frodo y su aspecto vuelve a la normalidad.
Frodo se volvió y vio a Trancos, y sin embargo no era Trancos, pues el curtido montaraz ya no estaba allí. En la popa venía sentado Aragorn hijo de Arathorn, orgulloso y erguido, guiando la barca con hábiles golpes de pala; se había echado atrás la capucha, los cabellos negros le flotaban al viento y tenía una luz en los ojos: un rey que vuelve del exilio.
Esta cita corresponde al momento en que la Compañía del Anillo se encuentra con los Argonath, dos esculturas inmensas conocidas como los Pilares de los Reyes. Los reyes representados son los antepasados de Aragorn y, por tal motivo, para él, representan su destino como rey. Frente a las esculturas, la actitud de Trancos, el montaraz, cambia, y pasa a tener el porte de Aragorn, el heredero próximo a reclamar el trono de Gondor.