El bien vs. el mal
El principal tema de fondo en El Señor de los Anillos es el enfrentamiento entre las fuerzas del bien y el mal. En verdad, todo el entramado simbólico de la obra de Tolkien referida a la Tierra Media se polariza en estas dos fuerzas en constante conflicto, desde El Hobbit hasta El Silmarilion.
Como saga de fantasía épica, El Señor de los Anillos presenta un relato de carácter agonista, es decir, que ordena su acción a partir del enfrentamiento entre dos fuerzas opuestas y totalizantes que no dan lugar a términos medios. Además, el conflicto es totalizante porque involucra toda la creación: si las fuerzas del bien no logran derrotar al Señor Oscuro, no habrá en toda la Tierra Media un lugar que escape al dominio de Sauron.
Las fuerzas del bien se asocian a las imágenes de la luz, lo puro, lo blanco y lo inmaculado. Su mayor exponente son los elfos, unas criaturas hermosas y benignas que se muestran incorruptibles ante la maldad de Sauron. Elrond y Galadriel son el mejor ejemplo de ello. Además, otras criaturas, como Gandalf o tom Bombadil, se suman a las fuerzas del bien y ayudan a Frodo en la misión de destruir el Anillo Único. En contraposición, el mal está representado por lo oscuro, lo impuro, lo sucio y lo negro. En La Comunidad del Anillo, los mayores exponentes del mal, en un principio, son los Jinetes Negros, los Espectros del Anillo al servicio de Sauron, que intentan capturar a Frodo. A ellos se suman luego los orcos, los lobos y el Balrog de Moria.
Aun cuando existen matices entre estas dos fuerzas (como sucede con la compleja psicología de los enanos o los humanos), desde que se conforma la Comunidad del Anillo, queda clara la filiación de cada pueblo en la lucha entre el bien y el mal.
El poder y la corrupción
El poder y la corrupción que este genera a quienes lo desean o intentan ejercerlo es un tema central a toda la obra de Tolkien. En El Señor de los Anillos, el Anillo Único funciona como una metáfora del poder: este objeto mágico es creado por Sauron como un instrumento para ampliar su influencia sobre todas las criaturas y doblegar a todos aquellos que utilizan otros Anillos de Poder (los nueve anillos para los humanos y los siete para los enanos, puesto que sobre los anillos elfos Sauron no tiene control).
Cuando Isildur corta la mano de Sauron y obtiene el Anillo Único, en vez de destruirlo, lo guarda para sí, como una compensación por todo el sufrimiento que Sauron causó a su pueblo. Así, el Anillo tienta a Isildur y gracias a ello sobrevive. Tiempo después, traiciona a su portador cuando intenta usarlo para escapar de un ataque orco y le produce la muerte. Como si fuera una criatura inteligente, el Anillo es capaz de seducir y de traicionar a quien lo utiliza con el objetivo de pasar a otro dueño.
Durante el concilio de Elrond, se explicita que la naturaleza maligna del Anillo no puede ser controlada ni doblegada, ni siquiera por los más sabios o poderosos: si alguno de ellos, como Gandalf, Elrond o Galadriel, quisiera utilizarlo para hacer el bien, el Anillo terminaría por corromperlos y transformarlos en tiranos que solo buscarían imponer su voluntad sobre la del resto de criaturas.
El mejor ejemplo de la capacidad del Anillo de seducir, trastornar y corromper a quienes lo desean se observa en el último capítulo de la novela, cuando Boromir intenta arrebatárselo a Frodo. Boromir no es malo, y solo desea utilizar el Anillo para ayudar a su pueblo en la lucha contra Sauron, pero el anhelo de poder, aunque sea por una buena causa, lleva a los hombres a la ruina.
Con todo ello, el mensaje de Tolkien es claro: la ambición de poder, aunque responda a una causa justa, conduce a la corrupción y al mal.
La amistad
Desde el vínculo de Frodo con Sam hasta el conflicto entre Gandalf y Saruman, la amistad atraviesa como tema todo El Señor de los Anillos.
En la novela, las relaciones interpersonales que se establecen entre personajes pueden entenderse como vínculos de amistad o de rechazo a la amistad que manifiestan una toma de postura en términos morales. Cuando, al inicio del viaje, Gildor nombra a Frodo “amigo de los elfos” (p. 107), lo que se evidencia es una cosmovisión compartida, una serie de valores frente a los cuales Gildor y Frodo se encuentran hermanados.
El caso de Gandalf y Saruman demuestra, por el contrario, que el rechazo a la amistad significa una toma de postura respecto del conflicto mayor en que está sumida la Tierra Media. Saruman rechaza la amistad que lo unió a Gandalf en otro tiempo, cuando ambos compartían la misión de defender a los Pueblos Libres. Ese rechazo pone de manifiesto que los valores que cada mago ostenta son diametralmente opuestos, y que no hay espacio posible para conciliarlos.
La amistad es una fuerza poderosa que opera sobre el mundo, indica Tolkien, y es gracias a ella que Frodo logrará destruir el anillo: si no fuera por los amigos que lo rodean, Frodo no habría logrado ni siquiera abandonar la Comarca sin ser descubierto. Más adelante, la amistad incondicional de Sam lo va a salvar en numerosas ocasiones. Tan importante es la amistad, que al formarse la Comunidad del Anillo, Gandalf convence a Elrond de que permita a Merry y a Pippin formar parte de ella, puesto que la amistad entre los hobbits puede ser una fuerza más poderosa que la pericia en armas de los mejores guerreros, o incluso que la sabiduría de antiguos elfos.
El héroe
Como todo relato épico, la acción de El Señor de los Anillos se organiza en torno a las aventuras de una figura nuclear que condensa los valores que representan a una comunidad, es decir, del héroe.
El héroe es un sujeto singular, que destaca entre los suyos y está llamado a seguir un camino que lo pondrá a prueba y le otorgará una experiencia de vida magnificada, muy diferente a la del resto de su comunidad. Tras salir victorioso de una serie de aventuras, el héroe se convierte en una figura ejemplarizante para la sociedad, en un modelo cuya conducta y valores son dignos de imitar.
El héroe épico anglosajón es una figura monolítica que cumple con su deber sin dudarlo. En él se encarna la fuerza física, la pericia en el combate, la valentía y el arrojo. Sin embargo, El Señor de los Anillos propone, en primera instancia, un abordaje diferente sobre la figura heroica, puesto que el héroe principal de la saga es Frodo, un hobbit que no sobresale por ninguno de los rasgos anteriormente mencionados. Si bien destaca entre los hobbits, Frodo no deja de ser un sujeto sencillo, sin grandes las grandes cualidades esperadas en un héroe. En primer lugar, cuando debe hacerse cargo del Anillo, desea escapar a la tarea, puesto que no se considera capaz de realizarla. Además, no tiene ninguna experiencia en el combate, no se considera a sí mismo como una persona particularmente valiente y no tiene conocimientos del mundo que puedan facilitarle su misión.
Por el contrario, Aragorn, el heredero de Isildur, presenta todas las cualidades del héroe arquetípico, pero no se hace cargo de la destrucción del anillo, sino que su misión es acompañar a Frodo durante parte de su viaje y luego luchar contra los ejércitos de Sauron junto a los Pueblos Libres. Durante el Concilio se problematiza la figura del héroe al tener que elegir a un portador del Anillo, y el propio Elrond señala que las figuras heroicas muchas veces desempeñan papeles menores en las grandes hazañas, mientras que algunos sujetos comunes terminan jugando roles fundamentales. Con todo ello, Tolkien indica en El Señor de los Anillos la importancia del sujeto común y corriente para la concreción del destino. Para el autor, el héroe no es quien siempre está seguro de lo que debe hacer y tiene el poder para hacerlo, sino quien hace lo que debe a pesar de sus dudas y sus limitaciones.
La compasión y la misericordia
Desde el inicio de El Señor de los Anillos, Gandalf se refiere a la compasión y a la misericordia como dos potencias que operan sobre el mundo y que influyen en el cumplimiento del destino. Cuando le cuenta a Frodo la historia del Anillo, este expresa que es una lástima que Bilbo no haya matado a Gollum cuando tuvo la oportunidad. A ello, Gandalf responde con una de sus frases más famosas:
—¿Lástima? Sí, fue lástima lo que detuvo la mano de Bilbo. Lástima y misericordia: no matar sin necesidad. Y ha sido bien recompensado, Frodo, puedes estar seguro: la maldad lo rozó apenas y al fin pudo escapar por el modo en que tomó posesión del Anillo, con lástima (...). Muchos de los que viven merecen morir, y algunos de los que mueren merecen la vida (...). [N]o te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos (...). [L]a misericordia de Bilbo puede determinar el destino de muchos, no menos que el tuyo (p. 79).
Bilbo le perdona la vida a Gollum porque lo ve como una criatura solitaria y desdichada y siente tristeza ante sus padecimientos. Este gesto es fundamental para todo el desarrollo de El Señor de los Anillos, puesto que, más adelante, Gollum se convierte en el guía de Frodo y lo lleva hasta Mordor.
La misericordia y la compasión son valores esencialmente cristianos que Tolkien, que profesa el catolicismo, destaca como fundamentales para la sociedad. A lo largo de la novela, Gandalf vuelve en numerosas ocasiones sobre la idea de la compasión, y no deja de destacar que es una de las fuerzas que el Bien pone en marcha en el mundo.
El conocimiento y la sabiduría
El Señor de los Anillos está lleno de personajes sabios, que conocen el pasado y lo utilizan para comprender el presente y poder proyectar hacia el futuro. Además de la magia y del destino, la sabiduría es un componente absolutamente necesario para la concreción de la misión de Frodo.
Dentro de los personajes que se caracterizan por su sabiduría, Gandalf es el más importante. Aunque siempre se muestra misterioso y críptico, Gandalf se convierte en el guía de Frodo durante la mayor parte de La Comunidad del Anillo, hasta que cae en Moria luchando contra el Balrog. Gandalf es una representación arquetípica del mago en la tradición anglosajona (muy próximo al Merlín, de los ciclos artúricos): se trata de un personaje con amplios conocimientos del mundo y de las fuerzas ocultas que intervienen en la lucha eterna entre el Bien y el Mal, que ayuda con sus consejos al héroe de la novela.
Elrond y Galadriel son dos personajes que poseen una sabiduría distinta a la de Gandalf: su conocimiento proviene de la experiencia en la Tierra Media a lo largo de las edades. Galadriel es uno de los seres más antiguos que todavía habitan en el continente y Elrond, aunque joven según los estándares de los elfos, participó activamente en la guerra contra Sauron que puso fin a la Segunda Edad y sabe mucho sobre la historia de los Anillos de Poder. Son ellos, junto a Gandalf, quienes toman las decisiones más importantes sobre cómo enfrentar el regreso de Sauron, y gracias a sus consejos Frodo puede cumplir con su objetivo.
Además de los mencionados, existe otro abordaje de la sabiduría: el que se esconde en las canciones y las historias populares que muchos personajes recuerdan. Sam, cuyo nombre completo es Samsagaz, posee una enorme sabiduría de este tipo, y ayuda a Frodo en más de una ocasión. El hobbit, aunque se dedicó toda su vida a la jardinería y nunca salió de la Comarca, conoce muchas historias y canciones que en distintos momentos de la aventura lo ayudan a encontrar las fuerzas para sobreponerse al desaliento, y a tomar decisiones en las que todo el destino de la Tierra Media se pone en juego. Con todo ello, es innegable que la sabiduría juega un papel fundamental como un instrumento más en la lucha contra los planes de dominio de Sauron.
El destino
Los motivos aparentemente azarosos que disparan la acción en El Señor de los Anillos introducen el tema del destino. El hecho de que Bilbo encontrara el Anillo Único no es casualidad, indica Gandalf, sino exactamente lo que debía suceder: Cuando el Anillo siente que el poder de su amo vuelve a extenderse sobre la Tierra Media, decide abandonar a Gollum con el objetivo de que alguna criatura fácil de corromper lo encuentre y lo lleve ante Sauron. Sin embargo, como le explica Gandalf a Frodo,
Detrás de todo esto había algo más en juego, y que escapaba a los propósitos del hacedor del Anillo: no puedo explicarlo más claramente sino diciendo que Bilbo estaba destinado a encontrar el Anillo, y no por voluntad del hacedor. En tal caso, tú estarías destinado a tenerlo (p. 75).
Gandalf, uno de los seres más sabios del universo de Tolkien, confía en estas fuerzas que operan sobre la tierra y que se manifiestan de formas misteriosas e incomprensibles. Cuando Frodo llega con el Anillo a Rivendel, Elrond también acepta que el destino puso el Anillo en manos de Frodo, y él es quien debe intentar destruirlo, aun cuando muchos otros guerreros y sabios parecerían mucho más capaces.
Desde esta perspectiva, cada evento que sucede fuera de lo planificado en El Señor de los Anillos puede interpretarse como un paso más hacia la concreción del destino señalado. Incluso la puñalada que recibe Frodo en la Cima de los Vientos funciona en este sentido: aunque casi muere y se convierte en espectro, Frodo sobrevive y profundiza su comprensión del enemigo, algo que luego le servirá para tomar decisiones.
Galadriel es otro personaje que también señala que el destino está prefijado, y que lo único que puede hacer Frodo es encontrar las fuerzas necesarias para avanzar hasta el final. En este sentido, la noción de destino se asocia a la de esperanza: los grandes sabios, Gandalf, Elrond y Galadriel, impulsan a la Comunidad del Anillo a esperar más allá de toda esperanza, y esa fuerza es la que los alienta a enfrentarse a Sauron.