Los pies de Estragon
Los pies de Estragon son una imagen que se repite en varios pasajes de la obra. El acto primero inicia con Estragon tratándose de descalzar. Su primera línea de diálogo es: "No hay nada que hacer" (p.3), en referencia a que no puede quitarse los zapatos. En el mismo Acto, Estragon quiere andar descalzo, pero Vladimir dice que no puede hacerlo. Estragon justifica su decisión diciendo que Jesús también lo hizo. Cuando se encuentran con Pozzo y este pregunta quién de los dos huele tan mal, Estragon contesta: "A él le huele el aliento, a mí, los pies" (p.39).
En el acto segundo Estragon sigue descalzo y cuando Vladimir encuentra sus zapatos y le dice que se los ponga, Estragon responde que no lo hará porque son un número más chico que el suyo y le hacen mal a los pies. Al final, Vladimir lo convence y él mismo se los pone. A pesar de que en este acto los mismos zapatos ahora le quedan bien, hacia el final de la historia volverá a intentar quitárselos. Los pies de Estragon, de alguna forma, están representando esa incomodidad permanente de estar ahí, esperando a Godot, sin ninguna perspectiva clara de que eso suceda. En ese sentido, el problema no son sus pies, sino la percepción que él tiene de ellos. Al mismo tiempo, esta imagen de los pies de Estragon, en la opinión de varios críticos, lo caracteriza como un personaje que encarna la cuestión física del ser humano, en contraposición a la cuestión racional encarnada por su compañero Vladimir.
El anochecer
Los dos Actos comienzan al anochecer. Vladimir y Estragon esperan con ansias la noche ya que es el momento en que Godot dijo que iba a aparecer. La obra transcurre en un anochecer constante, que parece no resolverse nunca, como la espera de Godot. Es un momento del día ambiguo, de transición, y los personajes parecen mimetizarse con estas características. Vladimir y Estragon, como el anochecer, se encuentran en la ambigüedad desesperante de una espera eterna. Godot es la noche, es el sentido de la existencia, es un Todo, que tarda tanto en llegar que da toda la sensación de no existir.
La espera
Vladimir y Estragon encarnan la imagen de la espera. El hecho de que estén en ese camino rural desierto, con un único árbol a la vista, proponiéndose distracciones para que pase el tiempo, todo lo que hacen, todo lo que dicen, es la imagen de la espera. En ese sentido, está claro que esta imagen se extiende durante toda la obra y se construye en cada acción de los protagonistas: cuando se cuentan historias, cuando proponen colgarse del árbol, cuando se insultan para reoconciliarse o cuando interactúan con Pozzo solo por hacer algo.