Resumen:
La novela comienza con la descripción de los Dursley, la familia que habita en el nº4 de Privet Drive. Vernon Dursley, un hombre con sobrepeso y un gran bigote trabaja como director de una compañía que hace taladros, mientras que su mujer, Petunia, es flaca y rubia y tiene una atracción particular por espiar a sus vecinos. Su hijo, Dudley, es grotescamente gordo, incluso desde pequeño, y es totalmente malcriado por sus padres. La familia Dursley es feliz viviendo sus normales y poco interesantes vidas. La hermana de Petunia, Lily Potter, es definitivamente una “Anti-Dursley” y, por eso, Petunia no le ha hablado en los últimos años.
La mañana para los Dursley comienza con normalidad: Vernon se viste para ir al trabajo mientras Petunia le da de comer a Dudley y le cuenta a su marido los últimos chismes sobre sus vecinos. Sin embargo, cuando Vernon sale hacia el trabajo, nota algo extraño: un gato leyendo un mapa. Cuando mira por segunda vez, el mapa ha desaparecido y el gato lo está mirando. Convencido de que está imaginando cosas, Vernon continúa hacia su trabajo. Cuando se detiene en un semáforo, nota otra cosa extraña: mucha gente en la calle usando capas de brillantes colores. Así y todo, decide ignorar las extrañas ocurrencias y se concentra en su cronograma de trabajo para el día.
Cuando realiza la pausa para el almuerzo, vuelve a irritarlo la gente que anda por la calle usando capas brillantes y charlando entre ellos con entusiasmo. Cuando se cruza con un grupo, escucha a algunos de ellos hablando sobre “los Potter” y, en un momento de terror, se pregunta si estarán hablando de su extraña cuñada y su familia. A pesar de que trata de no preocuparse por eso –después de todo, “Potter” es un apellido muy común –Vernon se pasa el día distraído hasta que, a las cinco de la tarde, vuelve a su casa y habla con Petunia sobre los extraños sucesos del día. Al entrar es enfrentado por el mismo gato que a la mañana, que ahora está sentado en la tapia del jardín.
El día de Petunia ha transcurrido con total normalidad, y Vernon se pregunta si debería molestarse en contarle aquellos extraños susurros sobre “los Potter”. Debe haber sido una coincidencia. Sin embargo, los noticieros del día han estado llenos de extraños eventos: lluvias de estrellas fugaces y cientos de lechuzas volando durante el día. Vernon se pregunta entonces si la mención a los Potter habrá sido una coincidencia después de todo. Mientras se queda dormido concluye que, incluso si esa gente extraña estaba hablando sobre su cuñada, eso no tendrá ningún efecto sobre su familia.
Unos minutos después de la medianoche, un hombre alto llamado Albus Dumbledore aparece repentinamente en la esquina de Privet Drive. Usando un “apagador” plateado, Dumbledore apaga velozmente todas las luces, hasta que la calle queda en total oscuridad, y entonces nota la presencia del gato, que aún está vigilando en la esquina. El gato se transforma de golpe en una mujer de semblante severo y anteojos cuadrados, a la que Dumbledore se dirige por el nombre de Profesora McGonagall. La extraña pareja discute los sucesos del día y los rumores de la desaparición de Ya-Sabes-Quién, también conocido como Voldemort, un mago oscuro que ha estado en el poder en Gran Bretaña los últimos once años.
La charla deriva hacia la familia Potter, y Dumbledore le informa a la Profesora McGonagall que Lily y James Potter están muertos; han sido asesinados por Voldemort. Pero su hijo pequeño, Harry, de alguna manera sobrevivió la maldición de Volvemort y destruyó el poder del mago. Dumbledore planea dejar a Harry con los Dursley; son los únicos parientes vivos y deberán criar al niño hasta que este sea suficientemente mayor como para comprender la muerte de sus padres y sus propias habilidades mágicas. McGonagall protesta vehementemente contra la decisión de Dumbledore, pero este le explica que no hay otra opción. Además, al vivir con los Dursley Harry estará protegido de su propia fama como “El niño que vivió”.
Unos momentos después, un gigante llamado Hagrid llega desde el cielo manejando una motocicleta y le entrega a Dumbledore un paquete de mantas que contienen al pequeño Harry. Dumbledore deja gentilmente al bebé en la puerta de entrada de los Dursley junto a una carta con explicaciones, y luego los tres personajes abandonan la escena.
Análisis:
Harry Potter puede considerarse una saga perteneciente al hipergénero del Fantasy, una gran matriz que a lo largo de todo el siglo XX y el siglo XXI ha generado una infinidad de novelas que proponen la construcción de mundos posibles: desde el terror gótico (con su estética de monstruos, tumbas y cadáveres sangrientos) hasta la fantasía épica que imita escenarios medievales y luchas maniqueas entre el bien y el mal (y cuyo mayor exponente ha sido El Señor de los Anillos), el fantasy tiene como rasgo principal y distintorio la producción de sagas (secuencias de novelas relacionadas entre sí) que naturalizan lo extraordinario, desnaturalizan lo conocido y desarrollan nuevos mundos con sus lógicas propias.
Rowling comienza su novela con una descripción de Vernon y Petunia Dursley, dos personajes que, claramente, no son los protagonistas del libro. A pesar de que Rowling no describe a los Dursley en términos absolutamente negativos –como hará luego con Voldemort– su estrechez mental y su insistencia en ser “normales” son descritas como defectos. El punto de vista que la pareja sostiene respecto de Lily Potter y su familia también se presenta en términos particularmente negativos. Ya que Petunia considera a su hermana una excéntrica, elige negar su parentesco con ella, a pesar de que este lazo debería ser mucho más fuerte que cualquier juicio negativo.
La alteridad, como se verá a lo largo de toda la saga, es muy importante en el proyecto de escritura de Rowling: el contraste entre el mundo mágico y el de los muggles, el intento constante de los Dursley de ser normales y los sufrimientos que atravesará Harry por ser diferente a sus tíos son las primeras manifestaciones de esta tensión entre lo “normal” y lo que es percibido como “lo otro” por una norma social. “Lo otro”, es decir, la alteridad, es percibido por la norma como algo monstruoso y peligroso que puede destruir el orden establecido, razón por la cual debe repudiarse y rechazarse con violencia. Los Dursley representan, así, el establishment de la pequeña burguesía inglesa encerrada en su mundo de confort y normas sociales que hay que respetar para ser buena gente.
En ese sentido, la novela es un manifiesto sobre la tolerancia y la aceptación de lo que es diferente, de lo que nos puede asustar o incomodar puesto que se escapa de nuestra comprensión. Por eso, la familia Dursley, en tanto representación de la norma, es percibida por la narradora como todo aquello que debe evitarse. El mensaje de Rowling queda muy claro desde el primer capítulo: lo normal no es necesariamente bueno. Lo normal puede enmascarar un sinfín de conductas xenófobas y llenas de odio hacia el otro.
La entrada de Dumbledore en escena deja en claro que la familia Dursley nunca podrá ser tan normal como desea. Al dejar a Harry en la puerta de su casa, los Dursley son obligados a coexistir con lo “anormal” de la familia Potter. La decisión que toma Dumbledore de dejar a Harry con sus tíos sirve a dos propósitos: no solo le permite a Harry crecer sin que lo abrume la fama que ha ganado en el mundo mágico, sino que también castiga a los Dursley por su intolerancia. Si los Dursley hubieran aceptado a la familia de Lily Potter y su estilo de vida, la decisión de Dumbledore no les hubiera implicado un cambio tan grande de vidas.
La presencia de Dumbledore en Little Whinging introduce a los lectores al mundo mágico que Rowling describirá en mayor detalle a lo largo de toda la novela. La repentina aparición de Dumbledore en la calle, su misteriosa capacidad de apagar las lámparas de la vía pública y las referencias a este maligno Voldemort y sus maldiciones asesinas aluden al mundo fantástico al que pertenece Harry. Análogamente, la habilidad de la Profesora McGonagall de transformarse en gato revela que las posibilidades de este mundo mágico son ilimitadas.
A partir de estos elementos mágicos, cuya irrupción se dosifica en un comienzo, pero que luego constituirán el universo narrativo de toda la novela, Harry Potter cumple con una condición propia de las sagas adscriptas al fantasy, puesto que nos propone un paracosmos, es decir, un relato de extensión variable que se publica en ciclos extensos (trilogías, tetralogías, etc.) y que propone mundos heterocósmicos (o sea, creados por el autor, que se diferencian del mundo en que habitamos) y autónomos (que se rigen por sus propias leyes, desarrolladas extensamente para ofrecer al lector “espacios-otros” verosímiles). Harry Potter sería, entonces, un relato que propone universos alternativos autoconsistentes.
Tal como lo aclara Dumbledore, Harry no está aún preparado para lidiar con los portentos del mundo de los magos. Un niño con un trasfondo de vida menos traumático habría podido crecer en el mundo mágico, pero Harry ha atravesado una experiencia tan oscura que está mucho más a salvo si crece como un muggle. En cierto sentido, Harry debe crecer antes de ser parte de un mundo para el que es tan importante. Y este momento le llegará a Harry en el capítulo 3, cuando, en su cumpleaños número 11, recibe la invitación para asistir a Hogwarts.
A nivel estilístico, la prosa de Rowling es ágil y de sintaxis simple, con frases cortas y un vocabulario accesible para un lector infantil. Sin embargo, como puede observarse libro a libro, la complejidad y la riqueza a nivel estético aumentarán paulatinamente. Es interesante, puesto que Harry Potter es una saga que se ha desarrollado a lo largo de siete libros y con la que ha crecido toda una generación de lectores. A medida que esos niños crecían, la complejidad del mundo que proponía Rowling lo hacía también.
Las descripciones, a su vez, son simples, en general visuales, y poco a poco van construyendo la percepción del mundo en función del contraste entre lo normal y lo “extraño” del mundo mágico que va a desarrollarse en los siguientes capítulos: “Mientras esperaba en el habitual congestionamiento matinal del tránsito, no pudo dejar de notar una cantidad de gente vestida de forma extraña. Gente con capas. El señor Dursley no soportaba la gente que usaba ropa ridícula. ¡Los conjuntos que usaba la gente joven! Supuso que esa debía ser alguna estúpida moda nueva” (p. 10). El vocabulario simple y las frases cortas permiten al lector novel avanzar con mucha rapidez a lo largo del relato y construir paulatinamente la complejidad y la riqueza del mundo propuesto por Rowling.
En relación a su estilo, cabe destacar también la representación casi paródica que Rowling hace al inicio de la novela de los Dursley: los personajes del Tío Vernon y la Tía Petunia aparecen como una suerte de caricaturas construidas a partir de un puñado de rasgos estereotipados: “El señor Dursley (…) era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, pero con un bigote muy largo. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi del doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte de su tiempo estirándolo sobre las verjas de los jardines, para espiar a sus vecinos” (p. 9). La gordura y la falta de cuello de Vernon, por un lado, y la delgadez y la longitud exagerada del cuello de Petunia, por el otro, construyen dos imágenes visuales que transmiten, desde la primera página de la novela, una impresión grotesca pero efectiva de sus personalidades. Así, el primer capítulo sorprende por los términos absolutos en los que se definen las personalidades negativas de Vernon y Petunia. Sin embargo, en los próximos capítulos, Rowling volverá sobre estos perfiles estereotipados y trabajará sobre ellos hasta dotarlos de una complejidad psicológica que, de momento, no ha sido esbozada.