“esta forma de echarme en cara la dependencia en que me hallaba en relación a los demás me había arrollado como si fuera un extraño canto de cuna, doloroso y terrible” (p.15) (Símil)
Jane pasa gran parte de su infancia siendo maltratada por la señora Reed y sus hijos, en cuya casa habita. Fallecido el señor Reed, único miembro de la familia que trataba a Jane con cariño, el resto de los integrantes de la casa le hacen sentir constantemente a Jane su desprecio, y una y otra vez la amenazan con dejarla en la calle o le recriminan que debería sentirse agradecida porque la dejen vivir con ellos. Así, la infancia de la protagonista carece en gran medida del amor filial, tan significativo en la crianza de los niños. Es esto lo que se implica en el símil utilizado por la narradora: donde debería haber cosas típicas de la infancia, como cantos de cuna, Jane no encuentra sino maltrato; el desprecio y la falta de amor son los sentimientos que acunan a la niña cada noche.
"esta casa es un calabozo" (p.240) (Metáfora)
Rochester se expresa así sobre Thornfield luego de que ruidos extraños (que más tarde sabremos provenientes de Bertha) despierten a todos los huéspedes de la casa. La línea en boca de Rochester tiene lugar en un diálogo con Jane, y la muchacha responde a esta expresión diciendo que ella encuentra la casa encantadora. Tiene sentido, sin embargo, que Rochester la compare metafóricamente con un calabozo: como sabremos después, en esa casa está encerrada Bertha, la esposa demente por la cual Rochester no puede vivir con libertad, estando preso de ese matrimonio, y unido así a Thornfield como un preso a su celda.
“Es como si tuviera una cuerda que vibrara al mismo tiempo que otra que usted tuviese en análogo lugar y se uniera de un modo invisible a la mía” (p. 273) (Símil)
Con este símil, Rochester procura describirle a Jane sus sentimientos: él cree que la conexión entre ambos es tan profunda, exacta y armoniosa como las cuerdas de dos instrumentos que hacen sonar, en conjunto, una misma melodía.
"el traje de novia y el velo (...) despedían un extraño resplandor, como si no fueran cosas reales, sino sueños de la fantasía” (p. 294) (Símil)
En la mañana del día en que se casará con Rochester, Jane no espera que suceda nada extraño: el mes de noviazgo, desde la propuesta matrimonial, se sostuvo en una alegre emoción. Sin embargo, en el símil utilizado por la narradora se puede observar cómo se filtra, de algún modo, un anticipo de lo que sucederá. A Jane le parece que, por un juego de luces, tanto el velo como el vestido de novia, es decir los elementos que vestirá en la boda, se ven como algo más propio de la fantasía que de la realidad. Efectivamente, poco después, se verá que el casamiento no puede concretarse en realidad, puesto que Rochester ya está casado. La posibilidad de la unión matrimonial se develará, entonces, como algo que queda en el plano de la fantasía.
“Rochester se tambaleó, como si un terremoto hubiera sacudido la tierra bajo sus plantas” (p.302) (Símil)
La cita pertenece al momento en el que el señor Briggs irrumpe en la Iglesia para impedir la boda de Jane y Rochester. El símil utilizado procura dejar traslucir lo caótica y desconcertante que esta irrupción es para Rochester: es como si un terremoto sacudiera la tierra bajo sus plantas, es decir, como si algo arruinara los proyectos que tan cuidadosamente intentó hacer florecer.