La casa de Bernarda Alba

La casa de Bernarda Alba Citas y Análisis

Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada.

Bernarda (Acto 1, p. 59)

Este pasaje muestra la importancia que tienen las habladurías entre la gente del pueblo, una de los temas principales de la obra. El mayor temor de Bernarda es lo que puedan decir las personas, y eso motiva su tiranía sobre las hijas. El agua "envenenada" tiene el mismo sentido que la metáfora "el veneno de sus lenguas" (Ver en esta guía la sección "Metáforas y símiles").

¡No , no me acostumbraré! Yo no quiero estar encerrada. No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras. ¡No quiero perder mi blancura en estas habitaciones! ¡Mañana me pondré mi vestido verde y me echaré a pasear por la calle! ¡Yo quiero salir!

Adela (Acto 1, p. 69)

Adela es la única de las hijas de Bernarda que se niega respetar el luto. La idea de ponerse un vestido verde es gesto claro de rebeldía. El color verde simboliza al mismo tiempo la rebeldía y la vitalidad de Adela. Por otro lado, les dice abiertamente a las hermanas mayores que no quiere envejecer encerrada, como ellas están dejando que suceda. Las hermanas han estado más tiempo que ella sometidas a las severas restricciones de Bernarda y no han actuado al respecto.

A vosotras, que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre a los quince días de boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón.

La Poncia (Acto 2, p. 76)

La situación general de represión hacia las mujeres es uno de los temas principales de la obra. La sentencia de La Poncia muestra con crudeza el universo masculino al que deberán someterse las mujeres casadas. Si el matrimonio se presentaba como una promesa de libertad, felicidad y sexualidad no reprimida para las hijas de Bernarda, La Poncia destruye esta esperanza. Su perspectiva muestra que no hay una alternativa más prometedora frente al encierro de la casa materna en una sociedad como en la que viven.

Poncia: De muy lejos. Vinieron de los montes. ¡Alegres! ¡Como árboles quemados! ¡Dando voces y arrojando piedras! Anoche llegó al pueblo una mujer vestida de lentejuelas y que bailaba con un acordeón, y quince de ellos la contrataron para llevársela al olivar. Yo los vi de lejos. El que la contrataba era un muchacho de ojos verdes, apretado como una gavilla de trigo.

Amelia: ¿Es eso cierto?

Adela: ¡Pero es posible!

Poncia: Hace años vino otra de éstas y yo misma di dinero a mi hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas.

Adela: Se les perdona todo.

Amelia: Nacer mujer es el mayor castigo.

Magdalena: Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.

(Acto 2, p. 81)

Este intercambio muestra el contraste entre el universo femenino y el masculino en una sociedad machista. Los hombres tienen privilegios. Su conducta no se evalúa moralmente de la misma manera que la de las mujeres. A ellos se les permite mostrar su energía sexual sin represalias. "Se les perdona todo" quiere decir que sus actos no son juzgados ni castigados con el mismo criterio que los de las mujeres. La crítica y el castigo recae, en este aspecto, únicamente sobre las mujeres.

Me gustaría segar para ir y venir. Así se olvida lo que nos muerde.

Adela (Acto 2, p. 82)

En este pasaje Adela atribuye al encierro la causa de su pesar sentimental. El encierro es lo que la atormenta. "Lo que nos muerde" se refiere a los sentimientos que podrían olvidarse fuera de las paredes de la casa, con el ir y venir de la tarea rural.

La reclusión es una cuestión de clase y de género. Por un lado se delimitan las tareas que pueden hacer las mujeres. Bernarda dice en el primer acto: "Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón" (60). Por otro, cuando Adela dice "¡Ay, quién pudiera salir también a los campos!" (81), Magdalena responde: "¡Cada clase tiene que hacer lo suyo!" (60). De esta manera, se ve que las restricciones que reciben las mujeres están motivadas tanto por la clase como por el género.

¡Silencio digo! Yo veía la tormenta venir, pero no creía que estallara tan pronto. ¡Ay, qué pedrisco de odio habéis echado sobre mi corazón! Pero todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para vosotras y esta casa levantada por mi padre para que ni las hierbas se enteren de mi desolación. ¡Fuera de aquí! (Salen. Bernarda se sienta desolada. La Poncia está de pie arrimada a los muros. Bernarda reacciona, da un golpe en el suelo y dice:) ¡Tendré que sentarles la mano! Bernarda, ¡acuérdate que ésta es tu obligación!

Bernarda (Acto 2, p. 87)

Este discurso de Bernarda, dirigido en parte a sus hijas y en parte a ella misma, muestra la represión que impone a sus conductas. Aunque Bernarda sabe que las mujeres necesitan expresar su sexualidad, se esfuerza por controlarlas. Dice "Yo veía la tormenta venir", pues el comportamiento de ellas no es más que una conducta esperable. Sin embargo, se obliga a ella misma a reprimirlas, porque cree que es su deber, y porque su valor máximo es conservar la buena reputación. La metáfora "cinco cadenas" alude a la represión, mientras que "la casa [construida] para que ni las hierbas se enteren de mi desolación" se refiere a que la construcción permite salvar las apariencias.

Cada uno sabe lo que piensa por dentro. Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar. ¿Lo entiendes?

Bernarda (Acto 3, p. 97)

Las buenas apariencias son el valor máximo en la filosofía de Bernarda. A ella le interesa lo superficial por encima de los sentimientos humanos más profundos. Además, el término "fachada" proviene de la arquitectura y se refiere a la parte delantera de una construcción. Con esta expresión también se alude a la casa en su conjunto, como elemento que guarda las buenas apariencias.

Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado.

Adela (Acto 3, p.107)

El discurso de Adela muestra el alcance de su pasión amorosa. Su deseo es irreprimible. No sólo no se adaptará a las órdenes de su madre, sino que no se acomodará tampoco a las normas sociales. Por otro lado, se refiere a la gente del pueblo diciendo: "los que dicen que son decentes", de manera que la moral del pueblo está puesta en duda. Finalmente, en la alusión bíblica, Adela se identifica con Jesucristo, puesto que como Él será sacrificada (Ver en esta guía la sección "Elementos literarios").

Adela: (Haciéndole frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata un bastón a su madre y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé usted un paso más. ¡En mí no manda nadie más que Pepe!

Adela (Acto 3, pp.108-109)

Este es parte de un diálogo en el clímax de la obra. Adela rompe el bastón de su madre, símbolo de su autoridad, y se rebela abiertamente contra ella. La metáfora "voces de presidio" sirve para describir la atmósfera de represión en la que viven ella y sus hermanas, puesto que, por medio de ella, Adela asocia la casa familiar con una cárcel. Nótese también la acotación "haciéndole frente", que demuestra el gesto firme y decidido. Sin embargo, es interesante destacar que su voz de rebeldía no declara su absoluta soberanía sobre ella misma, sino que traslada a Pepe Romano la autoridad que le quita a su madre, puesto que dice "¡En mí no manda más que Pepe!".

No hay en cien leguas a la redonda quien se pueda acercar a ellas. Los hombres de aquí no son de su clase. ¿Es que quieres que las entregue a cualquier gañán?

Bernarda (Acto 1, p. 64)

Este pasaje muestra que el motivo por el que Bernarda no deja que sus hijas se casen está directamente ligado a la cuestión de la clase social. Ella mira con desprecio a las personas de clase social inferior. "Los pobres son como los animales. Parece como si estuvieran hechos de otras sustancias" (p. 56), dice al respecto este personaje. Por otro lado, permitir un vínculo matrimonial con alguien de otra condición social bajaría su reputación, lo que constituye el mayor miedo de Bernarda. Más tarde se revela que ella impidió el matrimonio de Martirio y Enrique Humanes por el mismo motivo: "¡Mi sangre no se junta con la de los Humanes mientras yo viva! Su padre fue gañán" (88).

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