Resumen
Bernarda pregunta por Angustias y Adela le dice que ha ido al portón. Bernarda pregunta si ya se han ido los hombres del duelo y la hija contesta que no todos, por lo que la madre llama furiosa a Angustias y la reprende por estar detrás de ellos. Luego le pega con el bastón y ella rompe a llorar.
Tras echar a las hijas, Bernarda se queda hablando con La Poncia. Ella le dice que Angustias ha escuchado detrás de una ventana la conversación de los hombres, lo que no es correcto. Bernarda le pregunta, curiosa, de qué hablaban, a lo que la sirvienta responde que conversaban sobre Paca la Roseta, a quien unos hombres se han llevado a caballo al alto de un olivar mientras a su marido lo habían dejado atado en un pesebre. Dice que Paca estaba conforme y que habían vuelto de día. Bernarda dice que es la única mujer mala del pueblo. La Poncia lo atribuye a su condición de forastera, la misma de los hombres que se la llevaron. Bernarda afirma que los hombres nacidos en su pueblo no son capaces de actos semejantes. Luego, hablan de las hijas de Bernarda. La Poncia dice que ya están en edad de casarse, pero Bernarda afirma que no hay hombres de su clase en el pueblo.
Entonces, la otra criada entra anunciando que está Arturo, el hombre que viene a arreglar los asuntos de la herencia. Bernarda le ordena a La Poncia que guarde toda la ropa del muerto en un arca. Esta dice que algunas cosas podrían ser donadas, pero Bernarda le prohíbe donar siquiera un botón. Se van.
Entran Martirio y Amelia. Esta le pregunta a la otra si ha tomado la medicina y su hermana responde que lo hace regularmente aunque sin esperanza, y que sigue desanimada. Luego hablan de Adelaida, una vecina que no estuvo en el duelo, y que desde que está casada no va a ningún lugar, pues su marido se lo prohibe. Dicen que ya no es más una mujer alegre y dudan de que tener novio sea algo bueno. Martirio comenta que Adelaida le teme a Bernarda, porque esta le hace insinuaciones sobre lo que sabe del pasado de su padre. Él ha matado al marido de su primera mujer para casarse con ella y luego la abandonó. Más tarde estuvo con otra mujer que tenía una hija, pero aquella murió enloquecida y, finalmente, la hija y él tuvieron a Adelaida. Martirio dice que los hombres nunca van a la cárcel porque se encubren entre ellos, y que es preferible no ver nunca a un hombre. Además, sostiene que Dios la hizo débil y fea para mantenerla apartada de los hombres.
A continuación, Amelia recuerda que a Enrique Humanes ella le gustaba, y Martirio dice que eso nunca sucedió, pues el día que tenía que pedirle compromiso no lo hizo. Martirio sostiene que a los hombres no les interesa la belleza de las mujeres, sino sus riquezas y lo sumisas que sean. Entra Magdalena. Recuerda con añoranza los viejos tiempos en los que, según dice, “no se usaban las malas lenguas”. Luego cuenta que Adela se ha puesto un vestido verde, se ha ido al corral y ha estado llamando a las gallinas. Son cerca de las doce del mediodía. Comentan que Pepe el Romano vendrá a casarse con Angustias. Magdalena dice que lo hace por el dinero, puesto que Angustias está “vieja y enfermiza” y es la que menos mérito tiene. Luego, añade que el Romano tiene 25 años y que es el mejor de los hombres de aquellos lugares.
Entra Adela. Tras reírse por una ocurrencia de ella, las hermanas le comentan la noticia del futuro casamiento entre Angustias y Pepe, lo cual la sorprende. Cambian de tema y Adela dice que no se acostumbrará al luto y que no quiere estar encerrada. Entra la criada y dice que Pepe se acerca por la calle. Todas salen y entran La Poncia y Bernarda comentando que a Angustias le ha quedado la mayor parte de la herencia.
Vuelve a entrar Angustias y su madre la reprende nuevamente por haberse maquillado el día del duelo de su padre. Angustias le responde que Antonio no era su padre. Bernarda la trata con desprecio y le prohibe que salga hasta que se haya quitado el maquillaje. La Poncia le pide que no sea tan inquisitiva. Entran las hermanas y Magdalena le dice a Angustias que es la más rica de todas. Ella reacciona mal al comentario y la madre, golpeando el bastón, dice que ella será quien mande en los asuntos de todas.
Al final del acto entra Maria Josefa, que se ha escapado del encierro, ataviada con flores en la cabeza y en el pecho. Manifiesta que no quiere dejarles a sus nietas sus pertenencias, pues ninguna de ellas va a casarse, y que ella quiere casarse con un hombre hermoso a orillas del mar. Dice que quiere ir a su pueblo, que no quiere ver a sus nietas solteras rabiando y destrozando sus corazones, y que casarse le dará una alegría. Bernarda no puede evitar que siga hablando a los gritos, y aquella repite que quiere irse y casarse a orillas del mar.
Análisis
Bernarda ejerce una violencia feroz contra sus hijas. Esto queda expuesto en el gesto de pegarle con el bastón a su hija Angustias por haber salido al patio detrás de los hombres. Angustias tiene 39 años y aún no es libre de actuar según su criterio, lo que demuestra que Bernarda somete a sus hijas a una represión permanente y exhaustiva.
Por su parte, Bernarda hace sin discreción lo que a las otras mujeres les prohíbe: se entera de los temas de conversación de los hombres. En esta oportunidad, los hombres hablan de Paca la Roseta. Lorca utiliza para este personaje el simbolismo del apellido “Roseta”, que remite a la rosa, símbolo de sensualidad, erotismo y amor. Paca la Roseta es foco de acusaciones por parte de Bernarda y La Poncia por estar “conforme” con la relación sexual que ha mantenido con los hombres que la llevaron al olivar. Bernarda atribuye maldad a la indecencia de Paca y Poncia sostiene que ésta se explica porque su condición de forastera. Lo mismo ocurre con los hombres que la llevaron al olivar. La Poncia se jacta de la moral de los hombres y mujeres oriundos de su pueblo, afirmando que ellos no son capaces de un acto de adulterio semejante.
A continuación, tras la indignación de Bernarda por la conducta de su hija Angustias, La Poncia le sugiere que sus hijas están en edad de estar con un hombre. Por supuesto, la estricta norma de conducta que exige Bernarda las aleja de todo vínculo con ellos. Más adelante se verá que Angustias tiene su primer encuentro a solas con un hombre a los 39 años.
Bernarda justifica su posición diciendo: “Los hombres de aquí no son de su clase” (64). El problema de la clase social reaparece acá asociado a los lazos matrimoniales. Para Bernarda es una cuestión capital que sus hijas se casen con hombres de su misma posición económica. Se volverá sobre el tema en el segundo acto, a propósito de la relación entre Martirio y Enrique Humanes.
Por otro lado, Bernarda ostenta su buena posición económica pero es avara. Así, vemos que cuando La Poncia sugiere donar ropa de su marido muerto, la matrona se lo prohibe diciendo: “Nada. ¡Ni un botón! ¡Ni el pañuelo con que le hemos tapado la cara!” (64).
Más tarde, en la conversación entre Martirio y Amelia, las hermanas ponen en duda la conveniencia del matrimonio para una mujer. A propósito de Adelaida, Amelia pone en duda que la situación sea mejor para las mujeres casadas, pues a aquella el marido no la deja salir, y ella ha perdido su alegría. Amelia comenta entonces: “Ya no sabe una si es mejor tener novio o no” (65).
Luego, se vuelve a poner el foco en las diferencias de género. Los hombres se representan acá como infames, impunes y con la capacidad de encubrirse entre ellos. Ese es el universo masculino que construyen las hermanas a partir de las anécdotas que conocen. Estas tienen una función crítica. Dibujan a una sociedad machista, que se inclina siempre a favor de los hombres. Allí, sus crímenes no son sancionados, mientras que los de las mujeres son duramente castigados.
Por otra parte, el personaje de Martirio queda parcialmente caracterizado en esta escena. En primer lugar, dice tomar su medicina sin fe pero regularmente. Esto nos permite saber que padece una enfermedad crónica y que está resignada. Por otro lado, dice temer a los hombres y agrega: “Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente mí”. Su condición de enferma crónica, su fealdad y su temor por los hombres son sus rasgos característicos que hasta aquí se presentan. También se menciona que el único hombre con quien tuvo un posible acercamiento, Enrique Humanes, finalmente nunca fue a encontrarse con ella la noche que dijo que lo haría: Martirio está convencida de que todo fue un rumor del pueblo y que él nunca tuvo la intención de acercarse.
Más adelante, en el relato de Magdalena, se presenta el perfil de Adela. El episodio de las gallinas la define como un personaje alegre, con vivacidad y rebeldía. Su personalidad es radicalmente distinta a la de sus hermanas. Es la única mujer en la casa que se anima a desafiar la autoridad de Bernarda. Su deseo de libertad es evidente. Un poco más adelante ella expresa abiertamente a sus hermanas su negativa a respetar el tiempo de luto: “Yo no quiero estar encerrada. No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras. ¡No quiero perder mi blancura en estas habitaciones! ¡Mañana me pondré mi vestido verde y me echaré a pasear por la calle! ¡Yo quiero salir!” (69).
Otro tema relevante en este acto es la repartición de la herencia. Es un tema capital porque introduce el problema de la desigualdad económica de las hijas de Bernarda. Esto es clave en el conflicto dramático. Angustias se ha quedado con la mayor parte de la herencia, y las hermanas atribuyen a este hecho el interés de Pepe el Romano en casarse con ella, pues no consideran que tenga otro atractivo. Magdalena la describe diciendo: “reconocemos que está vieja, enfermiza, y que siempre ha sido la que ha tenido menos méritos de todas nosotras” (67).
Finalmente, el acto se cierra con la irrupción de María Josefa. En este final estalla la violencia acumulada. La madre de Bernarda reclama a voces su libertad y declara su deseo de huir de la casa y casarse a la orilla del mar. Su deseo es el mismo que las hijas de Bernarda callan. El mar simboliza la libertad y la huída. Este tipo de cierre va a repetirse. Se trata de un rasgo constructivo de la obra.