Resumen
Martirio le comenta a Amelia que escuchó ruidos en el corral la noche anterior. Amelia desconoce el asunto, pues de noche duerme. Luego de un breve intercambio, Martirio intenta decir algo pero luego se queda callada.
En ese momento, Angustias entra furiosa preguntando quién tiene el retrato de Pepe que ella guarda debajo de su almohada. Entre las hermanas discuten y entra Bernarda alarmada por el escándalo y por la posibilidad de que las vecinas lo escuchen. Al enterarse del incidente, ordena a La Poncia que lo busque. La Poncia lo encuentra y dice que estaba entre las sábanas de Martirio. Bernarda, enfurecida, golpea a Martirio con el bastón. Luego le pregunta el motivo y su hija responde que fue para hacer una broma. Adela le dice que no fue una broma, y que había sido otra cosa “que le reventaba en el pecho por querer salir”.
Entonces Martirio le insinúa a Adela que ella puede contar cosas que la avergonzarían. Magdalena y Amelia se mantienen al margen de la situación que enfrenta a Martirio y a Adela. Amelia dice que ellas las apedrean con malos pensamientos. Adela y Martirio siguen discutiendo con ensañamiento. La primera da a entender que esa situación de confusión permanecerá entre las hermanas hasta que se liberen sexualmente, diciendo: “Hasta que se pongan en cueros de una vez y se las lleve el río”. Bernarda la llama “perversa”. Las hermanas siguen discutiendo. Bernarda las calla y dice que aún tiene cinco cadenas para ellas. Las echa. Se siente desolada.
La Poncia y ella se quedan hablando. La Poncia sugiere que Angustias se debe casar pronto para alejar a Pepe de la casa, y le sugiere que abra los ojos. Bernarda no ve nada raro en el comportamiento de sus hijas, y entonces La Poncia vuelve a prevenirla de que sucede algo “muy grande”. Bernarda la acusa de hablar con malas intenciones y la criada entonces la culpa por no haber dejado libres a sus hijas. Menciona el episodio de Enrique Humanes. Él iba a casarse con Martirio, pero Bernarda le prohibió que fuera a la casa el mismo día en que iba a pedirle el compromiso. Bernarda argumenta que lo hizo porque el padre de Enrique era un trabajador del campo. Luego se jacta de su origen.
Bernarda niega que ocurra algo grave y dice que, si pasara, no traspasaría las paredes. Discuten y su criada le insinúa la situación de Adela con Pepe. Bernarda no entiende o prefiere ignorar la indirecta. Discuten nuevamente y La Poncia menciona que su hijo pasó por la calle a las cuatro y media de la madrugada y vio que Pepe todavía estaba hablando con Angustias.
Entonces entra Angustias desmintiendo el hecho, y afirma que Pepe desde hace una semana se marcha a la una. A continuación entra Martirio y afirma haber escuchado también que se marchó a las cuatro, y que estaba en la ventana del callejón. Angustias dice que se ven con Pepe en la ventana de su dormitorio. Entra Adela. Bernarda está desconcertada, y piensa que el pueblo quiere levantar falsos testimonios para perjudicar a su familia. Martirio y La Poncia insisten en que algo está ocurriendo, y Bernarda anuncia que, desde entonces, vigilará con tenacidad. Además, le señala a La Poncia que ella solo tiene derecho a obedecer.
En ese momento interrumpe la otra criada avisando que hay un gran gentío en la calle, y Bernarda le ordena que averigüe qué sucede. A las hijas solo les permite salir al patio. Ellas salen y luego entran Martirio y Adela. La primera le sugiere a su hermana que podría haberla delatado. Adela le responde que ella, Martirio, también desea a Pepe. Martirio la amenaza. Adela le suplica que deje de molestarla. Luego le dice que no ha sido su culpa, que ha ido “como arrastrada por una maroma”.
Entonces entra el resto de las mujeres y La Poncia explica lo que ocurre en la calle. La hija de la Librada, que es soltera, ha tenido un hijo y, para ocultar su vergüenza, lo ha matado y escondido debajo de unas piedras. Al ser encontrado por unos perros, los vecinos quieren matarla y la llevan arrastrando por la calle. Bernarda y Martirio aprueban y alientan la acción del pueblo. Se oye un grito de mujer y un gran rumor. Adela se pone a favor de la mujer pidiendo que la dejen escapar y, mientras su madre y su hermana siguen incitando el castigo físico, ella se toca su vientre.
Análisis
El incidente con el retrato de Pepe el Romano pone en evidencia el clima de sospecha y rivalidad entre las hermanas. La metáfora que utiliza Amelia sintetiza esta idea: "nos apedreáis con malos pensamientos" (86). Respecto al retrato, la acción dramática sucede fuera del espacio escénico visible. El espectador no sabe quién lo ha escondido, pero el conflicto se presenta de manera tal que las sospechas recaen sobre Adela. Sin embargo, puede pensarse que el dramaturgo desvía la atención hacia Martirio para que no se agote el protagonismo de Adela en este episodio. Estas “explosiones” en el transcurso de apariencia monótona de los días en la casa son un recurso dramático que imprime cambios en el historia. Con este episodio se pone en evidencia la pasión que también Martirio siente por Pepe.
Para referirse a eso, Adela dice: “No ha ha sido broma, (...) ha sido otra cosa que te reventaba en el pecho por querer salir” (86). La metáfora para referirse al enamoramiento de Martirio es similar a la que utiliza La Poncia para sugerir los sentimientos de Adela cuando dice que se comporta “como si tuviera una lagartija entre los pechos” (73). El tema del amor pasional es un tema tabú en la casa de Bernarda, por lo que ningún personaje pone en palabras literales sus deseos de amor, excepto María Josefa, quien padece demencia y está encerrada por eso.
En este sentido, nótese también el uso del término “río” con connotaciones eróticas. Recuérdese que Bernarda había dicho que su pueblo era un pueblo sin río. Cuando Adela usa la expresión “Hasta que se pongan en cueros de una vez y se las lleve el río” (86), está otorgando al término “río” un valor puramente simbólico y con connotación sexual. Con estos términos se refiere al momento en que sus hermanas tengan relaciones sexuales. La madre no duda del sentido de la expresión, pues la acusa de perversa.
Tras la discusión por el retrato, prevalece el conflicto económico por encima del amoroso: las hermanas sienten celos por la fortuna que Angustias ha heredado. La madre ve estallar así la “tormenta” que veía venir sobre ellas. El sentido metafórico del clima también es recurrente.
Más tarde, en su conversación con La Poncia, Bernarda vuelve a insistir con el tema de las clases sociales. Ya se vio en el Primer Acto que los hombres del pueblo no son de la clase social alta a la que pertenece Bernarda, y es por ese motivo que ella no deja que sus hijas se casen. En este acto, a propósito del caso de Enrique Humanes, la madre dice que impidió que se acercara a la casa el día en que iba a comprometerse con Martirio porque el padre de él era gañán, esto es, un hombre que trabaja en el campo a las órdenes de otra persona. Además, con esto se revela que Bernarda les ha ocultado a sus hijas la realidad de la situación, pues ellas todavía creen que la promesa de Enrique no fue más que un rumor del pueblo.
La Poncia le insinúa a Bernarda que algo grave está ocurriendo en la casa y eso genera una discusión entre ellas: Bernarda le asegura que lo que la otra le dice no es correcto, y asegura que, si lo fuera, “no traspasaría las paredes” (89). La sinécdoque se refiere a la casa: las paredes conservan su honor. Más adelante, esta idea será desmentida por sus propias palabras (Acto III, Segunda parte). Pero la representación de la casa como fortaleza se vuelve a delinear a continuación, cuando ella misma dice: “Si las gentes del pueblo quieren levantar falsos testimonios se encontrarán con mi pedernal” (91). El “pedernal” es una metáfora que alude a la casa, puesto que sus paredes tienen una gran resistencia. Por un lado, vemos entonces que Bernarda está enceguecida, dado que, pese a su control y vigilancia, no puede ver lo que ocurre con Adela. Por el otro, se ve que lo que realmente le importa son las apariencias, como se demostró ya respecto al encierro de su madre. Además, vemos que el personaje insiste aquí, nuevamente, en imponer su punto de vista sobre la realidad, por encima de los hechos fácticos.
Cabe también destacar que, en la nueva discusión entre Martirio y Adela, esta afirma actuar “como arrastrada por una maroma” (92). Esto tiene un sentido trágico: la heroína se siente arrastrada por una fuerza superior, por lo que ya no domina sus actos.
El acto se cierra de forma terrible. La violencia se desata esta vez contra una mujer del pueblo, la hija de la Librada. La acción transcurre en el espacio escénico invisible, del que solo se oyen rumores y gritos. Allí se exponen las posiciones de Martirio y Bernarda a favor del castigo extremo que el pueblo ejerce sobre la mujer, mientras que Adela interviene con piedad hacia ella. Además, en la didascalia se dice que Adela se sostiene el vientre, lo que hace pensar que ella también está esperando un hijo ilegítimo. Esto constituye una ironía dramática, pues el resto de los personajes desconoce este hecho.