“La gallina degollada” aparece por primera vez en la revista Caras y Caretas el 10 de julio de 1909, y es bien recibida por el público, acostumbrado a los cuentos breves y efectistas de Horacio Quiroga. Tanto en su argumento como en el tratamiento de sus temas, puede observarse la herencia decadente y modernista propia de las producciones literarias de finales de siglo XIX y principios de siglo XX en toda América Latina. En Horacio Quiroga, esta herencia está marcada, como puede verse en el cuento, por la lectura de dos grandes autores: Edgar Allan Poe, padre del relato de horror, y Guy de Maupassant, prolífico escritor francés que exploró las posibilidades del relato realista y del fantástico. Además, sus textos presentan otra clara influencia: la de escritores latinoamericanos modernistas, como Rubén Darío y Leopoldo Lugones.
“La gallina degollada” propone una historia de horror familiar en la que están involucrados cinci niños: los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz y Bertita, la hija sana. Con el estilo despojado y breve que caracteriza gran parte de su producción, Quiroga relata las relaciones que se dan dentro de la familia hasta derivar en un final efectista y melodramático: imitando a la criada que degolló una gallina para preparar el almuerzo, los cuatro hijos, cuya inteligencia se limita a la imitación de lo que ven, capturan a su hermana y la degüellan sobre el piso de la cocina.
En “La gallina degollada”, Quiroga se aleja del realismo naturalista y se vuelca a la exploración del interior del ser humano, de sus pensamientos, sus sentimientos, sus miserias y sus más profundos temores. El desenlace del cuento, el truculento y efectista final de Bertita, convierte a “La gallina degollada” en uno de los melodramas más populares de las letras argentinas.