La gallina degollada

La gallina degollada Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

Al día siguiente, tras las emociones de la noche, Berta se levanta y escupe sangre. Con el objetivo de descansar un poco, el matrimonio decide salir a pasear después de almorzar.

Para preparar la comida, la sirvienta degüella en la cocina una gallina y la desangra lentamente. En un momento, al sentir un ruido detrás, la mujer se da vuelta y descubre a los cuatro hijos del matrimonio, que la observan con cara estupefacta, concentrados en el rojo de la sangre que mancha el piso. Tras avisar a la madre, esta se lleva a los niños, que no deben entrar jamás a la cocina.

Después del almuerzo, la sirviente se va a Buenos Aires y el matrimonio sale a pasear por las quintas junto a su hija. Al regresar a la casa, la pareja se demora hablando con sus vecinos, mientras que Bertita entra en la casa y se dirige al patio, donde sus cuatro hermanos se encuentran sentados en el banco de siempre.

Con el objetivo de asomarse sobre el cerco, Bertita coloca una caja de kerosene y se para sobre ella. Mientras tanto, sus hermanos, que no han parado de observarla, se levantan del banco y se dirigen hacia ella, la toman con fuerza de los pies, la bajan de la caja y le tapan la boca para que no pueda gritar. Uno de ellos comienza a apretarle con fuerza el cuello y a apartarle los bucles como si fueran plumas, mientras que los otros la arrastran del pie hasta la cocina, al mismo lugar donde la sirvienta degolló la gallina.

En la casa de enfrente, el señor Mazzini cree escuchar la voz de su hija, aunque luego de detenerse a escuchar con atención, no sienten nada. De todas formas, la pareja regresa a la casa, que se encuentra sumida en un inusual silencio. Preocupado por esta anomalía y presintiendo una desgracia, el señor Mazzini comienza a llamar a los gritos a su hija y revisa toda la casa. Cuando se precipita a la cocina, encuentra un mar de sangre en el piso y comienza a gritar, horrorizado. Su esposa llega al lugar, y el marido se interpone en la puerta para que no pueda contemplar la horrorosa escena. Con un suspiro ronco, Berta se hunde en los brazos de su marido.

Análisis

Una vez desarrollado el trasfondo de la familia Mazzini-Ferraz, el relato retoma la escena del inicio y se precipita rápidamente hacia la trágica conclusión. La muerte de Bertita coincide con la trasgresión de las reglas establecidas por la familia. En primer lugar, los cuatro hijos violan las reglas de la casa al entrar a la cocina y espiar a la criada que prepara el almuerzo. Pocas cosas interpelan a los cuatro niños como el color rojo, y la visión de la sangre al degollar la gallina los fascina y despierta algo en ellos que luego detonará en la última escena del relato. Ante la transgresión de los niños, la madre interviene para reprenderlos y enviarlos de nuevo al único sitio que les parece reservado: el banco del patio. En segundo lugar, Bertita, la hija sana, también viola las reglas familiares al escaparse de sus padres mientras estos saludan a los vecinos y dirigirse, sola, al patio de la casa. En este sentido, son las transgresiones de los diferentes miembros de la familia las que desencadenan la tragedia y terminan destruyendo la unidad familiar.

Estas transgresiones también quedan vinculadas a la dinámica de exclusión que se establece en la familia y que, como se ha dicho anteriormente, subvierten la función primordial de protección y contención de la unidad familiar: los padres excluyen a los cuatro hijos idiotas y luego estos transgreden las reglas establecidas por sus progenitores y observan a la criada, que degüella una gallina. Esa misma tarde, la hija también transgrede un mandato, se aleja de los padres y eso deriva en su muerte. Así como el héroe de la tragedia clásica muere al cometer un acto desmesurado y transgredir los límites impuestos por los dioses, en "La gallina degollada", la tragedia también queda asociada a la transgresión y el exceso de todos los personajes que conforman el núcleo familiar.

Al verla solitaria, tratando de asomarse al cerco, los cuatro niños toman a Bertita como si se tratase de una gallina, la llevan a la cocina y la degüellan, tal como vieron que la criada hacía con el animal. Así, no hay maldad, ni siquiera intencionalidad consciente en la muerte de la niña, por lo que el mismo concepto de asesinato se pone en duda. Los victimarios son también las víctimas dentro del esquema familiar que los excluye y los invisibiliza. Además, entre los cuatro hijos idiotas y Bertita existe un rasgo en común que los iguala: todos son hijos que desobedecen a los padres de una forma u otra, sin estar en condiciones de medir la repercusión de sus acciones. Para ninguno de los cuatro hijos hay posibilidad de procesar moralmente lo que hacen, mientras que la niña tan solo se alejó de sus padres para regresar a su casa y asomarse por el cerco.

Con la muerte de Bertita, el fracaso de la herencia de los Mazzini-Ferraz se concreta. La condena de la sangre, de una forma o de otra, es para los cinco niños, y no hay posibilidad de escapar a la fatalidad. Como algunos críticos han indicado, muchos relatos de Quiroga derivan del realismo hacia el melodrama: se trata de relatos cortos que juegan con la pretensión de ser realistas pero que apelan a generar emociones intensas, conmociones, diría el propio autor, en sus lectores. Esta transición se hace definitiva con la muerte truculenta de Bertita y las emociones que busca suscitar en los lectores, para lo cual el final efectista es fundamental:

—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.

—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola.

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro”

(p. 52).

Lo que mueve a los cuatro hijos idiotas a degollar a su hermana es el impacto que les causa el intenso color rojo de la sangre de la gallina que degüella la criada. Existe un vínculo entre la sangre derramada y la idea de una enfermedad hereditaria que se transmite de los padres a los hijos: es la combinación genética de los padres, a la que metafóricamente es común referirse como la combinación de la sangre, lo que produce la enfermedad de los hijos, y es también la sangre —la visión de la sangre derramada— la que desencadena la muerte de Bertita. Así, la muerte de la hija que no heredó la enfermedad también queda asociada a la simbología de la sangre.

Además, existe otra inversión de sentidos que queda clara en el relato: la idea de la casa como un lugar de protección y amparo. Como se ha dicho en la sección anterior, la unidad familiar no cumple su función en el caso de los cuatro hijos, puesto que estos no reciben ningún cuidado de parte de sus padres y que el patio se figura para ellos como una suerte de prisión de la que no pueden escapar. La muerte de Bertita, ocurrida en el interior del hogar, en la cocina precisamente, vuelve a revelar la casa como un espacio no exento de peligro, de violencia y de hostilidad. Con ello, la subversión del lugar común que ocupa el hogar en el imaginario social también contribuye a que el efecto del cuento sea aún más sensacionalista y ayuda a generar la deseada conmoción del lector.

Habiendo revisado el final y contemplando al relato en su conjunto, puede observarse en “La gallina degollada” la influencia de dos grandes escritores, tanto de la literatura realista como del relato fantástico y de horror: Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant. La fórmula que utiliza Quiroga a nivel estructural de narrar dos historias —la historia del nacimiento y desarrollo de los hijos idiotas y la historia del asesinato de la hija— y la resolución efectista del final que las conecta es una fórmula aprendida de dichos autores, y conforma una de las grandes bases de su obra. Entre otros cuentos que también la presentan, pueden mencionarse “A la deriva”, “La insolación” y “La miel silvestre”, por citar los más conocidos.

Tal como lo indica Ricardo Piglia, el naturalismo social tan en boga en la literatura occidental de fines de siglo XIX y principios de siglo XX se carga en Quiroga de rasgos originales al estar atravesado por el horror y el melodrama propios de los relatos góticos. Esta aseveración puede comprobarse en el relato que nos compete, del que hemos analizado algunos rasgos propios de la literatura naturalista: en primer lugar, el discurso científico y positivista como una forma de analizar la realidad o la exploración de la psiquis humana; luego, el uso de un lenguaje depurado de ornamentos con el objetivo de referirse a la realidad de una forma directa y concreta. Finalmente, la decadencia familiar, la enfermedad heredada de los padres y la muerte de la niña en manos de sus hermanos puede asociarse al horror gótico, mientras que la escena que cierra el cuento, preparada para conmocionar al lector con devastadora potencia, convierte al relato en un auténtico melodrama.

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