El relato comienza con la imagen de los cuatro hijos idiotas de la familia Mazzini-Ferraz sentados en un banco, en el patio de su casa. Allí suelen pasar todo el día, abandonados de todo cuidado y amor paternales. El mayor tiene doce años, y los menores, dos mellizos, ocho.
El narrador parte de dicha imagen y desarrolla luego la historia del matrimonio: Mazzini y Berta Ferraz se casan jóvenes y tienen un primer hijo que, al año y medio, sufre un ataque de convulsiones y pierde todas sus facultades intelectuales. La pareja queda devastada ante el diagnóstico médico y se resigna ante la idea de que su hijo no se recuperará jamás. Movidos por el deseo de engendrar un niño saludable, la pareja tiene otro hijo, que sufre el mismo padecimiento que su hermano mayor, y luego dos hijos mellizos, que corren la misma suerte. Así, el matrimonio comienza a deteriorarse, y la pareja suele echarse la culpa mutuamente por la enfermedad hereditaria que destruye sus deseos de formar una familia normal.
A pesar de las disputas, luego de algunos años, el matrimonio vuelve a empeñarse en tener un hijo sano, y al cabo de un tiempo conciben una niña, Bertita, que supera el año y medio sin dar muestras de padecer la enfermedad que disminuyó las capacidades de sus hermanos. Con Bertita en la familia, el matrimonio olvida por completo a sus cuatro hijos idiotas, quienes quedan confiados a los pocos cuidados de una criada y crecen excluidos de todo amor familiar.
Un mediodía, luego de una agitada noche debido a una fiebre que padeció Bertita, la pareja decide almorzar y luego salir a pasear con su hija. La criada, entonces, toma una gallina del patio, la lleva a la cocina, la degüella y deja que se desangre para poder cocinarla. Los cuatro hijos, sin embargo, siguen a la criada y contemplan extasiados el color rojo de la sangre del animal; cuando la madre los ve en la cocina los echa al patio, donde los cuatro permanecen durante la ausencia de la familia.
Cuando los Mazzini-Ferraz regresan del paseo, el matrimonio se detiene a saludar a sus vecinos y Bertita ingresa sola a la casa. Aprovechando la ausencia de sus padres, la niña sale al patio e intenta asomarse sobre la pared de ladrillos. Mientras tanto, sus hermanos la contemplan con los ojos iluminados. De pronto, y con una velocidad sorprendente, los cuatro se levantan, toman a la niña por las piernas y la llevan a la casa. Imitando lo que la criada había hecho con la gallina, degüellan a Bertita sobre el piso de la cocina. Cuando el señor Mazzini, temiendo que algo haya sucedido, llega a la casa, es demasiado tarde: el enorme charco de sangre delata lo que le ha sucedido a su hija.