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¿Por qué es problemático el ejercicio del libre albedrío? ¿Qué posturas se enfrentan en relación a eso?
La cuestión del libre albedrío es esencial en esta novela. Por un lado, en los capítulos iniciales, Alex parece libre de elegir cómo quiere actuar, y definitivamente elige una conducta no aceptada socialmente. Roba, golpea y viola. La maldad es algo que elige conscientemente, y él también es consciente de que su comportamiento perjudica a la sociedad: “Pues bien, me porto mal, con las crastadas, los tolchocos y los juegos con la britba y el viejo unodós unodós, y si me lovetan, tanto peor, oh hermanos míos, y a decir verdad no puede gobernarse un país si todos los chelovecos se comportan como lo hago yo de noche” (28). El libre albedrío le da a Alex la posibilidad de elegir, y él elige hacer el mal.
Para el capellán de la prisión, esa posibilidad de elegir es lo que nos hace esencialmente humanos, por eso es preferible para él elegir el mal que dejar de ser humanos. F. Alexander está de acuerdo: un hombre que no puede elegir deja de ser un hombre. Frente a esta postura está la del gobierno y las instituciones del Estado, que no ven el libre albedrío como algo esencialmente humano y, en cambio, creen deben erradicar las malas conductas a cualquier precio. Por eso ponen a funcionar la ciencia al servicio de esa posición: implementan la técnica de Ludovico con Alex para eliminar sus malas conductas, aunque al hacerlo lo dejan convertido en una “naranja mecánica”, al quitarle la posibilidad de elegir sus acciones.
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¿Cómo se presenta la evolución del protagonista de la novela?
Al comienzo de la novela, Alex tiene 15 años y su comportamiento es inmaduro. Él y sus amigos comenten crímenes por satisfacción, no miden las consecuencias de lo que hacen ni se arrepienten de los daños que causan. La leche que toman continuamente es un símbolo que se usa para representar esa inmadurez. Al comienzo del capítulo final, Alex es todavía inmaduro y sigue tomando leche con sus amigos, aunque ya no son los mismos del principio, y continúa cometiendo crímenes. El crecimiento psicológico de Alex no se explica como resultado de otra cosa que no sea su mayoría de edad. Ahora tiene 18 años y repentinamente sufre una transformación. Se da cuenta de que la vida que llevaba ya no le interesa, y toma la decisión de cambiarla. Es significativo que cambie el viejo bar “lácteo”, por uno donde venden té y café, bebidas que en esta novela son símbolos de madurez. Al darse cuenta de su transformación, Alex piensa que su mal comportamiento fue algo propio de la inmadurez juvenil, y que los jóvenes se comportan sin pensar en sus acciones y sin poder evitarlas, tal como le sucedió a él.
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¿Qué características presenta la apreciación de la música clásica en la novela?
La apreciación de la música clásica en la novela es un rasgo distintivo de la compleja personalidad de Alex. El hecho de que el protagonista sienta pasión por la música clásica, y que tenga una gran sensibilidad para apreciarla, no hace que su carácter sea dual, sino que más bien muestra que los valores éticos y estéticos están disociados. Alex se ríe de un artículo en el que el autor considera que la apreciación de la "Gran Música" y otras "Artes" (29) podría conducir a los jóvenes modernos a mejorar su conducta. Él sabe que escuchar música clásica le produce el efecto contrario: esta música está íntimamente ligada a sus instintos violentos. Él fantasea con golpear y violar mientras la escucha. El doctor Brodsky, por su parte, coincide con ligar la música a la violencia. Cree que la violencia participa de muchas actividades humanas, por más puras que parezcan, entre ellas, la música: “La actividad más dulce y celestial participa en alguna medida de la violencia; por ejemplo, el acto amoroso, o la música” (67), afirma.
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¿Cómo se presenta en la novela la dualidad entre el Bien y el Mal?
Al principio de la novela Alex plantea la dualidad del Bien y el Mal como si se tratara de una simple elección, donde él se inclina por el Mal, porque lo disfruta. Además, no entiende por qué las personas como Deltoid indagan en la causa del mal, y por qué no dejan que cada uno simplemente actúe a su gusto:
“Pero, hermanos, este morderse las uñas acerca de la causa de la maldad es lo que me da verdadera risa. No les preocupa saber cuál es la causa de la bondad, y entonces, ¿por qué quieren averiguar el otro asunto? Si los liudos son buenos es porque les gusta, y ni se me ocurriría interferir en sus placeres, así que lo mismo deberían hacer en el otro negocio. Y yo soy cliente del otro negocio.” (28)
Sin embargo, el problema ético que plantea la novela va más allá de eso. El capellán de la prisión le da una vuelta de tuerca al tema, para plantearlo en términos del bien forzado vs. el mal elegido. Como él piensa que lo esencial del ser humano es su capacidad de elegir, es decir, su libre albedrío, cree que es preferible el mal elegido a someter a un individuo a comportarse bien de manera forzada y sin capacidad de optar.
Por otro lado, Alex se muestra irónico respecto a las instituciones sociales, como la fuerza policial, puesto que duda de que ellos estén del “lado del Bien”. Los policías lo tratan con brutalidad y sienten tanto placer, con la violencia, como él: “Entonces los militsos se dedicaron a preparar una larga declaración que yo tendría que firmar; y yo pensé, infierno y basura, si ustedes bastardos están del lado del Bien, me alegro de pertenecer al otro club” (43).
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¿Qué implicaciones morales tiene el uso de la técnica de Ludovico?
Las implicaciones morales del uso de la técnica de Ludovico son un elemento central de la novela. La técnica de Ludovico es un tratamiento que le quita a Alex su libre albedrío. Según la perspectiva del capellán de la prisión, esto es equivalente a privarlo de su humanidad, porque la capacidad de elegir es lo que nos hace esencialmente humanos. De manera que, para él, la aplicación de la técnica es moralmente inaceptable.
Por otro lado, al gobierno y a quienes trabajan para el Estado, no les preocupan los asuntos morales, como dice Brodsky, el principal responsable de llevar a la práctica el tratamiento: “Ésas son sutilezas -sonrió a medias el doctor Brodsky-. No nos interesan los motivos, la ética superior. Sólo queremos eliminar el delito…” (72). Su perspectiva es utilitaria, lo mismo que la del Ministro del Interior, quien agrega que su intención es: “aliviar la espantosa congestión de las prisiones.” (72). La pregunta que queda abierta en la discusión es si el fin justifica los medios, esto es: ¿es todo medio válido para evitar el delito?, ¿es moralmente aceptable quitarle al ser humano la libertad de elegir, convirtiéndolo en un mecanismo con respuestas condicionadas, o “una naranja mecánica”, para garantizar la seguridad pública?