"El problema es saber si esta técnica puede hacer realmente bueno a un hombre. La bondad viene de adentro, 6655321. La bondad es algo que uno elige. Cuando un hombre no puede elegir, deja de ser hombre."
En este pasaje, el capellán de la prisión expresa su idea de que la libertad define al ser humano: "si un hombre no puede elegir, deja de ser humano". Además, pone en duda la efectividad de la técnica de Ludovico para hacer buenas a las personas. La bondad viene de adentro, según él, pues es algo que uno elige, y no puede ser impuesto por la fuerza, como en el caso de la técnica de Ludovico. Si los hombres son forzados a ser buenos, entonces no tienen la libertad de elegir, y eso los hace menos humanos.
"Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien. Son problemas profundos y difíciles, pequeño 6655321."
El capellán de la prisión le explica a Alex un difícil problema filosófico y ético: ¿Es mejor ser malo y libre o ser bueno pero carecer de libertad? El capellán cree que hacer el bien de manera condicionada, es decir, sin libertad, es peor que hacer el mal habiendo elegido hacerlo.
"Siempre es difícil poner límites. El mundo es uno, y es una la vida. La actividad más dulce y celestial participa en alguna medida de la violencia; por ejemplo, el acto amoroso, o la música. Hemos de correr ciertos riesgos, muchacho."
El Doctor Brodsky le dice a Alex algo que él ya sabe: que en la actividad más dulce y celestial participa también la violencia. La música clásica que Alex ama es un buen ejemplo de eso. Esa música "celestial" está llena de violencia para él. Alex tiene los pensamientos más violentos siempre que la escucha, y disfruta de ella con el mismo placer que le produce hacer daño a las personas. Por eso, los doctores han incluido esta música en la técnica de Ludovico. Después del tratamiento, la música clásica le producirá a Alex tanto malestar como cualquier pensamiento o acto violentos.
"-El problema de la elección -dijo una golosa rica y profunda, y era el chaplino de la cárcel-. En realidad, no tiene alternativa, ¿verdad? El interés propio, el temor al dolor físico lo llevaron a esa humillación grotesca. La insinceridad era evidente. Ya no es un malhechor. Tampoco es una criatura capaz de una elección moral.
-Ésas son sutilezas -sonrió a medias el doctor Brodsky-. No nos interesan los motivos, la ética superior. Sólo queremos eliminar el delito..."
Después de la demostración de la efectividad de la técnica de Ludovico se ponen de manifiesto dos ideas enfrentadas: la del capellán de la prisión, quien defiende la libertad humana, y la del doctor Brodsky, quien, en sintonía con las políticas del gobierno, quiere simplemente terminar con el delito.
"-Yo, yo, yo. ¿Qué hay de mí? ¿Dónde entro en todo esto? ¿Soy un animal, o un perro? -Y así provoqué una goborada de veras fuerte, y todos me arrojaban slovos. Así que criché más fuerte todavía: -¿No soy más que una naranja mecánica? -No sé qué me llevó a usar esos slovos, hermanos, que se me vinieron a la golová sin pensarlo."
Finalmente, después de atravesar el tratamiento con la técnica de Ludovico, Alex se ha convertido en una "naranja mecánica", como él mismo dice sin saber bien por qué usa esas palabras. En efecto, es un sujeto incapaz de tomar decisiones y sólo actúa condicionado por los efectos de la técnica. En ese sentido, es como una "naranja mecánica", un mecanismo de relojería que ya no tiene la libertad de actuar según su voluntad.
"Entonces los militsos se dedicaron a preparar una larga declaración que yo tendría que firmar; y yo pensé, infierno y basura, si ustedes bastardos están del lado del Bien, me alegro de pertenecer al otro club."
Alex ironiza sobre la oposición entre el Bien y el Mal, puesto que quienes se supone que están del lado del Bien son peores que los que están del otro lado. Los policías lo han golpeado brutal y sádicamente, y Alex pone en evidencia que la fuerza policial es tan violenta como él.
"Las mentes de este doctor Brodsky y el doctor Branom y los otros de chaquetas blancas (...) deben haber sido más calosas y sucias que cualquier prestúpnico de la propia staja. Porque no me parece posible que a un veco se le ocurriese siquiera hacer películas con lo que me obligaban a videar, atado al sillón y los glasos abiertos a la fuerza."
Los médicos destinados a "curar" las tendencias violentas de Alex disfrutan con sadismo de su sufrimiento cuando lo someten a la técnica de Ludovico. Alex pone en evidencia que, paradójicamente, quienes pretenden "curarlo" tienen las mentes más sucias que cualquier "prestúpnico de la propia staja", es decir, delincuente de la propia cárcel.
"Alguien tiene que luchar. Hay que defender las grandes tradiciones libertarias. No soy hombre de partido, pero si veo la infamia procuro destruirla. Los partidos nada significan. La tradición de libertad es lo más importante. La gente común está dispuesta a tolerarlo todo, sí. Es capaz de vender la libertad por un poco de tranquilidad. Por eso debemos aguijonearla, pincharla."
En este pasaje, F. Alexander le transmite a Alex la importancia de defender la libertad de las personas por sobre todas las cosas. Esa es su principal preocupación, ya que la "gente común" está dispuesta a dejar de lado su derecho a la libertad con tal de que un gobierno le asegure tranquilidad. F. Alexander es un opositor del gobierno que ha reforzado la fuerza policial y que pretende aplicar la técnica de Ludovico contra los ciudadanos desobedientes.
"Hay pecado supongo, pero el castigo fue del todo desproporcionado. Te han convertido en algo que ya no es una criatura humana. Ya no estás en condiciones de elegir. Estás obligado a tener una conducta que la sociedad considera aceptable, y eres una maquinita que sólo puede hacer el bien. Comprendo claramente el asunto... todo ese juego de los condicionamientos marginales."
F. Alexander, igual que el capellán de la prisión, cree que un individuo que ya no puede elegir, como Alex, deja de ser humano. Ahora Alex es una "maquinita" destinada a hacer lo que la sociedad considera aceptable. F. Alexander además cuestiona el hecho de que las respuestas condicionadas de Alex sean realmente las mejores. Son sólo las que la sociedad "considera" aceptables, pero eso no quiere decir que sean, de hecho, las mejores.
"¿Querrán todos que sus hijos se conviertan en lo que tú eres, pobre víctima? ¿No terminará decidiendo el propio gobierno qué es y qué no es delito, y destruyendo la vida y la voluntad de quien se atreva a desobedecer?"
F. Alexander le manifiesta a Alex sus temores respecto al gobierno represivo y totalitario. El gobierno autoritario finalmente gana y se fortalece, y vemos que se cumplen los temores del escritor. Él mismo terminará en la cárcel bajo el pretexto del gobierno de que es un sujeto peligroso, sin que se presente ninguna evidencia al respecto. El gobierno ha decidido finalmente "qué es y qué no es delito", y F. Alexander termina encarcelado por el único motivo de ser un contestatario y un opositor del gobierno.