La ópera de los tres centavos

La ópera de los tres centavos Brecht y el teatro épico

En la dramaturgia de Bertolt Brecht se imprimen las concepciones dialécticas marxistas de su autor, en auge en la época en que escribió sus obras. Su teatro, pleno de sutiles contradicciones, profundos análisis y crítica social, buscó confrontar con el teatro tradicional, propiamente burgués. El autor alemán llamó “épico” a su estilo, oponiéndolo al “dramático”, asociado al realismo burgués.

Las expresiones teatrales "épicas" existían con siglos de anterioridad, sobre todo en manifestaciones orientales o en el teatro medieval. Brecht los unificó, desarrollando y popularizando el estilo.

El teatro épico confronta a la audiencia. El espectador no es un mero consumidor o un observador pasivo, sino que debe tomar decisiones sobre lo que ve, posicionarse, desarrollar un sentido crítico y transformarse así en un "espectador productivo". Brecht otorgó un lugar secundario al factor emotivo para que el espectador no perdiera de vista lo importante: el pensamiento crítico y el accionar en la esfera política y social. Así, la propuesta dramatúrgica brechtiana se organizó en base a la teoría del distanciamiento, que evitaría la identificación instintiva del espectador con lo que observaba en el escenario. La ficción, para Brecht, no debía confundirse con la realidad.

La actuación en el Teatro Épico necesitaba que los actores interpretasen sus personajes de manera convincente sin tratar de convencer ni a la audiencia ni a ellos mismos de que eran en realidad los personajes que interpretaban. Los actores a menudo interpelaban directamente al público sin estar interpretando su personaje (rompían la cuarta pared) e interpretaban múltiples papeles.

En 1931, Brecht presentó su famoso esquema, en el que diferencia las propiedades del teatro épico de las del teatro dramático. Allí, contrapone el teatro burgués, en el que el espectador es envuelto en la acción escénica, frente a otro, el épico, en el que el espectador no pierde su conciencia de estar observando una ficción. Este último despertaría la capacidad del público de actuar y tomar decisiones, mientras que la forma dramática la anularía. En este mismo esquema, Brecht contrapone la "sugestión" emotiva como herramienta principal del teatro dramático, frente al "argumento" del teatro épico: mientras que la primera busca preservar las sensaciones, el segundo insta a que las sensaciones se transformen en acciones. Esta idea de transformación y cambio también aparece como una de las búsquedas de la forma épica, en tanto se proclama la mutabilidad del hombre y su capacidad para cambiar las cosas, frente a la inmutabilidad que plantea lo que él llama teatro dramático. En cuanto a lo expresamente ideológico, en el esquema aparece una oposición fundamental: mientras que en la forma dramática el pensamiento determina el ser, en la forma épica se sugiere que es el ser social el que determina el pensamiento.

Más tarde, Brecht admitiría que esta propuesta era demasiado esquemática. Sin embargo, hasta el fin de su carrera sostuvo su postura de oposición a las formas tradicionales del teatro, sobre todo a sus argumentos manipulativos y a la elevada emoción del melodrama.

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