El capitalismo y la sociedad burguesa
El capitalismo y la sociedad burguesa es el tema principal de la obra, en tanto engloba a todos los demás. Brecht imprime en La ópera de los tres centavos una fuerte crítica marxista a una sociedad gobernada por un sistema de explotación que pone al capital como valor supremo. Así, la obra exhibe un universo en el cual los sectores excluidos del sistema productivo no parecen tener más opción que mendigar, robar, prostituirse o bien vivir una vida de sacrificios y padecimientos.
Los personajes principales de la pieza funcionan en sí mismos como una compleja crítica al sistema capitalista. Macheath es un criminal despiadado que desfila por los salones más elegantes como un perfecto burgués, y conduce a su banda de asesinos y ladrones como si se tratara de una prolija empresa, con conteo de liquidaciones y expedientes. En la configuración de este personaje, Brecht procura espejar a los miembros de la sociedad burguesa aparentemente respetables con un criminal feroz. Por otra parte, Peachum, quien se comporta como un empresario común y corriente, obtiene su riqueza de un negocio llamado "El Amigo del Mendigo", el cual ofrece discursos, vestuario y licencia a los hombres que quieran mendigar, a cambio de un alto porcentaje de su recaudación. El hecho de que la mendicidad sea una profesión y un negocio de explotación configura, desde el principio de la pieza, una crítica fatal a una sociedad regida por un capitalismo despiadado.
En La ópera de los tres centavos, en definitiva, Brecht busca enfrentar a un público burgués con la faceta más cruda de la realidad capitalista de la que son parte.
La moral y la ley
En La Ópera de tres centavos tiene lugar una fuerte crítica a la moral y la ley propias de la sociedad burguesa de la época. Desde una perspectiva marxista, la moral y la ley que rigen en el capitalismo no son más que instituciones y sistemas de disciplinamiento y sometimiento para asegurar las ganancias de unos pocos en detrimento de la mayoría. En esta obra, protagonizada por representantes de la marginalidad, como ladrones, mendigos y prostitutas que se desempeñan por fuera de la ley, esta crítica se explicita: uno de los personajes sentencia que la ley solo está hecha para explotar a quienes no la entienden o están tan necesitados que no pueden respetarla.
Al mismo tiempo, varias de las canciones que luego se hicieron célebres en sí mismas, como "Pues, ¿de qué vive el hombre?", denuncian la hipocresía de los que se esconden tras la moral para castigar y condenar las acciones de los más necesitados, sin preocuparse por las condiciones en que estos deben vivir solo por haber nacido en la clase baja. "Primero es comer, después la moral" enarbola dicha canción, sintetizando así la crítica a una sociedad que coloca valores abstractos como la moral y la ley por encima de las personas. Lo que la obra propone es que mirar con malos ojos a estos personajes y su accionar solo porque estén fuera de la ley es injusto: según la pieza, las leyes están hechas por quienes tienen el poder para someter a los pobres a una vida de sacrificios. En su discurso final, Macheath denunciará que eso es lo verdaderamente amoral: los verdaderos criminales son los grandes empresarios, y la ley no debería apuntar contra quien roba un banco, sino más bien contra quien lo funda.
Las clases bajas
Las clases bajas protagonizan la obra: por el escenario desfilan mendigos, prostitutas, ladrones y asesinos, es decir, representantes de grupos marginales, excluidos del sistema. La pieza no solo pone en escena a los sectores excluidos de la sociedad, sino que también los convierte en el centro en el cual confluyen todas las otras temáticas, como la moral y la ley. El posicionamiento de la pieza en torno a este tema es bastante explícito, en tanto los personajes mismos enarbolan un discurso de reacción contra los juicios que la sociedad vuelca sobre ellos. Lo que se cuestiona es la hipocresía de una sociedad que enjuicia moralmente a los desfavorecidos sin nunca preocuparse por las condiciones que empujan a las personas de clase baja a actuar fuera de la ley. "Primero es comer, después la moral" sentencia una de las canciones más célebres de la pieza, poniendo en palabras la protesta de los sectores carenciados hacia quienes pretenden enjuiciarlos y hasta castigarlos. En boca de varios personajes se cifra esta denuncia a lo largo de toda la obra, alcanzando su punto máximo en el discurso final de Macheath, quien acusa a los grandes empresarios y a los bancos de explotar a los más débiles sin prurito, apoyados por una sociedad que hace oídos sordos a los padecimientos de los pobres.
Por otra parte, la obra también parece atribuir cierto poder a las clases bajas, en tanto superan en número a aquellos que los explotan. En esta observación, que aparece explícitamente en boca de uno de los personajes, Brecht estaría imprimiendo la faceta más esperanzadora de la ideología marxista, que vislumbraba el triunfo del proletariado en tanto este uniera sus fuerzas comunes contra el poderoso enemigo.
La corrupción
Un tema muy presente en la pieza es el de la corrupción. Como parte de su crítica marxista, Brecht pone en escena a la corrupción como centro de las instituciones y lazos propios de la sociedad burguesa. Una de las escenificaciones más explícitas de este tema en la obra se presenta desde el primer acto, cuando a la celebración de la boda de Macheath asisten, en calidad de invitados, el jefe de policía y un sacerdote. Este estrecho vínculo amistoso entre el jefe de los criminales de Londres y las autoridades máximas de la policía y la Iglesia pone en evidencia lo corrompido de las instituciones en que la sociedad burguesa procura asentar su ordenamiento. Macheath y Brown, el Sheriff, mantienen además una amistad de años, y en el presente de la pieza conservan un arreglo según el cual el jefe de policía le advierte a su amigo sobre las redadas, para que este pueda ejercer su actividad criminal sin consecuencias, a cambio de un porcentaje mensual que Mac le otorga por los robos.
Por otra parte, el modo cuasi profesional en que el rey del crimen lleva contabilizadas sus ingresos y egresos económicos, a la vez que dirige a sus empleados —los ladrones y asesinos— hace pensar que Brecht propone una analogía entre este alto criminal y los profesionales burgueses que gozan de respeto en la sociedad de su época: uno y otro parecerían igualados, desde la perspectiva del autor, por un alto grado de corrupción.
Finalmente, el tema de la corrupción aparece asociado, en la pieza, al capitalismo: Brecht parece señalar este sistema económico y político como el responsable de la corrupción que hace trizas no solo las instituciones, sino también los lazos sociales y el espíritu de los hombres.
Los negocios vs. el amor
Como parte de su crítica al capitalismo, la obra plantea un universo donde lo económico perforó todas las esferas de la sociedad y la vida humana, incluida la relativa al amor. Cada situación, en la pieza, en la que comienza a aflorar lo emotivo es aplastada rápidamente por un discurso o acción relativa a los negocios: cuando Polly les cuenta a sus padres sobre su enamoramiento, estos se desesperan por las pérdidas que la boda de su hija traerá a la empresa; cuando la misma muchacha, entre lágrimas, le advierte a su marido que la policía lo busca para matarlo, Macheath busca sus carpetas y le explica, con sequedad, cómo encabezar su negocio durante su ausencia.
En el personaje de Polly, la obra pone en evidencia el proceso por el cual la vida en la sociedad capitalista deshumaniza y atrofia la sensibilidad de las personas. La muchacha, único personaje que sostiene una fe en el amor por encima de las cuestiones materiales, acaba, al final de la pieza, negándose a brindarle a su marido el dinero que lo salvaría de la horca.
En La ópera de los tres centavos, las esferas de la amistad, el matrimonio y la familia se muestran completamente perforadas por el imaginario económico. Como consecuencia del avanzado capitalismo, ninguna acción o emoción parecería ser considerada válida si no se obtienen alguna ganancia material a cambio.
El cristianismo
El cristianismo y la moral cristiana aparecen tematizados y criticados en la obra como uno de los pilares de la sociedad burguesa.
En muchos momentos de la pieza se construye una suerte de analogía entre Cristo y Macheath: la muchacha que lo entrega es referida como Judas, y el protagonista será ahorcado en una celebración que puede asimilarse a la crucifixión. En otro momento, además, Macheath se alegra por utilizar lo que llama un "truco" que aprendió en la Biblia, cuando para castigar al jefe de policía que lo traicionó lo mira en silencio en lugar de insultarlo. La referencia del protagonista es a la escena, retratada en los Evangelios, en la que Jesús no ofrece sino silencio a Poncio Pilatos cuando este, luego de traicionarlo y sintiéndose culpable, acude a él.
Esta analogía construida en la pieza constituye de por sí un claro gesto de ataque al cristianismo, en tanto la obra coloca a su máximo símbolo religioso a la altura de un despiadado criminal.
Por otra parte, en varias ocasiones la obra cuestiona y pone en ridículo la conducta de los religiosos, que incluso en la pobreza renuncian a sus placeres y deseos con tal de contentar a un Dios que nada les brinda a cambio. Lo que la pieza procura criticar es al cristianismo en tanto un sistema opresivo y de disciplinamiento que funciona para sostener un injusto statu quo que somete y explota a los más carenciados.
La realidad y la ficción
El estilo de Brecht se opone expresamente al del drama tradicional burgués, que busca la identificación emotiva entre el espectador y lo que sucede en la escena. Brecht procura, en cambio, que las emociones no invadan al público al punto tal de no permitirle pensar y reflexionar críticamente sobre aquello que se presenta en el escenario, por un lado, y sobre la realidad que lo rodea, por el otro. Con lo que llamó "distanciamiento", el autor buscó precisamente configurar su obra de un modo que el espectador no pudiera olvidar que lo que está viendo es una ficción.
Los últimos momentos de La ópera de los tres centavos explicitan esta temática. Cuando el protagonista está a punto de ser ahorcado, su destino da un giro drástico, casi ridículo, por el cual resulta bendecido por la Reina, quien le otorga fortuna, riquezas, castillos. Los personajes se convierten entonces en observadores de la propia ficción de la cual estaban siendo parte, y explican que la vida real dista mucho de lo que acaba de suceder en el escenario: los pobres nunca obtienen salvación. Así, Brecht acaba reflexionando sobre la realidad y la ficción, estableciendo una crítica al arte burgués que escenifica finales felices y justos en lugar de evidenciar las injusticias y los padecimientos que gobiernan la realidad.