La crítica literaria sostiene que la obra artística de Gabriel García Márquez se puede dividir en dos periodos creadores: antes y después de su famosa novela Cien años de soledad. Durante el primer periodo, el escritor no goza todavía de reconocimiento nacional e internacional, sino que es un autor marginal dentro del sistema literario colombiano. Sin embargo, esta falta de visibilidad de ninguna manera significa que las obras de ese primer periodo carezcan de valor, sino más bien todo lo contrario: en ellas puede encontrarse el germen de lo que luego se desarrolla en Cien años de Soledad.
Los funerales de la Mamá Grande, publicado en 1962, es el segundo libro de cuentos de García Márquez. El relato o novela corta que da título a la colección destaca particularmente, puesto que presenta creencias tradicionales, leyendas precolombinas y costumbres populares de los pueblos del Caribe que el autor luego trabaja a fondo en Cien años de soledad. Además, muchos de los personajes que aparecen en este relato (y en otros de la colección) forman parte del universo macondiano, y vuelven a aparecer en la obra cumbre de García Márquez.
El primer periodo referido se caracteriza por la búsqueda de un tono y un estilo propios. Por eso, las obras escritas entre los años cuarenta y los sesenta varían entre dos estilos principales: algunos de sus textos son barrocos, presentan un lenguaje floreado y cargado de metáforas, mientras que otros son cortos, simples y presentan la realidad desde una mirada objetiva, libre de figuraciones y de ornamentos. En este sentido, si bien Los funerales de Mamá Grande reúnen textos que remiten a estos dos estilos, en todos ellos pueden observarse temas en común, como la muerte y la soledad, y una serie de recursos narrativos que se reiteran.
En “La siesta del martes”, el cuento que nos interesa, los recursos que el autor utiliza y que pueden identificarse en toda su obra son: el dato escondido, la perspectiva popular que adopta la narración, el uso de hipérboles para construir la dimensión de lo desmesurado y la reiteración de personajes y de elementos espaciales que remiten a Macondo, el pueblo ficcional en el que transcurre la acción de Cien años de soledad.
El dato escondido se relaciona íntimamente con todo lo no dicho o callado en el relato, y se trata de un elemento estructurante: el narrador decide qué contar y, al mismo tiempo, selecciona qué información ocultarle al lector para crear una ambigüedad en la interpretación de los hechos. Como explicamos en las secciones de “Resumen y Análisis”, la muerte de Carlos queda envuelta en un halo de misterio gracias a este recurso; ¿era Carlos un ladrón o miraba por la cerradura por otras razones? Y luego, cuando el relato concluye, queda planteada la gran incógnita: ¿cuál es la reacción de la gente del pueblo ante la madre del muerto? ¿Y la reacción de la madre al salir de la casa cural?
La hipérbole, tal como señalan sus críticos, es el recurso por excelencia de la obra literaria de García Márquez, y es a través de ella que se manifiesta el realismo mágico. Son muchos los escritores que señalan la desmesura como uno de los rasgos fundamentales de América Latina; entre ellos se encuentran el propio García Márquez y el cubano Alejo Carpentier, quien acuña el concepto de lo real maravilloso. En la serie de entrevistas con Plinio Apuleyo Mendoza que se publican bajo el título de El olor de la guayaba (2005), García Márquez señala que la desmesura forma parte de la realidad latinoamericana. Para expresar esa realidad desmesurada, que a ojos europeos desborda por inverosímil, la exageración es un recurso fundamental.
Al respecto del realismo mágico, dice García Márquez en sus conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza:
Esta aptitud de mirar la realidad de cierta manera mágica es propia del Caribe y del Brasil (…). [Yo] creo que el Caribe me enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales como algo que forma parte de nuestra vida cotidiana (…). Sí, la historia del Caribe está llena de magia, una magia traída por los esclavos negros del África, pero también por los piratas suecos, holandeses e ingleses (…). [La] síntesis humana y los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo (2005: 86-87).
Sin embargo, cabe destacar que “La siesta del martes” no es un ejemplo paradigmático del uso de la hipérbole como recurso para señalar la desmesura y trabajarla desde la perspectiva del realismo mágico, sino que el cuento se aproxima más hacia un realismo social, sin la carga mágica presente en otros relatos. Así y todo, sí puede señalarse el uso del recurso en algunos pasajes del texto. Uno de ellos se presenta cuando se revela la muerte de Carlos, y se dice sobre Rebeca: “Orientándose no tanto por el ruido de la cerradura como por un terror desarrollado en ella por 28 años de soledad, localizó en la imaginación no solo el sitio donde estaba la puerta sino la altura exacta de la cerradura” (p. 99). En este pasaje, la soledad, uno de los temas principales de García Márquez, aparece como una dimensión desmesurada en la vida de Rebeca.
Otro caso donde la desmesura se perfila es en la descripción de las plantaciones interminables. El espacio en Latinoamérica es de una vastedad que escapa a los estándares de la mirada europea, y para representarlo, García Márquez se vale en este cuento de la repetición monótona de las plantaciones, que se extienden interminablemente mientras el tren avanza de pueblo en pueblo.
Finalmente, la repetición de personajes en “La siesta del martes” se presenta a través de una mención al coronel Aureliano Buendía, uno de los protagonistas de Cien años de soledad. Cuando Rebeca dispara contra Carlos Centeno, el narrador indica que nadie había disparado aquella arma “desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía”. Con todo ello, se hace evidente que la serie de relatos reunidos en Los funerales de la Mamá Grande son una muestra ejemplar del desarrollo de los temas y el estilo que caracterizan toda la obra de García Márquez.