Una madre y su hija, vestidas de luto, viajan en tren hacia un pueblo remoto. Al llegar, se dirigen a la casa cural y la madre pide al sacerdote la llave del cementerio para visitar la tumba de su hijo, Carlos Centeno. Carlos murió una semana atrás, en ese mismo pueblo, al recibir un disparo mientras intentaba entrar en una casa para robar. Luego de amonestar a la mujer por la crianza del hijo, el sacerdote le entrega la llave, pero le recomienda que espere para salir, ya que todo el pueblo rodea la iglesia y espera la aparición de la madre del ladrón. Esta se limita a darle las gracias al cura, toma la mano de su hija y sale a la calle.