Penteo critica el culto a Dioniso por ser irracional, mientras que él mismo actúa con irracionalidad cuando decide exterminarlo (Ironía situacional)
Penteo desprecia todo lo relativo al culto dionisíaco por ser bárbaro e irracional, y sostiene constantemente la necesidad de imponer el orden. Irónicamente, es él quien demuestra tener actitudes irracionales y violentas al querer imponer su poder por la fuerza, poniendo en riesgo así su propia vida y la de la casa real. El sentido trágico de la obra se termina por revelar en esta ironía, puesto que es la irracionalidad inclemente del rey lo que lo lleva finalmente a la ruina.
Irónicamente, Penteo termina siendo cazado por las ménades a las que él pretendía cazar (Ironía situacional)
Desde que inicia la obra, Penteo intenta terminar con las ménades, aquellas mujeres tebanas que huyeron de la polis para vivir salvajemente en el monte Citerón. Sin embargo, no puede evitar ceder ante la tentación de querer observarlas antes, y termina siendo su presa, ya que muere asesinado por estas. Irónicamente, se vuelve la presa de aquellas a quienes él consideraba su presa hasta entonces.
Penteo despotrica contra Dioniso mientras conversa con un extranjero, pero desconoce que el propio extranjero es una encarnación del dios (Ironía dramática)
El primer encuentro entre Dioniso y Penteo está atravesado por la ironía dramática: el joven rey interroga al extranjero (que es Dioniso antropomorfizado) acerca del propio Dioniso, ignorando que quien está frente a él es el mismo dios a quien tanto busca destruir. Mientras, Dioniso insiste, una y otra vez, en que el dios (es decir, el mismo) está presente y ve todo lo que sucede. Incluso cuando Penteo lo encadena, él dice que está poniéndole cadenas al mismo Dioniso. Sin embargo, Penteo nunca advierte la trampa. Los espectadores, en cambio, sí, y eso constituye una ironía dramática.
Ágave sostiene con orgullo lo cree que es la cabeza de un león, solo para después advertir que es la cabeza de su propio hijo (Ironía dramática)
En una terrible ironía dramática, Ágave se muestra orgullosa cargando frente al palacio la cabeza de su hijo, la que considera un león recién cazado. La situación es claramente trágica y se sostiene hasta que Cadmo hace entrar en razón a su hija, volviéndola consciente del crimen que acaba de cometer.