Desde Asia, Dioniso regresa a Tebas, donde nació, para vengar su nombre y el de su madre demostrando su divinidad. Él es hijo de Zeus y Sémele, una mortal que murió en el parto, y las hermanas de esta siempre negaron el carácter divino de Dioniso. La familia de Sémele gobierna en Tebas, a donde ahora vuelve Dioniso con voluntad de venganza. Allí las mujeres le rinden culto extasiadas en el monte Citerón. El caos causado en la ciudad desespera al rey Penteo, que procura aniquilar el nuevo culto a pesar de las advertencias de sus parientes más prudentes. Dioniso le tiende una serie de trampas y termina venciendo a Penteo utilizando la curiosidad del joven: lo convence de observar de cerca los festejos dionisíacos, para lo cual debe disfrazarse de mujer. Penteo cede y allí es apresado por las ménades, entre las cuales está su propia madre, Ágave, quien lo confunde con un león. Cuando la mujer llega al palacio para exhibir orgullosa su presa, Cadmo la hace entrar en razón y toda la estirpe real sufre su destino trágico. Dioniso envía al exilio a todos los miembros del palacio y deja manifiesta su divinidad.