Consecuente/Acero de una brújula rota (símil)
“La mayoría de los hombres se sienten muy orgullosos de su constancia, de la permanencia de sus propósitos. Son consecuentes como el acero de una brújula rota o enmohecida, y esto les parece una gran virtud".
En este símil, la comparación entre la constancia de los hombres y el acero de una brújula rota o enmohecida resalta la idea de que, a pesar de sentir orgullo por su perseverancia, la dirección o el propósito de estos hombres puede estar desviado o perdido. La brújula, que normalmente simboliza la guía segura, aquí representa la inconsistencia y falta de rumbo. La imagen del acero roto sugiere una rigidez que se ha vuelto ineficaz, transmitiendo la idea de una constancia obstinada pero inútil.
Fondo de crueldad que goza (metáfora)
“Otras veces, el viejo marino nos contaba una serie de crueldades horribles: piratas que mandaban cortar la lengua o las manos a los que caían en su poder; otros que echaban al agua a sus enemigos, metidos en una jaula y con los ojos vaciados. Nos hacía temblar, pero le oíamos. Hay un fondo de crueldad en el hombre, y sobre todo en el niño, que goza obscuramente cuando la barbarie humana sale a la superficie”.
En esta metáfora se revela una verdad oscura sobre la naturaleza humana. Al describir la crueldad como un "fondo", se sugiere que esta característica yace en lo más profundo de la psique humana. La metáfora se intensifica al afirmar que el niño "goza obscuramente" cuando la barbarie se manifiesta. Esta imagen destaca la complejidad de las emociones humanas, sugiriendo que incluso las facetas más oscuras de la humanidad pueden despertar una fascinación o placer sutil.
Esquistos/Hojas de un libro abierto (símil)
“El monte Izarra es un promontorio pizarroso, formado por lajas inclinadas, roídas por las olas. Estos esquistos de la montaña se apartan como las hojas de un libro abierto, y avanzan en el mar dejando arrecifes, rocas negras azotadas por un inquieto oleaje, y terminan en una peña alta, negra, de aire misterioso, que se llama Frayburu".
El símil que compara los esquistos de la montaña con las hojas de un libro abierto evoca la imagen de la montaña como un registro visual de la historia natural. La imagen de las hojas abiertas sugiere revelación y exposición, como si la montaña estuviera dispuesta a compartir sus secretos con aquellos dispuestos a mirar. La elección del libro como metáfora implica que la naturaleza es una narrativa rica y compleja que puede ser leída y comprendida, revelando capítulos de la historia geológica a través de las capas de esquistos.