Resumen
Capítulo 23: La cita
D’Artagnan corre a casa porque quiere saber cuanto antes qué dice la nota. Según Planchet, hay algo misterioso con la carta porque ya estaba allí antes de que Planchet llegara para abrir la habitación. La nota, firmada por C.B (Constance Bonacieux), le indica a d’Artagnan que se acerque al mirador de Saint-Cloud a las diez de la noche para agradecerle personalmente. D’Artagnan no puede estar más contento con ese mensaje.
La mañana siguiente, sale de su casa en dirección al despacho del señor de Tréville. En la puerta está monsieur Bonacieux. D’Artagnan piensa en no saludar a “el digno mercero” (p.240), pero al final se ve obligado a intercambiar unas palabras. D’Artagnan está tan feliz que no nota nada sospechoso en la conversación. Bonacieux le hace muchas preguntas y además reacciona violentamente ante las respuestas de d’Artagnan.
En su conversación con Tréville sobre el baile y la misión cumplida, el capitán de los mosqueteros nota el anillo de diamante que lleva puesto d’Artagnan. Este le dice que es un regalo de la reina. Tréville le recomienda que venda el anillo porque “los doblones no tienen nombre… y ese anillo tiene uno terrible, lo cual puede traicionar a aquel que lo porta” (p.244). El capitán quiere que d’Artagnan entienda el peligro en el que se encuentra ahora que se ha ganado un enemigo poderoso: el cardenal. Incluso le recomienda que desconfíe de las mujeres, hasta de su amante, y le advierte: “es la mujer la que nos ha perdido a todos” (p.246).
Tréville le sugiere que deje París por un tiempo y aproveche para ir en busca de sus amigos a quienes fue perdiendo a lo largo del camino hacia Londres. Cuando d’Artagnan le dice que seguirá su consejo y partirá al día siguiente, Tréville se preocupa y le pide precaución.
De vuelta en casa, Planchet le advierte a su amo sobre las expresiones de monsieur Bonacieux durante la conversación de la mañana, pero d’Artagnan no le presta atención. No hay duda de que se presentará al encuentro con madame Bonacieux a las diez de la noche.
Capítulo 24: El mirador
D’Artagnan acude a la cita con madame Bonacieux. Antes de llegar al lugar del encuentro, le pide a Planchet que se quede atrás.
En el mirador de Saint-Cloud no hay nadie. Espera por una hora. Duda incluso de si está en el lugar correcto, en el horario preciso. Uno de los edificios tiene una luz prendida. D’Artagnan decide trepar por la ventana para ver qué hay allí. Se encuentra con un cuarto desordenado en el que sin duda ha habido algún tipo de forcejeo. Encuentra un guante de una mujer y sospecha lo peor.
Sale al camino y entra en una casucha en la que vive un hombre viejo. D’Artagnan le pregunta si vio algo, y el hombre le cuenta todo lo que presenció. Más temprano, cuatro hombres habían acudido a su puerta a pedirle prestada una escalera, le pagaron con una moneda y le pidieron absoluta discreción. Por la ventana, el viejo vio a un hombre gordo, bajo, entrecano y miserable a quien los hombres obligaban a subir por la escalera y ver por una ventana de uno de los edificios. Luego, ese hombre confirmó lo que vio. Los otros hombres entraron a esa habitación y secuestraron a la mujer que se encontraba allí. El viejo describe a uno de los hombres, y d’Artagnan de inmediato sospecha que la mujer es madame Bonacieux y el líder es el hombre de Meung.
D’Artagnan va en busca de su criado. Para en una taberna para esperar algún indicio de cómo seguir. Se queda dormido y a la mañana siguiente se encuentra con su criado que tiene listos los caballos.
Capítulo 25: Porthos
Después de encontrarse con Planchet, d’Artagnan va directo al despacho del señor de Tréville para contárselo todo y recibir un consejo. Tréville le promete hablar con la reina sobre madame Bonacieux, pero le insta a que se vaya de París.
De vuelta en su casa, d’Artagnan se cruza con monsieur Bonacieux y nota que sus zapatos tienen el mismo barro que los suyos y, de inmediato, sospecha que estuvo la noche anterior en el punto de encuentro con madame Bonacieux y que colaboró con su secuestro.
D’Artagnan y Planchet emprenden el mismo camino que habían hecho hacia Inglaterra con el propósito de recuperar a los mosqueteros y criados que habían ido quedando atrás. El primer lugar que visitan es Chantilly, donde Porthos se había quedado para pelear contra un hombre leal al cardenal.
Cuando d’Artagnan llega allí, el posadero le indica dónde está Porthos, cómo fue la pelea con el otro huésped, cuánta plata debe Porthos a la posada e información sobre la amante de Porthos. En primer lugar, la pelea no había ido bien para Porthos que terminó herido y a quien su contrincante no mató solo porque había descubierto que no era d’Artagnan. Al parecer, el hombre que pidió brindar por el cardenal era un emisario enviado para entorpecer el camino de d’Artagnan hacia Inglaterra.
Sobre la amante, el posadero había descubierto que no se trataba de una princesa, como decía Porthos, sino de una procuradora (esposa de un abogado) de cincuenta años muy poco atractiva. Lo que es peor, la procuradora, cansada de su amante, se había rehusado a prestarle más plata a Porthos.
D’Artagnan sube a la habitación de Porthos quien se ha atrincherado en la habitación junto con Mosquetón, su criado. Se rehúsa a aceptar que está herido y sin dinero. D’Artagnan le cuenta cómo terminó su viaje a Inglaterra y le dice que tiene un regalo para él: uno de los caballos que le regaló el duque de Buckingham.
Capítulo 26: La tesis de Aramís
D’Artagnan sigue su camino y esta vez se dirige al lugar en el que se hospeda Aramís. Allí, la anfitriona y el criado de Aramís, Bazin, le dicen a d’Artagnan que Aramís ha decidido volver a su vida religiosa, es decir, ordenarse sacerdote y abandonar su servicio como mosquetero. Bazin está feliz con esa decisión porque siempre quiso servir a un hombre religioso por lo que la presencia de d’Artagnan le desagrada.
Cuando d’Artagnan entra a la habitación, Aramís está reunido con otros hombres religiosos y discuten el tema de la tesis que el mosquetero debe presentar antes de su ordenación como sacerdote. Si bien Aramís le pide a d’Artagnan que opine si la tesis debiera ser dogmática o ideal, a d’Artagnan no le interesan estos temas porque prefiere el talento de Aramís con la espada antes que el que posee en relación con el mundo académico.
Aramís invita a d’Artagnan a cenar con él algo frugal porque es viernes y no puede comer carne. Los lectores conocen el pasado de Aramís quien le cuenta a d’Artagnan que había estado formándose como novicio desde sus nueve años hasta los veinte. Cuando estaba por entrar al sacerdocio, un hombre insultó su honor por lo que Aramís aprendió a pelear para poder vengarse de ese hombre.
D’Artagnan cree saber por qué, luego de varios años, Aramís piensa volver a la vida religiosa. Si bien el mosquetero insiste que es porque la herida que recibió en el hombro lo ha llevado a desdeñar las cosas del mundo, d’Artagnan piensa que tiene que ver con una carta perfumada que había llegado a casa de Aramís durante su ausencia. Cuando Aramís recibe la carta y la lee, todas sus quejas sobre el mundo desaparecen, se olvida de su deseo de ordenarse y pide a Bazin que traiga un banquete en lugar de una cena frugal.
Capítulo 27: La mujer de Athos
El último amigo que debe recuperar d’Artagnan es Athos. Este mosquetero es a quien d’Artagnan más admira de los tres. Con todos los talentos que tiene Athos, frecuentemente su rostro denota una tristeza, cuyo origen es desconocido; Athos es extremadamente reservado y discreto.
El momento en que d’Artagnan llega a la posada en la que había dejado a Athos, pregunta por su amigo de manera amenazadora. El posadero pide disculpas por haber acusado a los mosqueteros por pagar con monedas falsas y le explica que a él le habían advertido que unos hombres vestidos de mosqueteros iban a tratar de estafarlo.
Finalmente, d’Artagnan se reúne con Athos que, para evitar ser apresado, había decidido atrincherarse en la cava de la posada junto con su criado, Grimaud. Los dueños de la posada no han podido acceder a sus provisiones porque Athos amenaza con matar a cualquiera que entre.
D’Artagnan logra convencer a Athos que salga de la cava. Se instalan en los mejores cuartos de la posada y toman vino mientras d’Artagnan le cuenta sus problemas con madame Bonacieux. Athos, por su parte, le cuenta una historia muy personal sobre su pasado pretendiendo que se trata de una historia que no le pasó a él personalmente. Al parecer, “su amigo” había matado a su mujer al descubrir que era una ladrona. Había descubierto este detalle sobre el pasado de su mujer porque ella tenía la marca de una flor de lis en el hombro. La historia desconcierta profundamente a d’Artagnan.
Capítulo 28: Regreso
La mañana siguiente Athos le dice que la borrachera hizo que hablara de más la noche anterior. D’Artagnan le miente al decir que no se acuerda de nada en particular. Cuando deben emprender el viaje de regreso a París después de recoger a Aramís y a Porthos de sus respectivas posadas, d’Artagnan se entera de que Athos se ha despertado temprano y se puso a apostar. El saldo del juego es el siguiente: Athos perdió los caballos con todo su equipo y el anillo de diamantes de d’Artagnan. Por suerte, Athos consiguió recuperar el anillo y dos arneses, pero siguen sin tener caballos. Para solucionar ese inconveniente, Athos le sugiere a d’Artagnan apostar con los huéspedes ingleses para recuperar su caballo o plata. D’Artagnan gana, y Athos le insiste en que acepte el dinero en lugar del caballo.
Al llegar al lugar en el que d’Artagnan dejó a Aramís, lo encuentran meditabundo y descubren que él tampoco tiene el caballo porque lo vendió. Luego, llegan a la posada en Chantilly donde Porthos los espera con un banquete que pagó con el dinero que recibió por el caballo. Los cuatro hombres tienen muy poco dinero en mano, no tienen caballos, pero todos tienen todavía sus monturas.
De vuelta en París, d’Artagnan se entera de que el rey le ha concedido el permiso para ser mosquetero. Cuando acude a sus amigos con la buena noticia, los encuentra preocupados porque se han enterado de que deben ir a la guerra pronto y para ello deben procurarse todo lo necesario, incluido caballos y provisiones. Calculan que necesitarán dos mil libras por persona. Athos sugiere que el anillo de diamante de d’Artagnan podría ser la solución.
Análisis
A esta altura de la novela, d’Artagnan está gozando de éxito y cosechando todos los frutos de su esfuerzo y valentía. El premio más grande por la hazaña realizada sería una prueba de amor por parte de su amada, Constance Bonacieux.
Toda la prudencia que d’Artagnan ha adquirido a partir de sus primeras experiencias en la escena cortesana parece desaparecer cuando se trata del amor. A pesar de las advertencias de Planchet y de Treville, d’Artagnan no es capaz de leer las señales de peligro que rondan el encuentro con madame Bonacieux.
En su afán por agradar a su amada, a la reina y al rey, d’Artagnan no parece tomar conciencia sobre el poder de su enemigo: el cardenal. La sola idea de consumar su amor con madame Bonacieux lo hace desoír las advertencias de Treville que le sugiere salir de París cuanto antes. Asimismo, la superioridad con la que cuenta en relación con monsieur Bonacieux lo hace desestimarlo como potencial amenaza.
El momento en que se da cuenta de que madame Bonacieux ha sido secuestrada, d’Artagnan empieza a comportarse con mayor prudencia. Planchet, su criado, toma un poco más de protagonismo en esta parte de la novela porque sirve de contrapunto cuando su amo se comporta de manera irreflexiva y él aconseja mayor precaución. Por otra parte, vemos que Planchet se merece un amo tan valiente e inteligente, porque él mismo muestra virtudes parecidas. Por ejemplo, es Planchet a quien se le ocurre despistar a los emisarios del cardenal mintiendo acerca del lugar al que se dirige d’Artagnan.
En su viaje en busca de sus amigos, d’Artagnan los conoce en mayor profundidad. Nada nuevo conocemos sobre Porthos que es el personaje menos complejo de los tres mosqueteros. La historia sobre la verdadera identidad de su amante solo confirma lo que ya sabíamos: Porthos es vanidoso y fanfarrón. De los otros dos mosqueteros sí obtenemos más información. Aramís es más complejo que Porthos porque en un personaje conflictuado. Su vocación por la teología choca con el amor que siente por una mujer. Finalmente, el más complejo de todos es Athos y es también a quien más aprecia d’Artagnan. En estos capítulos descubrimos una historia compleja sobre su pasado, pero, consistente con su carácter, esa revelación es solo parcial.
A la par del desarrollo de sus personalidades, estos capítulos también contienen comicidad. El lector se entretiene con las actitudes infantiles e imprudentes de los tres mosqueteros. El destino de los caballos que el duque de Buckingham les regala a los mosqueteros es cómico y resalta la competencia entre los franceses y los ingleses. Aún cuando se trata de caballos de lujo, los mosqueteros no se sienten tan impresionados como para preservar ese regalo.
Uno de los temas que la novela explora en estos capítulos es la idealización. Tanto en el amor como en la proyección que hacen de sí mismos, los mosqueteros parecen más atados a un ideal que a la realidad. El ejemplo más crudo de esto es el caso de la mujer de Athos, ya que el momento en que él descubre que ella no es la mujer ideal o la mujer que esperaba, se siente en derecho de disponer de su vida. En cuanto a la vida social de estos hombres, los mosqueteros evidentemente viven por encima de sus posibilidades.