Resumen
Capítulo 5: Madrigueras
Son las 7:00 de la mañana. Art duerme con su esposa, Françoise, hasta que el teléfono los despierta. Es Mala, que llama para advertir que Vladek se subió al techo para reparar el desagüe, tuvo que bajar porque le dieron mareos y ahora está intentando subir nuevamente. Art, molesto, dice que no va a ir y cuelga el teléfono. Luego, le confiesa a Françoise que odia ayudar a su padre con las cosas de la casa, porque este siempre se demuestra muy desagradecido. En verdad, a tal punto le molesta la actitud de Vladek, que una de las razones por las cuales se dedicó al arte es que en ese ambiente no podría competir ni compararse con él.
Aproximadamente una semana después, Art visita a su padre. Vladek está en el garaje, acomodando clavos, de mal humor. Al verlo, le avisa a Art que Frank, el vecino, ya lo ayudó a arreglar el desagüe, y le pide que suba a la casa; él irá cuando termine con sus tareas. Una vez en la cocina, Mala le explica por qué Vladek está enojado: hasta sus manos llegó un cómic escrito por Art, “Prisionero en el Planeta Infierno”, que cuenta la historia del suicidio de Anja.
El cómic transcurre en el año 1968. Art tiene veinte años, hace tres meses que le dieron el alta en el hospital psiquiátrico, y ha vuelto a vivir con sus padres. Un día, regresa tarde a su casa y se encuentra con una multitud reunida en la entrada. Un primo lo aleja del tumulto y lo lleva con el Doctor Orens, quien le explica que su madre se suicidó. Vladek está destruido emocionalmente y le pide a su hijo que, de acuerdo con la costumbre judía, duerman juntos en el suelo. Artie no puede conciliar el sueño por la incomodidad, y no deja de escuchar el llanto de su padre durante toda la noche. Al otro día, en el velorio, la situación es aún peor: Vladek se descontrola y Art se tiene que retirar. Los conocidos y familiares que se le acercan para darle las condolencias también lo hacen sentir culpable por la muerte de su madre. Art, consumido por la culpa, recuerda la última vez que vió a su madre: ella entró en su habitación y le preguntó si todavía la quería. Él, molesto y enojado, le respondió que sí y le dio la espalda. En el final del cómic, Art está en una cárcel y felicita irónicamente a su madre, diciéndole que cometió el crimen perfecto: lo mató a él.
Vladek entra en la habitación y le dice a Art que el cómic le trajo recuerdos dolorosos de Anja, pero no está enojado con él; está triste. Luego, le pide que lo acompañe al banco y, en el camino, retoman la historia. En 1943, a todos los judíos que están en Sosnowiec los mudan por última vez al gueto definitivo, en Srodula.
Instalados en Srodula, los prisioneros son llevados a sus trabajos en Sosnowiec, por lo que los oficiales judíos, que actúan como alemanes, los hacen caminar una hora y media de ida y de vuelta todos los días. Una noche llega Persis, el tío de Wolfe. Él es parte de Consejo Judío de Zawiercie, por lo que desea usar la influencia que posee en ese gueto para mantener a salvo a Wolfe, Tosha y Bibbi. Además, se ofrece a proteger a los niños que todavía viven con Anja y su familia. Vladek y Anja observan cómo se lleva a Richieu, sin saber que es la última vez que lo verán, ya que, poco tiempo después, todos los niños de Srodula serán detenidos para ser llevados a Auschwitz. Por supuesto -aclara Vladek- de esto se enterarán mucho tiempo después. Para evitar la cámara de gas, Tosha envenena a Richieu, a sus hijos y, por último, se envenena también ella.
Mientras caminan, Art pregunta por Wolfe, y Vladek le cuenta que lo fusilaron cuando intentó escapar del tren que lo llevaba a Auschwitz. De todo esto se enteraron después, ya que a los búnkers solo llegaban rumores. Art no sabe qué son los bunkers, por lo que Vladek le dibuja el que construyó él para esconder a su familia. Consta de una entrada, escondida en una carbonera, que lleva a un cuarto oculto en el sótano. Cuando los oficiales alemanes requisan la casa, saben que allí hay judíos por la forma en la que enloquecen los perros, pero el escondite está tan bien construido que no pueden encontrarlos. En junio, los nazis liquidan el Consejo Judío del gueto de Srodula y los mudan a otra casa, en donde Vladek construye otro búnker, solo que en este caso lo hace en un ático.
Una noche, cuando salen del búnker para buscar comida, ven a un extraño en la casa. Se trata de un judío que les dice que solo busca comida para su hijo hambriento. Compadecidos, le dan algo de comer y dejan que se marche. Esa misma tarde llega la Gestapo y se lleva a Vladek y a su familia a otro sector del gueto. Allí hay aproximadamente doscientos judíos, a los que van llevando a Auschwitz paulatinamente. Para suerte de la familia, Vladek ve a lo lejos a su primo Jakov, que acepta ayudarlo a cambio de una compensación económica. Al día siguiente, los primos acceden a sacarlos a todos a cambio de la paga correspondiente. Sin embargo, no cumplen su trato y dejan a los padres de Anja en el gueto, puesto que rescatar gente más vieja implica demasiados riesgos.
Art está indignado respecto a Haskel, que cobró el rescate de sus abuelos pero los dejó en el gueto. Vladek dice que él era un Kombinator, como llaman a los judíos que trabajan para los alemanes. Pero no lo juzga, puesto que, en ese entonces, cada quien velaba por sus intereses y su supervivencia. Vladek se distrae con un pedazo de cable que encuentra tirado en la calle y le resulta valioso, mientras que Art considera que es basura y se molesta por la actitud de su padre.
Haskel tiene buenas conexiones: cada semana juega al póquer con los soldados alemanes y pierde intencionalmente para agradarles. Le consigue un puesto de trabajo a Vladek y le pide a su hermano, Miloch, que lo cuide. Cuando trabaja enterrando cuerpos de judíos, le toca enterrar al que lo delató: Haskel lo mandó a matar.
Vladek tiene un ataque al corazón. Actuando velozmente, toma su medicamento y se sienta para que se le pase. Allí sentados, charlan sobre Haskel, y Vladek cuenta que aquel sobrevivió al Holocausto, y que al día de hoy él sigue enviándole regalos. Art no comprende la actitud de su padre.
En una ocasión, Vladek está caminando cuando se encuentra con un guardia alemán que le apunta con un arma a la cabeza. Vladek saca sus papeles y el guardia le perdona la vida al descubrir que es familiar de Haskel. Hacia finales del año 1943, los nazis continúan transportando a los judíos de Srodula a Auschwitz. Haskel se entera de que prontamente se llevarán a todos los que quedan y sale clandestinamente por su cuenta, mientras que sus hermanos, Miloch y Pesach, crean un búnker detrás de una pila de zapatos en la fábrica e invitan a Vladek y a su familia a que se escondan allí cuando sea el momento. Sin embargo, Lolek, cansado de esconderse, no acepta, y al poco tiempo se lo llevan a Auschwitz.
Por esta época, Vladek y Anja finalmente escuchan la noticia de la muerte de Richieu. Anja está histérica de dolor, y le dice a Vladek que quiere morir. Este, más compuesto y determinado a sobrevivir, le otorga apoyo moral y la insta a que peleen por su vida.
Finalmente, el gueto va a ser limpiado de judíos. Una docena de personas se esconden en el búnker, donde pasan hambre al punto de masticar madera, pero logran escapar de los nazis. Después de muchos días, Pesach pone en marcha un plan: soborna a un grupo de guardias para que le permitan escapar, y muchos salen con él. Sin embargo, Vladek desconfía y decide quedarse con Anja y con una pareja que confía en su buen juicio. Los guardias matan a todos los que salen del búnker. Luego de unos días, el gueto queda completamente vacío; Vladek y Anja salen en dirección a Sosnowiec, aunque no saben con precisión hacía dónde irán.
Vladek y Art llegan al banco. Vladek quiere hacer una copia de la llave de su caja de seguridad para su hijo, de modo que, si él muere, Art pueda sacar su contenido antes de que Mala se lo quite. En la caja, Vladek ha guardado objetos de valor anteriores a la guerra que había escondido en una chimenea antes de ser enviado a los campos de concentración. El hombre le cuenta a su hijo que Mala está obsesionada con cambiar su testamento. Se pregunta por qué se volvió a casar, y llora por el recuerdo de su esposa muerta.
Capítulo 6: Ratoneras
Art entra en la cocina de su padre y ve a Mala llorando en la mesa. Ella le cuenta que Vladek no le da dinero para ningún gasto propio, por lo que no tiene ninguna autonomía. Art reflexiona sobre la tacañería de su padre; en un principio se la adjudicaba al Holocausto, pero Mala también lo vivió y no se comporta de la misma forma. En ese momento, le confiesa a Mala su preocupación por la posibilidad de estar retratando un estereotipo de judío en su cómic Maus.
Vladek entra a la cocina y Art les muestra los dibujos preliminares del cómic. Tanto Mala como Vladek consideran que el libro será especial, pero rápidamente la conversación se transforma en una discusión entre los dos ancianos. Cuando están por salir al jardín, Mala, ofendida, se va a su habitación a arreglarse y deja a Vladek y Art solos. Allí continúan la historia.
En 1944, Anja y Vladek logran regresar a Sosnowiec. Allí encuentran a su niñera, Janina, pero ella los echa rápidamente para no tener problemas. Entonces comienzan a vagar por las calles, con la desventaja de que las vestimentas de Anja la delatan como judía. A continuación, se dirigen a la antigua casa del padre de Anja. Allí, el conserje los deja entrar y les permite esconderse en un cobertizo, pero no es un lugar muy seguro. Cuando va en busca de comida, Vladek se cruza con otro judío, que le informa de un mercado negro, en la calle Dekerta, donde es posible conseguir algo de comida.
Vladek se dirige varias veces al mercado negro y en un momento se encuentra con Leo, un antiguo conocido que le otorga la información de un posible escondite: la granja de la Sra. Kawka, en las afueras de la ciudad. Vladek y Anja visitan la granja y la Sra. Kawka les dice que pueden quedarse en el granero, pero si los encuentran tienen que decir que se metieron ahí a escondidas. Para Vladek se vuelven usuales los viajes a Dekerta; logra viajar haciéndose pasar por alemán sin mucha dificultad. Allí se hace amigo de una tendera del mercado negro, la Sra. Motonowa, quien lo invita a quedarse en su casa con ella y su hijo. Su esposo, por cuestiones de trabajo, suele estar afuera y solo regresa a la casa durante diez días cada tres meses. Vladek acepta y se muda con Anja.
La Sra. Motonowa cobra por su hospitalidad, pero es una buena mujer y su casa es mucho mejor que el granero. Un día, sin embargo, la Gestapo la registra en la calle y, presa del pánico, echa a Vladek y a Anja de su casa. Sin lugar donde pasar la noche, la pareja termina por esconderse en un sitio en construcción. Por la mañana, regresan al granero de la Sra. Kawka, quien los acepta, aunque también les cobra. Kawka les informa de los refugiados anteriores, quienes contrataron a unos contrabandistas que los transportaron a Hungría. Al día siguiente, en el mercado negro, Vladek se vuelve a encontrar con la Sra. Motonowa, que, ya sin paranoía, lo invita a volver con su esposa a la casa. Vladek y Anja vuelven felices, puesto que viven más cómodos en la casa que en la granja. Sin embargo, el esposo de la Sra. Motonowa regresa y Anja y Vladek se ven obligados a esconderse en el sótano durante diez días, entre las ratas y con muy poca comida. El esposo finalmente se va, y para Anja y Vladek vuelve a ser seguro vivir arriba.
A pesar de todo, Vladek no se siente seguro en la ciudad y la idea de los contrabandistas le parece la mejor opción, por lo que decide visitar a la Sra. Kawka. Casualmente, los contrabandistas están en la cocina. También se encuentra Mandelbaum, un viejo conocido de Vladek, con su familia. Los contrabandistas explican su plan y los judíos lo discuten entre ellos en yiddish para que no los entiendan. Como no están convencidos de la efectividad de los contrabandistas, Abraham, un familiar de Mandelbaum, decide irse primero con la promesa de enviarles cartas si llega sano y salvo a Hungría. Solo entonces el resto les pagará a los contrabandistas para viajar. Anja y la Sra. Motonowa están en contra del plan -no les parece seguro-, pero Vladek se impone en su decisión.
Vladek va a visitar a Miloch con la idea de que puede servirle la información de la Sra. Motonowa. En este momento, Miloch y su familia viven escondidos en un pozo que se utiliza como basurero, detrás de su antigua casa. Vladek le dice a Miloch que pronto se irá a Hungría y que habrá una vacante en casa de la Sra. Motonowa, donde podría quedarse con los suyos.
Días después, Vladek vuelve a ver a los contrabandistas; Mandelbaum recibió una carta de Abraham avisando que llegó sano y salvo. Anja sospecha de la situación, pero terminan por aceptar el trato y viajan hacia Hungría. Vladek, antes, le informa a Miloch cómo llegar a la casa de la Sra. Motonowa, lugar donde él y su familia sobreviven por el resto de la guerra.
Vladek, Anja y Mandelbaum se encuentran con los contrabandistas en la estación de tren; todos abordan, pero sospechan de uno de los socios, que se retira antes de que parta el tren. Después de una hora, en Bielsko, los contrabandistas se bajan y sube la Gestapo. Vladek comprende que han sido traicionados: todos los judíos son encarcelados y despojados de sus pertenencias. En la prisión pasan hambre, y Vladek y Anja permanecen separados. Una semana después, la pareja se reencuentra en el transporte que los lleva a Auschwitz.
Vladek le cuenta que, una vez allí, los vuelven a separar. Art piensa que en este momento de la historia resultarían útiles los diarios de su madre. Vladek le confiesa que los quemó en un momento de fuerte depresión. Art explota de furia, llama a su padre "asesino" y se va de la casa.
Análisis
Al inicio del capítulo 5, Art recibe un llamado de Mala, quien le avisa que Vladek se ha mareado mientras trataba de reparar el tejado. Este aviso revive en Art los recuerdos de una dura infancia bajo la sombra de un padre severo e inconformista. La culpa, uno de los temas principales de la obra, vuelve a hacerse presente. Artie ha quedado marcado por la forma en que lo trataba su padre, tal como se lo explica a su pareja: "Quiere que le ayude a reparar el tejado o no sé qué. ¡Mierda! De niño ya detestaba ayudarlo con los arreglos. Le encantaba alardear de habilidoso… y demostrar que yo lo hacía todo mal. Ahora no soporto arreglar cosas. ¡Antes de mudarme aquí no tenía ni un martillo! Me hice artista porque a él le parece algo inítul, una pérdida de tiempo… era un campo en el que no tendría que competir con él" (p. 99).
En este pasaje queda claro hasta qué punto la identidad de Art está ligada a su relación con Vladek. Su condición de artista es una respuesta a las exigencias paternas durante la niñez y la adolescencia, y se concibe como un acto de rebeldía, una forma de alejarse lo máximo posible de la imagen que Art tiene de su padre. Así, Artie culpa a Vladek por el trato poco afectuoso y severo que marcó su vida familiar.
Cuando Art vuelve a visitar a su padre, la breve interrupción de "Prisionero en el Planeta Infierno" comprende una voz narrativa adicional en Maus, que se suma a las narrativas del pasado y del presente. El cómic representa un estilo artístico completamente nuevo y radicalmente diferente al estilo alegórico presente en el resto del libro. Los personajes tienen rostros claramente humanos y los dibujos están marcados por ángulos agudos, perspectivas alteradas y, a menudo, formas humanas surrealistas y grotescas. Pero si bien el estilo artístico difiere, comparte con el resto de las narrativas el tema de la culpa. En "Prisionero en el Planeta Infierno", Art siente un insoportable sentimiento de culpa por el suicidio de su madre, sentimiento acrecentado gracias a los comentarios de sus parientes, quienes también parecen culparlo. Art se siente atormentado por la culpa que le causa haber sido apático e indiferente frente a su madre. La última vez que la vio, ella entró a su dormitorio y le preguntó si todavía lo quería, a lo que Art le contestó, dándole la espalda con resentimiento: “¡Claro, mamá!” (p. 105). La respuesta desdeñosa es para Artie un recordatorio constante de la negligencia que le profesó a su madre, y la culpa que siente por su muerte es muy similar a la que experimenta al tratar de forma apática a su padre. Así, los hechos que se recuperan en el cómic sobre la muerte de la madre guardan una estrecha relación con la indiferencia que muestra Art al inicio del capítulo, cuando su padre le pide ayuda para reparar el techo. De esta forma, el autor logra ilustrar con maestría la complejidad de los vínculos y el complejo entramado de sentimientos y emociones que los componen. Art se siente resentido por el trato que recibió de su padre, y por ello se muestra apático cuando este le pide ayuda. Esta tensión le genera una profunda culpa, a la que se le suma aquella que siente por no haber podido evitar el suicidio de su madre.
En la sección anterior se exploraron las razones por las que el Holocausto afectó de forma tan diferente a Vladek, a Mala y a Anja. Los medios de supervivencia de Vladek -su ingenio y habilidad para usar incluso los elementos más pequeños para su beneficio- claramente tuvieron un efecto en su personalidad en años posteriores. Por su lado, Anja dependía principalmente de los demás para su supervivencia. Antes de que la llevaran a los campos de concentración, dependía casi por completo de su esposo para obtener comida y refugio. A su vez, después de la muerte de su hijo, Richieu, fue Vladek quien convenció a Anja de seguir viviendo.
La única aparición posterior al Holocausto de Anja dentro de Maus ocurre en el cómic "Prisionero en el Planeta Infierno", y, aunque su aparición es breve, podemos discernir mucho sobre su personalidad. En el cómic, ella está claramente deprimida y desesperada. Tras la escena en la que le pregunta a su hijo si todavía la quiere y recibe una respuesta indiferente, podemos suponer que Anja se siente sola y sin el apoyo de su familia, por lo que decide quitarse la vida. De la misma forma en que durante el Holocausto dependió de la bondad de los otros para sobrevivir, su personalidad posterior a la guerra se define de manera similar por la dependencia; así como los medios de supervivencia de Vladek se manifestaron más tarde de formas extremas y patológicas, los medios de supervivencia de Anja -su dependencia de los demás- se manifiestan de forma tan extrema que eventualmente la conducen al suicidio.
En sentido casi contrapuesto al suicidio de Anja, este capítulo también trata de la supervivencia, otro tema importante del libro. A medida que la brutalidad nazi continúa aumentando, el instinto de supervivencia empuja a muchos judíos a ignorar e incluso traicionar los poderosos lazos idenetitarios que los unen a su comunidad. Esto se ve por primera vez cuando aparece en escena la policía judía: algunos judíos cooperan con los alemanes y se convierten en miembros de sus fuerzas, encargados del control de sus compañeros. En palabras de Vladek, “los guardias eran judíos con grandes bastones. Actuaban como los alemanes” (p. 108). Estos guardias judíos son tan brutales como los nazis, y casi indistinguibles de ellos excepto por las estrellas de David que llevan en sus brazos. Vladek le dice a su hijo que algunos de estos policías judíos sintieron que realmente podían ayudar a la causa de su pueblo, pero muchos se unieron en un intento por salvar sus propias vidas. Los lazos familiares se rompen poco después: el primo de Vladek, Haskel, no lo ayudará sin antes recibir algún tipo de pago. Dice Vladek: "En ese momento ya no había más familias. ¡Era cada uno cuidar de sí mismo!"
Vladek, por su parte, también despliega en este capítulo sus habilidades y recursos para sobrevivir. Como le cuenta a Artie, se vuelve un experto en la construcción de búnkers para esconderse de las redadas nazis en busca de judíos:
En la cocina había una carbonera de un metro de ancho. Dentro hicimos un agujero para bajar al sótano. Y allí construimos una pared de ladrillo tapada con carbón hasta arriba. Detrás del muro podíamos ser un poco seguros. Ni siquiera cuando venían con perros para olernos -y sabían que allí vivían judíos- nos encontraban. Los perros corrían de un lado a otro como locos, pero en la carbonera solo estaba carbón. Parecía llena y no podían levantarla. Y el sótano no era más que un sótano (pp. 112-113).
La explicación de Vladek está acompañada de un gráfico que ilustra la construcción de una habitación oculta en el sótano y su acceso por la carbonera. Luego, cuando deben mudarse de esa casa, Vladek construye otro escondite, esta vez en el ático. Gracias a estos dispositivos, él y su familia consiguen escapar de los alemanes durante un buen tiempo, hasta que son atrapados cuando otro judío los delata.
El capítulo 6 es el último del primer libro de Maus, y comprende el relato de Vladek hasta que este finalmente es atrapado por los nazis y enviado a los campos de concentración de Auschwitz.
Al inicio del capítulo, el lector puede observar cómo, a medida que Art visita a su padre cada vez más, su relación comienza a cambiar. En capítulos anteriores, la mayoría de sus comunicaciones se centraron en el recuento de Vladek de sus experiencias en el Holocausto. Conforme la novela avanza, sin embargo, sus conversaciones se vuelven más personales y los fragmentos de la narración en presente se prolongan. Al comienzo del capítulo, Vladek comienza a quejarse nuevamente de su relación con Mala, y Art sugiere que vean a un consejero matrimonial. Hasta el momento, Artie había evitado la vida privada de Vladek y Mala, y no había hecho ningún comentario al respecto, por lo que este consejo demuestra cómo el hijo comienza a preocuparse por la vida de su padre de forma un tanto más positiva y honesta.
Sin embargo, cuando este capítulo llega a su fin, la relación entre padre e hijo se tensa casi hasta el punto de romperse cuando Vladek le dice a su hijo que quemó los diarios de Anja poco después de su muerte. Y para avivar la tragedia, Vladek recuerda que Anja le dijo una vez que esperaba que Art los leyera algún día. Ante esto, Art explota con su padre, llamándolo "asesino" (p. 161). Aunque luego se disculpa, se va poco después y vuelve a acusar de asesino a Vladek en voz baja. Como se explicó en el capítulo anterior, Artie siente un terrible sentimiento de culpa por el suicidio de su madre y, además, por no ser un hijo amoroso y atento con su padre. Sin embargo, al final de este capítulo, Art parece culpar a su padre por la muerte de su madre.
Así, hay dos abordajes distintos de este sentimiento: por un lado, Art se culpa por el suicido de su madre y, por otro, culpa a su padre por destruir la memoria de Anja. La historia del Holocausto es tanto la de un genocidio sistemático y planificado como la de las muertes (y supervivencias) individuales de millones de judíos europeos. La magnitud del horror (aproximadamente seis millones de judíos fueron asesinados) es casi inimaginable y, sin embargo, cada uno de esos cinco millones de muertes representa una historia individual. El Holocausto es, por lo tanto, un evento profundamente personal y aturdidoramente impersonal. Al destruir los diarios de Anja, Vladek hace imposible que su hijo conozca los aspectos personales de las experiencias del Holocausto de su madre.
Antes de pasar a la sección siguiente, vale la pena regresar sobre una cuestión ya mencionada en secciones anteriores, que atraviesa todo el relato: la decisión de Art de dibujar los diferentes grupos étnicos como animales distintos. Mientras Vladek y Anja se esconden en el sótano de la Sra. Motonowa, una rata corre por el suelo y Vladek le dice a su esposa, para tranquilizarla, que se trata simplemente de un ratón. La representación de la rata que realiza el artista es anatómicamente correcta, mientras que su representación de los judíos como ratones no lo es: los judíos están dibujados con cuerpos humanos y cabezas de ratones. De manera similar, los estadounidenses son retratados como humanos con rostros de perros, mientras que los nazis usan perros reales (con cuatro patas, cola, pelaje, etc.) para buscar judíos escondidos. A partir de esto, está claro que el autor pretende que el motivo de las etnias representadas como animales sea puramente simbólico. En este sentido, si bien el simbolismo animal ha sido criticado por ser demasiado simplista y por perpetuar los estereotipos raciales, la metáfora del gato y el ratón es un medio efectivo para representar la relación nazi-judío: los nazis persiguieron a los judíos sostenida y sistemáticamente, y no solo les quitaron la libertad, sino que los sometieron a un proceso de exterminio premeditado. En verdad, la idea de representar a los judíos como ratones se originó en la propaganda nazi, que los retrataba como una especie de alimañas que había que exterminar de forma sistemática.
Además de ser una metáfora adecuada, las representaciones de animales son un medio conveniente para representar visualmente las estratificaciones sociales y raciales que existieron durante la guerra. Y como beneficio adicional, el concepto brinda la oportunidad de representar visualmente estas relaciones, sin tener que recurrir constantemente a palabras como "judío", "alemán" y "polaco". Sin embargo, como se discutirá más adelante, el propio autor expresa reservas sobre estas metáforas animales en el metatexto del segundo capítulo del Libro II.