La novela de Nabokov, Pálido fuego, tiene un importante contexto político. Dentro de la cronología de las obras de Nabokov, Pálido fuego se publicó en 1962, años después de Lolita y La vida real de Sebastian Knight.
Pálido fuego evoca el mundo irreal de Zembla, y uno no puede evitar considerar Zembla en términos de la transformación de Rusia en la Unión Soviética. Ciertamente, el tema del exilio es autobiográfico, y también cabe señalar que, políticamente, Nabokov siguió siendo zarista. Nunca aprobó la Revolución Rusa que obligó a su familia a exiliarse, y temía a la Unión Soviética. No es difícil concluir que la simpatía de Nabokov por el rey Carlos se debe a su propia experiencia de exilio. Su desprecio por Gradus (que cuenta con la ayuda de los soviéticos) se basa en su propia postura política a favor de la monarquía ilustrada y totalmente opuesta al régimen de partido único al estilo soviético.
En 1962, la Unión Soviética no hacía más que crecer en poder y ascendencia, y su control político sobre Europa del Este se hacía cada vez más férreo. Las relaciones triangulares entre Estados Unidos, la URSS y Cuba no hicieron sino agudizar aún más la estructura política que Nabokov describe. La política nunca ocupa el primer plano de la novela; más bien, las consecuencias de la política en la vida privada de Charles siguen siendo el foco principal. El exilio produce una especie de nostalgia que se convierte en una forma de demencia. Varado en un continente extraño y amargo, Kinbote admite en un momento dado: "La soledad es el patio de recreo de Satanás", argumentando esencialmente que su intensa soledad le ha llevado a la locura.
También se considera que Pálido fuego es uno de los antecedentes del posmodernismo. Esto se debe principalmente a la atención que presta a la estructura narrativa. Hay una voluntad de interrogar al narrador y exponer la falibilidad inherente al registro humano. También existe la tendencia a exponer la vulnerabilidad y la mutabilidad de los textos pregrabados, ya sean los poemas de un vecino de al lado o alusiones a la mitología griega clásica. La inestabilidad del texto nos obliga a cuestionar continuamente la verdad frente a la falsedad y expone las líneas difusas y turbias que tradicionalmente dividen la ficción de la no ficción. Quizá solo por esta característica, Pálido fuego goza de un lugar destacado en las listas de lecturas universitarias dedicadas al "posmodernismo".
La novela también aparece en el número 53 de la lista de la Modern Library de las 100 mejores novelas del siglo XX.