Oxford debería ser un lugar óptimo para el estudio, pero no resulta así (ironía situacional)
A lo largo de la novela, el narrador y otros personajes experimentan una sensación de desconexión y extrañeza en Oxford. La ironía radica en que Oxford, una ciudad académica prestigiosa y aparentemente tranquila, se convierte en un lugar donde la rutina cotidiana se siente perturbada. Los personajes viven en un entorno que, en lugar de ser enriquecedor, resulta alienante y opresivo. Esta ironía resalta cómo la vida cotidiana a menudo difiere de las expectativas y puede ser inquietante.
El narrador busca un significado para su vida en la literatura y pierde de vista lo verdaderamente importante (ironía dramática)
La obsesión del narrador con la obra de Arthur Machen se convierte en un reflejo de su búsqueda de significado en medio de una vida académica aparentemente carente de profundidad. La novela juega con la idea de que encontrar significado en la obra de un autor oscuro como Machen es tan complejo como encontrar significado en las relaciones personales. La ironía reside en cómo el narrador busca significado en la literatura al mismo tiempo que lucha por darle sentido a su vida amorosa.
Mientras más intenta el narrador preservar su historia contándola, más ambigüa se le vuelve (ironía dramática)
El narrador reflexiona sobre la necesidad de contar historias para preservar la memoria y la existencia. La ironía se manifiesta en que, al tratar de mantener una "continuidad" a través de la escritura, el narrador también se enfrenta a la ambigüedad y la incertidumbre de las historias que cuenta. La escritura es, en sí misma, un acto de preservación, pero también es un recordatorio constante de la fugacidad y la fragilidad de la memoria.