“Dos de los tres han muerto desde que me fui de Oxford, y eso me hace pensar, supersticiosamente, que quizá esperaron a que yo llegara y consumiera mi tiempo allí para darme ocasión de conocerlos y para que ahora pueda hablar de ellos. Puede, por tanto, que —siempre supersticiosamente— esté obligado a hablar de ellos. No murieron hasta que yo dejé de tratarlos. De haber seguido en sus vidas y en Oxford (de haber seguido en sus vidas cotidianamente), tal vez aún estuvieran vivos. Este pensamiento no es sólo supersticioso, es también vanidoso. Pero para hablar de ellos tengo que hablar también de mí, y de mi estancia en la ciudad de Oxford".
En el comienzo de la novela, el narrador reflexiona sobre la muerte de dos de sus amigos de Oxford después de haber dejado la ciudad. Esta reflexión inicial establece el tono melancólico y reflexivo de la obra. La superstición del narrador sobre su influencia en la vida de sus amigos y su posterior muerte refleja la idea de que las acciones individuales pueden tener un impacto duradero en la vida de los demás, incluso si esto es solo una creencia personal. Además, esta introducción anticipa que el narrador hablará tanto de sus amigos como de su propia vida y tiempo en Oxford, lo que sugiere una narrativa introspectiva.
“Clare Bayes no tenía apenas escrúpulos, pero quien la conociera tampoco podía exigírselos, pues en buena medida su gracia residía precisamente en su falta de consideración para con los demás y para consigo misma. Clare Bayes me hacía reír con frecuencia, que es lo que más aprecio, pero sé que nunca tuve por ella —ni tampoco, creo, ella por mí— una debilidad lo bastante prolongada o firme para estar en peligro de ninguna clase (si no era Edward Bayes, tampoco estuve nunca en peligro de suplantarlo)".
La descripción de Clare Bayes destaca su falta de escrúpulos y su carácter desinhibido. Esta caracterización inicial de Clare establece su personalidad como un personaje que se mueve en el mundo con una falta aparente de preocupación por las convenciones sociales. Su capacidad para hacer reír al narrador sugiere una cierta atracción, pero se enfatiza que esta relación no es una amenaza para el matrimonio de Clare con Edward Bayes.
"La fidelidad (lo que así se llama para referirse a la constancia y exclusividad con que un determinado sexo penetra o es penetrado por otro igualmente determinado, o se abstiene de ser penetrado por otro igualmente determinado, o se abstiene de ser penetrado o penetrar en otros) es producto de la costumbre principalmente, como lo es también la llamada -contrariamente- infidelidad (la inconstancia y alternación y el abarcamiento de más de un sexo)".
Esta cita explora el concepto de fidelidad e infidelidad en las relaciones humanas. El narrador sugiere que estos términos son en gran parte construcciones sociales basadas en la costumbre y las expectativas culturales. La ironía aquí es que la fidelidad es relativa y subjetiva, y las personas interpretan estos conceptos de manera diferente según sus experiencias y valores personales.
"Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos (y de lo cual, por tanto, somos algo responsables), ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos, y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros. Cada cosa deberá contarse a alguien -no siempre el mismo, no necesariamente-, y cada cosa va poniéndose aparte como quien ojea y aparta y va adjudicando futuros regalos una tarde de compras. Todo debe ser contado una vez al menos, aunque, como había dictaminado Rylands con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos. O, lo que es lo mismo, en el momento justo y a veces ya nunca más si ese momento justo no se supo reconocer o se dejó pasar deliberadamente".
En esta cita, se destaca la idea de que todas las experiencias y conversaciones necesitan tener un destinatario fuera de nosotros mismos. La comunicación y la narración son elementos esenciales de la vida humana, y compartimos nuestras experiencias con otros de una manera selectiva. Se enfatiza la importancia de la comunicación y cómo cada experiencia se guarda como un regalo en la mente del narrador para ser compartido en el momento adecuado. Esta idea refleja la naturaleza reflexiva y autorreflexiva de la novela, donde el narrador se convierte en el destinatario de sus propias experiencias.
“Tengo aún, ante mí (las hago tintinear en una caja metálica junto a un par de pendientes), unas monedas de entonces que no gasté. Podía habérselas dejado al niño Eric, que por estas fechas volverá de Bristol para las vacaciones. Pero quizá este niño nuevo también quiera coleccionarlas un día. El niño Eric vive, y crece".
El final de la novela se caracteriza por su tono de cierre y de continuidad. El narrador menciona que aún conserva monedas de la época de Oxford que no gastó y reflexiona sobre si entregárselas al niño Eric. Esta reflexión sugiere que la vida sigue y se renueva a través de las generaciones posteriores. El hecho de que el niño Eric "vive y crece" simboliza la continuidad de la vida, incluso cuando los amigos del narrador han fallecido. La conclusión proporciona un sentimiento de cierre y conexión entre el pasado y el presente.