Un hombre negro recrimina a Chimamanda que hable de sus experiencias "como mujer" y no "como ser humano", mientras que él habla de sus experiencias "como hombre negro" (Ironía situacional)
Una crítica que se le hace al feminismo históricamente es la de que luche por los derechos de la mujer en lugar de hablar de derechos humanos en general. Esto es exactamente lo que le plantea un hombre negro a Adichie en una conversación, recriminándole que hable de sus experiencias “como mujer” en lugar de hablar “como ser humano”. Lo interesante es el giro irónico que adquiere la situación en tanto ese mismo hombre habla de su experiencia “como hombre negro” y no “como ser humano”, es decir, sí considera lícito hablar de su situación concreta, particular, mientras le exige a Adichie lo contrario. Probablemente, esto se debe a que el hombre encuentra legítima la lucha en contra del racismo, pero no la lucha contra el sexismo o machismo. Este hombre puede denunciar su situación de inferioridad histórica en la sociedad por el hecho de ser negro, pero no puede (o no quiere) aceptar su situación de privilegio por el hecho de ser varón.
En la escuela primaria, Adichie tiene deseo y el desempeño exigido para ser monitor de la clase, pero el rol es asignado a un niño sin deseo de ser monitor y con peores calificaciones que la autora (Ironía situacional)
Adichie expone las inconveniencias de vivir bajo los estereotipos de género, demostrando que estos no solo son sufridos por las mujeres, sino también por los varones. Para tal fin, en un momento de su discurso Adichie incorpora una anécdota de su escuela primaria. Ella quería ser monitor de la clase, y, por ende, se esmeró para sacar la mejor calificación y ganarse ese rol, pero la maestra acaba otorgándoselo a un niño que no quería cumplirlo y que tenía peores calificaciones que ella, solo porque era varón. Así, una niña es privada de su deseo y un niño es empujado a una acción que no deseaba cumplir. La situación es irónica, en tanto por el solo hecho de cumplir con las expectativas de género, el rol de monitor no es cumplido por quien quiere hacerlo y reúne las aptitudes para ello, sino por alguien menos apto y sin ninguna voluntad de realizarlo.
A la autora le preocupaba no ser tomada en serio al dictar un seminario, para el que te está perfectamente preparada, por la ropa que vista (Ironía situacional)
La autora admite que, en una ocasión, antes de dictar un importante seminario, estaba aterrada porque no sabía cómo vestir para ser tomada en serio. La situación resulta irónica en tanto ella se sabe muy bien preparada para dar la clase, y teme ser juzgada por un aspecto sumamente secundario como es su aspecto físico. Se expone así la desigualdad de género imperante (la seriedad de un varón nunca se mide por su vestuario), además de las dificultades y obstáculos de deconstruir los prejuicios interiorizados, incluso en una mujer ya adulta y feminista.