Las cinco personas que quedan se sientan en el salón, mirándose los unos a los otros. Miran recelosamente, incapaces de confiar en nadie. “Y todos ellos de repente parecían menos humanos. Como si hubieran retrocedido a un estado más primitivo”. Capítulo 13, pág. 191 Quedan de acuerdo en que para no correr peligro, solamente uno de ellos abandonará la habitación en un momento dado, quedando el resto de ellos allí, vigilándose los unos a los otros. Armstrong propone encender una hoguera pero llueve demasiado.
Una vez más, todos los personajes tienen monólogos internos – se estaban volviendo paranoicos dejándose llevar por el pánico – exactamente tal y como desea el asesino. El asesino observa que todos están aterrorizados, con miedo a la muerte. Incluso el asesino tiene miedo. “Tengo miedo a la muerte…Si, pero eso no impide que la muerte venga…” Capítulo 13, pág. 194. A las cinco en punto, Vera se ofrece para hacer té, pero Wargrave sugiere que deberían vigilarla mientras lo hace, solo para estar seguros. Todos vuelven al salón tomando té y coñac. Lombard intenta encender las luces pero no hay electricidad. Nadie quiere salir a intentar arreglar el generador por lo que Wargrave propone usar velas para iluminar la habitación.
A las seis y veinte, Vera sube a su habitación para escapar del estrés un rato. Llegando a su habitación siente el olor del océano. Le recuerda a Cyril y Hugo. Repentinamente piensa que Hugo debe estar en la isla con ella. Se deshace de la idea dándose cuenta que no tiene sentido. La vela se apaga y su habitación queda a oscuras. Una mano húmeda la toca en el hombro. Entonces ella grita.
Los hombres suben corriendo a la habitación de Vera y la encuentran gritando incoherentemente. Colgando de un gancho en el techo hay una larga y delgada alga marina – eso era lo que había tocado su hombro. Los hombres le ayudan a incorporarse y le ofrecen algo de coñac. Vera está a punto de beber un sorbo pero entonces se niega, exigiendo que se le traiga una botella que no haya sido abierta. Lombard va a conseguir una. Después de que Vera toma un trago, Lombard teoriza que el asesino finalmente ha visto sus planes frustrados. Pero Armstrong considera un poco improbable que el asesino planeara que Vera se desmayara y luego necesitaría tomar coñac – especialmente dado que el vaso de coñac que le trajeron no ha sido envenenado. Vera se da cuenta de que Wargrave no se encuentra en la habitación con ellos. Blore, Lombard y Armstrong están bastante seguros de que el juez subió junto con ellos y no saben que sucedió. Todos se dirigen de vuelta corriendo al salón y encuentran a Wargrave sentado en su silla – con una cortina roja envolviéndole y una peluca gris de lana en su cabeza. Armstrong les dice que se aparten y examina el cuerpo. Le quita la peluca dejando al descubierto una marca roja en la frente de Wargrave. Revela que le han disparado a Wargrave en la cabeza, una muerte instantánea. Lombard se ríe y manifiesta que casi se alegra de que Wargrave haya muerto. Todos quedan conmocionados y Vera señala que Lombard estaba seguro de que Wargrave era el asesino.
Seguimiento del Tema: Culpabilidad y Responsabilidad 12
Seguimiento del Tema: Confianza y Sospecha 12