Después de un momento de pánico, Armstrong examina a Marston, luego anuncia que está muerto. Nadie lo cree en un primer instante, Macarthur pregunta si simplemente murió asfixiado. Armstrong examina el líquido en el vaso, probando una pequeña cantidad. Anuncia que la muerte de Marston no fue debido a causas naturales - ¡fue envenenado! Armstrong revisa la botella de whiskey y la botella de soda, luego indica que ninguna de ellas estaba envenenada. Lombard concluye que Marston debió haberse envenenado él mismo. Nadie puede creer esta afirmación, pero están de acuerdo en que eso debe ser lo que sucedió. Todos vieron a Marston servirse la bebida él mismo, de modo que ¿quien más podría ser responsable? Sin embargo, a pesar de esta evidencia, nadie cree realmente que Marston era un tipo que se suicidara.
Después que el cadáver de Marston es llevado hasta su habitación, todo el mundo decide irse a dormir, cerrando sus puertas con seguridad. Al dirigirse a los dormitorios, la casa parecía amenazarlos. Era tan grande, tan brillante y moderna. No era lugar para que se oculte un asesino. "De alguna forma, ello era lo más atemorizante de todo este asunto..." Capítulo 5, pág. 72
En su habitación, Wargrave piensa acerca de Edward Seton. El había disfrutado el caso, tomando notas, escuchando todos los testimonios cuidadosamente, y llegando a la conclusión de que Seton era culpable. El fiscal había sido incompetente, incapaz de convencer al jurado de ninguna cosa, y la defensa había sido más que adecuada. Wargrave había sido muy cuidadoso al efectuar el resumen de los testimonios al jurado. Muy seguro de convencerlos de que Seton era culpable. Y tuvo éxito en esa misión. Seton fue condenado a la pena de muerte, tal como había querido Wargrave.
En el comedor, Rogers nota algo mientras efectúa la limpieza. Solía haber diez figurillas chinas de porcelana, ahora solo hay nueve.
Macarthur no puede dormir. Recordaba la cara de Richmond. Richmond había sido uno de sus tenientes, y Leslie, la esposa de Macarthur, se había enamorado de él. Un día, mientras estaba todavía en el mando durante la primera guerra mundial, Macarthur recibió una carta de su esposa, dirigida a Richmond - accidentalmente ella había confundido las cartas y los sobres. Después de enterarse del amorío, Macarthur odiaba a Richmond, finalmente, lo envía a encontrar la muerte en una misión de reconocimiento suicida. Había llegado lejos con ello, ya que era tiempo de guerra, y se cometían errores, pero otro teniente, había sospechado algo. Piensa que Armitage es el culpable de todos los rumores que le habían rodeado en los últimos años. Después que Macarthur regresó de la guerra, su esposa nunca más fue la misma. Se puso más y más deprimida, muriendo finalmente de neumonía unos pocos años más tarde. Se pregunta quién podría saber acerca de Richmond, y luego piensa en volver a su casa, de regreso a los rumores, de vuelta a su vida vacía... De pronto, decide que no quiere abandonar la isla jamás.
En su habitación, Vera también sufre de insomnio. No puede dejar de pensar en el pequeño Cyril, y su tío, Hugo. Ella se había enamorado de Hugo, pero él no había podido casarse con ella, pues no tenía un centavo a su nombre. Irónicamente, después de la muerte de Cyril, Hugo se convirtió en el heredero de la fortuna familiar, pero él se había negado a ver a Vera después de eso, y ella no tenía idea de a dónde se había ido. Vera piensa en Cyril, lo latoso que era, siempre desesperado por nadar hasta las rocas, tuvo que decirle una y otra vez que simplemente era demasiado lejos ... Se toma una aspirina para poder dormir. Mientras aun está despierta, ella nota la canción de cuna en el marco. El primer verso trataba acerca un negrito que murió asfixiado. Ella se sorprende de la similitud del poema con los acontecimientos de esa noche. No quiere morir: "Morir...eso estaba bien para los demás". Capítulo 5, pág. 81
Seguimiento del Tema: Culpabilidad y Responsabilidad 6