“El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman «allá». A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste. El acento local tiene un aroma de praderas, un dejo nasal de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada. La tierra es llana y las vistas enormemente grandes; caballos, rebaños de ganado, racimos de blancos silos que se alzan con tanta gracia como templos griegos son visibles mucho antes de que el viajero llegue hasta ellos”.
La novela comienza y finaliza con descripciones del paisaje. La serenidad de la llanura se presenta como un territorio improbable para la tragedia. Estas descripciones hacen referencia a un tópico griego llamado locus amoenus, es decir, la representación de un lugar natural e idealizado. Este terreno ganadero aparece “solitario” (1979:13), amplio, con “aire puro” (1979:13) y deliciosos aromas. Se describe un ambiente natural y armónico. En este sentido, es muy perturbador que la catástrofe suceda en un entorno tan pacífico.
La primera descripción de los personajes de la novela se realiza desde una gran distancia, y luego se acerca para resaltar los detalles. Esta trayectoria reproduce la propia experiencia de Capote con los residentes de Holcomb y Garden City.
En esta cita, el narrador compara el paisaje de Holcomb con el de la antigua Grecia. De alguna manera, sugiere que las historias contenidas en la novela examinan los tópicos humanos universales que forman parte, también de la mitología griega, como el asesinato, la venganza y la búsqueda de justicia.
“Otra razón, la más simple, la más desagradable, era que aquella tranquila comunidad de buenos vecinos y amigos de toda la vida, se vio de pronto enfrentada con la insólita experiencia de tener que desconfiar unos de otros”.
Los asesinatos de la familia Clutter causan estragos en la seguridad de Holcomb, fragmentan a la comunidad y siembran las primeras dudas entre sus habitantes. Se genera un clima de sospecha permanente entre los miembros del pueblo. Experimentan una pérdida de su antigua inocencia y son forzados, por primera vez, a confrontar con la realidad de los asesinos y el mundo que representan.
“No hablarás por mí, rico —dijo Dick—. Yo soy un tipo normal.
Y Dick estaba convencido de lo que decía. Se creía tan equilibrado, tan cuerdo como el que más. Sólo que quizás un poco más listo que la mayoría. Pero Perry… Había , al parecer de Dick, «algo anormal» en el pequeño Perry”.
Dick usa a Perry para convencerse de que él mismo es “normal”. Define su autoestima en contraposición a las características excéntricas, infantiles y afeminadas de Perry, que menosprecia. Por el otro lado, Perry se enorgullece por ser excepcional, sensible e incluso artístico en comparación con Dick.
Ambos protagonistas se comparan para afirmar sus propias masculinidades. Dick se distingue de Perry por sus instintos criminales y Perry anhela que Dick piense en él como un modelo masculino. Perry admira a Dick porque, en comparación con él mismo, parece ser un varón “totalmente masculino” (1979:29).
“Yo no lo quise en casa. No había más que mirarle para saber qué clase de tipo era. Con aquel perfume. Y el pelo gomoso de brillantina. Era claro como el día dónde lo había conocido Dick”.
La madre de Dick realiza un juicio rápido sobre Perry basado en su apariencia. Este enunciado sugiere que piensa que es homosexual. Esto brinda información sobre cómo Perry es percibido por los ojos de estadounidenses “convencionales” o conservadores. Aunque su perfume o su pelo grasoso no sean señales que marquen su orientación sexual, sí diferencian su apariencia de la típica familia tradicional de clase media estadounidense.
“Compartían un destino común contra el que la virtud no era defensa.”
En un momento de desesperación, Barbara, la hermana de Perry, reflexiona sobre sí misma y sobre su hermano. Para deshacerse de la condena de su crianza dificultosa, consolida un matrimonio cómodo y seguro. Sin embargo, Perry funciona como un recordatorio constante de su pasado. Frente a los frecuentes problemas de Perry con la ley y las propias inseguridades de Barbara sobre la posibilidad de seguir el destino familiar, un día decide dejar de vincularse con su hermano. Este abandono genera que Perry continúe su camino de aislamiento y autodestrucción.
“Yo no quería hacerle daño a aquel hombre. A mí me parecía un señor muy bueno. Muy cortés. Lo pensé así hasta el momento en que le corté el cuello”.
Perry enuncia que no ha querido lastimar a Herb Clutter. Dice que tanto Herb como los demás miembros de su familia le despiertan simpatía. Aunque esta cita suene irónica, es significativa respecto del motivo por el que Perry mata a la familia Clutter.
Los asesinos no odian específicamente a esta familia sino que encuentran en su hogar los símbolos de viejas frustraciones y resentimientos. La familia Clutter recibe la furia de Perry, pero no es realmente la fuente de esta rabia.
“Yo sólo quería fingir que le tomaba la palabra, obligarlo a disuadirme, forzarlo a admitir que era un farsante y un cobarde. ¿Sabe? Era algo entre Dick y yo. Me arrodillé junto al señor Clutter y el daño que me hizo me recordó aquel maldito dólar. El dólar de plata. Vergüenza. Asco. Y ellos me habían dicho que no volviera nunca a Kansas. Pero no me di cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquel sonido. Como de alguien que se ahoga. Que grita bajo el agua”.
Perry describe sus pensamientos durante el asesinato de Herb Clutter. Recuerda una confrontación con Dick y un momento previo en la casa de los Clutter, cuando se agacha en el cuarto de Nancy y busca “aquel maldito dólar” (1979:319). Se ve eclipsado por sentimientos de vergüenza y autodesprecio.
Esta cita expone lo poco consciente que es Perry al momento de cortarle la garganta a Herb Clutter. El asesinato aparece como una acción mecánica y automática frente a los recuerdos de viejas frustraciones e insultos que son revividos en la casa de los Clutter.
“El crimen era un accidente psicológico, un acto virtualmente impersonal; las víctimas podían haber sido muertas por un rayo. Salvo por una cosa: las habían sometido a un prolongado terror, habían sufrido. Y Dewey no podía olvidar su sufrimiento. A pesar de ello, pudo mirar sin ira al hombre que llevaba al lado, más bien con cierta comprensión, porque la vida de Perry Smith no había sido ningún lecho de rosas, sino algo patético, una horrible y solitaria carrera de un espejismo a otro”.
Esta cita repone lo que Alvin Dewey reflexiona luego de oir la confesión de Perry. Dewey es ambivalente respecto de las implicancias morales del caso Clutter: aunque reconoce la naturaleza violenta de los crímenes, no puede condenar gratamente a los culpables porque han tenido vidas de mucho sufrimiento y parecen haber perdido el control durante el robo. Esta parte de la reflexión de Dewey se encuentra en sintonía con cierta motivación general de la novela, que no permite realizar un juicio moral absoluto sobre los asesinos. Sin embargo, luego aclara que “la comprensión de Dewey no era suficientemente profunda como para dar lugar al perdón o a la clemencia. Deseaba ver a Perry y a su cómplice ahorcados, ahorcados espalda contra espalda” (1979:321).
“Cuando Smith atacó a Clutter, se hallaba en un eclipse mental, inmerso en una oscuridad esquizofrénica porque lo que «de pronto descubrió» que lo que estaba destruyendo no era un hombre de carne y hueso, sino «una imagen clave de una configuración traumática»: ¿su padre?, ¿las monjas del orfelinato que se habían burlado de él y le habían golpeado?, ¿el odioso sargento, el funcionario que le dio la libertad condicional prohibiéndole volver a poner los pies en Kansas? Uno de ellos, o todos a la vez”.
Esta cita proviene del análisis clínico de las tendencias criminales de Perry que realiza el doctor Satten. Legitima la declaración de Perry de que no ha estado en control de sus actos durante los asesinatos y expone su incapacidad para manejar sus respuestas emocionales. Esta cita da cuenta de cómo Perry reúne los rasgos de un tipo de asesino que Satten describe en un artículo llamado “Asesinato sin motivo aparente. Estudio sobre la desorganización de la personalidad” (1979:388). Perry encaja con las características de estos homicidas: presenta descontrol a la hora de dominar sus impulsos agresivos, ha sufrido una extrema violencia en la infancia y se ve a sí mismo como físicamente inferior, débil e inadaptado. A la hora de matar a Herb, su agresividad se activa y lo sume en un trance disociativo, en una especie de eclipse.
“Dewey tenía cincuenta y un años, cuatro años más que cuando dirigió la investigación del caso Clutter. Pero seguía espigado y ágil y era el principal agente del KBI de la Kansas occidental. La semana anterior, había arrestado a un par de ladrones de ganado. El sueño aquel de establecerse en una granja propia no se había convertido en realidad, pues su esposa no había perdido el miedo a vivir aislada. En cambio, los Dewey se habían construido una casa nueva en la ciudad. Se sentían orgullosos de ella y orgullosos también de sus dos hijos, que ahora ya tenían voz grave y eran tan altos como su padre. El mayor iba a ingresar en la universidad en otoño”.
El libro concluye con la perspectiva de Alvin Dewey; el desarrollo de su vida luego de la resolución del caso Clutter. Esta cita da cuenta del paso del tiempo y la resiliencia de la comunidad luego de los asesinatos. La memoria de los Clutter ha marcado las vidas de los ciudadanos pero, de todos modos, se destaca que la familia de Dewey continúa su vida hacia el futuro.