Resumen
El 2 de enero comienzan los interrogatorios a ambos sospechosos en Las Vegas. Los detectives, inicialmente, evitan mencionar el caso Clutter para que Dick y Perry piensen que están detenidos por la violación de la libertad bajo palabra. Los protagonistas tienen una coartada arreglada para la noche del 14 de noviembre y la presentan a sus interrogadores con confianza. Luego de varias horas, los detectives revelan que son sospechosos de un cuádruple homicidio y ambos reaccionan sorprendidos: “la boca de Dick cobró rigidez. Su postura también” (1979:293) y Perry “tragó saliva. Empezó a frotarse las rodillas” (1979:296).
En las siguientes rondas de interrogatorios, los detectives presentan las evidencias en contra de los protagonistas: el testimonio de Floyd Wells y las huellas encontradas en la escena del crimen que coinciden con los pares de botas que tienen en su posesión. Dick entra en pánico y acusa a Perry de los asesinatos: “Fue Perry. Yo no pude impedirlo. Los mató a todos” (1979:301).
Los residentes de Holcomb reciben la noticia de los arrestos con ambivalencia. Aunque aparece cierto alivio, también hay desconfianza. Por ejemplo, la señora Clare dice: “Algún día llegarán al fondo del asunto y entonces descubrirán quién se esconde tras ellos. Quién quería quitar a Clutter de en medio. El cerebro” (1979:309).
En el viaje desde Las Vegas hasta Garden City, Dewey le cuenta a Perry que Dick ha mencionado la historia de su asesinato con una cadena de bicicleta. En ese momento, Perry confirma que Dick ha confesado todo sobre los asesinatos de los Clutter: “Lo he sabido siempre, que si nos pescaban, que si Dick de verdad cantaba, cantaba hasta la última cosa, sabía que diría lo del negro” (1979:305). Luego, cuenta su versión de los hechos de esa noche.
Según el relato de Perry, llegan a la granja River Valley convencidos por el testimonio de Floyd Wells de que Herb Clutter guardaba una caja fuerte con diez mil dólares en su casa. Cuando entran a la casa y no encuentran la caja, despiertan al señor Clutter en su cuarto en la planta baja y le preguntan dónde guarda su dinero. Herb niega con calma la existencia de una caja o de cualquier suma importante de dinero. Les entrega los treinta dólares que tiene encima y les pide que no molesten a su mujer, que está enferma.
Los protagonistas suben las escaleras y le piden a los miembros de la familia toda la plata que tienen. Consiguen unos pocos dólares más. Luego los atan y los amordazan. Dick continúa buscando la caja fuerte mientras Perry conversa con los rehenes. Perry intenta convencer a Dick de que no hay una caja y que es mejor marcharse, pero Dick no quiere rendirse. Perry sigue buscando dinero. Se agacha, en el cuarto de Nancy, en busca de una moneda de dólar tirada y siente lástima por él mismo; está frustrado y avergonzado. Luego, Dick propone violar a Nancy y Perry se opone: “Déjala en paz. Si no te las tendrás que ver conmigo” (1979:318).
En este punto, Perry describe el intercambio que lleva a los asesinatos:
Tenía el cuchillo en la mano. Se lo pedí y me lo entregó. Le dije: «Muy bien, Dick. Vamos allá». Pero yo no quería decir esto. Yo sólo quería fingir que le tomaba la palabra, obligarlo a disuadirme, forzarlo a admitir que era un farsante y un cobarde. ¿Sabe? Era algo entre Dick y yo. Me arrodillé junto al señor Clutter y el daño que me hizo me recordó aquel maldito dólar. El dólar de plata. Vergüenza. Asco. Y ellos me habían dicho que no volviera nunca a Kansas. Pero no me di cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquel sonido. Como de alguien que se ahoga. Que grita bajo el agua. (1979:319)
Según el relato de Perry, los otros tres asesinatos se suceden rápidamente, en un frenesí ciego. Dice que Dick es responsable de dos de los cuatro asesinatos. Luego, se van de la casa de los Clutter con “unos cuarenta o cincuenta dólares” (1979:321).
Los autos que llevan a Perry y a Dick llegan a Garden City. Hay una multitud esperando para verlos entrar al Palacio de Justicia. Los oficiales esperan que la congregación se alborote con la llegada de los sospechosos. Sin embargo, “cuando la muchedumbre vio a los asesinos con su escolta de patrulleros con uniforme azul, guardó silencio, como sorprendida al descubrir que tenían forma humana” (1979:324).
Análisis
La confesión de Perry es el clímax de A sangre fría: la narración alcanza el instante de mayor fuerza expresiva. Todos los hilos narrativos del libro anticipan el relato de la noche de los asesinatos: la confesión satisface la búsqueda de los detectives del KBI y, de un modo más sutil, completa la caracterización de Perry y Dick.
El hecho más importante que se desprende del relato de Perry es que los crímenes no se determinan por las acciones independientes de los protagonistas, sino por un intercambio dinámico entre las personalidades competitivas de Perry y Dick. Los asesinatos resultan de un in crescendo de tensión y competencia en el vínculo entre ellos. Perry desea en algún momento irse de la casa y abandonar el plan, pero el otro insiste con quedarse; “a Dick le daba demasiada vergüenza admitirlo” (1979:313). Luego, Perry admite que “A Dick le entró pánico. Quería largarse de allí. Pero yo no lo dejé” (1979:320).
Lo que se pone en juego en la competencia entre Perry y Dick es su masculinidad, es decir, quién de los dos se ajusta más fielmente al estereotipo de género de lo que significa ser varón. En este caso, queda claro que la masculinidad tiene que ver con la valentía, la violencia y la determinación. Por eso, en el relato del asesinato de Herb Clutter se muestra un intento de Perry por demostrar su valentía: se narra un enfrentamiento competitivo en el que Perry quiere establecerse como el ganador: “Yo sólo quería fingir que le tomaba la palabra, obligarlo a disuadirme, forzarlo a admitir que era un farsante y un cobarde” (1979:319). Se desprende de este relato que la decisión de asesinar a Herb Clutter surge de la competencia entre los protagonistas y de los sentimientos de frustración e impotencia de ambos. Perry provoca a Dick para exponer su cobardía, pero termina cometiendo los crímenes.
Otro elemento fundamental que se revela en esta parte es expresada por el detective Dewey: “El crimen era un accidente psicológico, un acto virtualmente impersonal” (1979:321). Las acciones cometidas por Perry son automáticas o inconscientes, se llevan a cabo mientras el protagonista está inmerso en una ensoñación de vergüenza y autodesprecio. Este punto va a ser profundizado en los informes psiquiátricos que se realizan para el juicio. Sin embargo, ya desde su testimonio se desprende que Perry no está completamente consciente de sus acciones: “no me di cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquel sonido. Como de alguien que se ahoga. Que grita bajo el agua” (1979:319). El asesino ni siquiera recuerda el momento exacto en el que corta el cuello de Herb Clutter. Se sugiere un desdoblamiento en Perry que se inicia cuando se arrodilla en el cuarto de Nancy en busca de dinero: “Exploré la habitación de la hija y hallé un pequeño monedero, como de muñeca. En el interior había un dólar de plata. Se me cayó y rodó por la habitación. Fue a parar debajo de una silla. Tuve que ponerme de rodillas. En aquel momento fue como si me viese a mí mismo desde fuera. Como si me viera en una película. Aquello me hizo sentir mal” (1979:315). El robo lo hace sentir indefenso y despreciable. Perry se observa a sí mismo desde afuera, como si se disociara. Se ve a él mismo arrodillado en el cuarto de Nancy buscando una moneda cuando el plan ha sido irse de allí con diez mil dólares, y considera que todo es en vano. En ese momento comienza la acumulación de frustración y autodesprecio que lo lleva a matar a Herb.
Además, esta escena comprueba ciertas conductas en Perry que dan cuenta de su humanidad. Por ejemplo, cuando frena los deseos de Dick de violar a Nancy Clutter o cuando saca una silla al pasillo “para que la señora Clutter pudiera sentarse, ya que habían dicho que estaba enferma” (1979:313). Respecto de esto: “Dewey había sostenido siempre que la caja del colchón había sido colocada en el suelo para mayor comodidad del señor Clutter, y observando otros detalles por el estilo, otras fragmentarias indicaciones de irónica y errática compasión, el detective había supuesto que, por lo menos, uno de los asesinos no carecía totalmente de misericordia” (1979:316). La idea de que los asesinos son personas con capacidad de sentir piedad o misericordia es acentuado en la llegada al Palacio de Justicia en Garden City, donde la muchedumbre “guardó silencio, como sorprendida al descubrir que tenían forma humana” (1979:324). La idea de los vecinos de Holcomb de que los asesinos son criaturas malvadas y monstruosas comienza a suavizarse cuando los acusados llegan a la ciudad a enfrentarse con el juicio. Las conductas “humanas” que suponen misericordia de los asesinos y sus enfermedades mentales humanizan a los acusados. Queda clara la pretensión de la novela de subjetivar y complejizar a los acusados, apartándose de la caracterización moral y polarizante que los entiende como “malvados”.
Finalmente, A sangre fría es caracterizada como una novela altamente cinematográfica, con un importante componente visual. Estos rasgos aparecen pronunciadamente en la escena de la confesión, en la que la narración opera en dos niveles: los lectores están en el auto con Dewey escuchando a Perry y, simultáneamente, en la casa de los Clutter la noche del 14 de noviembre. Se destaca la presencia de detalles en la narración, que son, como entiende Tom Wolfe, un procedimiento propio del nuevo periodismo, que sirve para “ficcionalizar” las investigaciones periodísticas (1984). En este sentido, cabe recordar que la obra se aparta de la pretendida objetividad del periodismo y, como tal, deja filtrar la voluntad del autor por considerar los múltiples matices de significado de los hechos.