Resumen
Cuarta parte
Capítulo XXXIII
Henry se baja del tren en Milán y entra a un bar a pedir comida. El propietario, que nota las insignias arrancadas del uniforme, le ofrece hospedarlo. Henry rechaza el ofrecimiento y se va al hospital para encontrarse con Catherine. Sin embargo, le informan que hace dos días que ella está en Stresa con Elena. Entonces, Henry visita a su amigo Simmons y le pide ropa para vestirse de civil. Su objetivo es reunirse con Catherine y luego huir a Suiza.
Capítulo XXXIV
Henry llega en tren a Stresa, toma un carruaje al Hotel Las Islas Borromeas y alquila una lujosa habitación. En el bar del hotel le pregunta al camarero si vio a dos enfermeras inglesas. El camarero, Emilio, le informa que se están hospedando en un hotel, cerca de la estación de trenes. Henry se dirige hacia allí y las encuentra cenando. Catherine está muy feliz de verlo, pero Elena está furiosa con Henry por los peligros en los que metió a su amiga.
Catherine pasa esa noche en la habitación de hotel de Henry. Por la mañana, este elude las preguntas que le hace sobre las últimas semanas de la guerra. Finalmente y sin ofrecer mucho detalle, le da a entender que está en peligro por haber desertado. Ella se muestra comprensiva y compañera, y juntos planean su escape a Suiza.
Capítulo XXXV
Catherine va a visitar a Elena mientras Henry baja al bar a leer las noticias sobre la guerra. El camarero lo interrumpe para decirle que el conde Greffi, un ex diplomático de Austria e Italia que Henry conoció antes de la guerra, quiere jugar al billar con él. Luego de pasarle el mensaje, Emilio lo invita a Henry a pescar en su barco, allí pasan un rato y hablan de la situación bélica del país.
Henry vuelve a su habitación a esperar a Catherine. Más tarde almuerza con ella y Elena. Luego, Henry se une al conde Greffi para jugar al billar y beber. Mientras juegan, hablan de la guerra y el conde Greffi explica que Italia ganará porque es un país más joven. Tras finalizar la partida -que el conde gana por poca diferencia-, los amigos se despiden.
Capítulo XXXVI
A la noche se desata una tormenta y Emilio despierta a Henry para advertirle que será arrestado en la mañana. Le recomienda escapar inmediatamente a Suiza con su bote. Henry despierta a Catherine, le explica lo que está sucediendo y rápidamente empacan y bajan al lago. Emilio les da instrucciones para el viaje. Tras ello, Henry y Catherine comienzan la fuga, remando los treinta y cinco kilómetros que los separan de Suiza.
Capítulo XXXVII
Henry rema en la oscuridad durante toda la noche; mantiene la cercanía con la orilla por temor a perderse. Sus manos están adoloridas y sus brazos cansados. En un momento, utiliza un paraguas para ayudarse con el viento, pero esta solución se acaba cuando el viento rasga el paraguas. Cada vez que se cruzan con policías en la orilla o en alguna lancha se ocultan para no ser vistos.
Durante el día, Henry sigue remando aunque sospecha que ya se encuentran en Suiza. Por tal motivo, cuando ve un soldado en el camino, lo saluda. La pareja está feliz de haber llegado, aunque Henry sigue preocupado por su posible arresto. Su temor está justificado ya que, luego del desayuno, Henry y Catherine terminan siendo detenidos y llevados a la aduana. Allí, Henry inventa una historia que nadie cree, pero tampoco parece importarles que sea falsa. El teniente les dice que los llevarán a Locarno, donde podrán comprar visas provisionales. Henry y Catherine deciden que luego de conseguirlas irán a Montreux.
Quinta parte
Capítulo XXXVIII
La pareja se hospeda en un chalet en la cima de una montaña, cerca de Montreux. Allí disfrutan de una vida tranquila y solitaria. Henry sigue pensando en la guerra e informándose al respecto. La lucha continúa en las montañas, ya que todavía no llegó la nieve. Según los periódicos, los resultados de los combates son negativos para ambos bandos.
Henry le propone matrimonio a Catherine, pero ella no está dispuesta a casarse durante el embarazo, pues prefiere recuperar su silueta para la boda. Pero la idea le agrada y desea ser una ciudadana estadounidense.
Finalmente, comienza a nevar y Catherine se preocupa de que Henry se aburra con ella y con su nuevo estilo de vida. Henry le explica que sus temores son injustificados.
Capítulo XXXIX
Es enero; la nieve ya cubre el terreno. Henry le comenta a Catherine que aún no le informó a su familia sobre su paradero. Catherine, por su parte, teme que el nacimiento de su hija perjudique el vínculo entre ellos.
Capítulo XL
Henry y Catherine se quedan en el chalet hasta marzo. Luego se mudan a un hotel en Lausana para estar cerca de un hospital, debido al inminente nacimiento del bebé. Juntos se preparan para el parto y aprovechan el último tiempo que les queda a solas.
Capítulo XLI
En medio de la noche, Catherine entra en trabajo de parto. Henry llama a un taxi y juntos van al hospital. En la habitación del hospital, Catherine le pide a Henry que la deje sola. Él respeta su decisión y se va a desayunar. Cuando regresa, las enfermeras la han trasladado a la sala de partos. Catherine está experimentando intensos dolores, por lo que no para de pedir que le den cloroformo para anestesiarla. Nuevamente, le pide a Henry que se vaya y él sale a almorzar. Cuando vuelve, Catherine sigue en la misma situación, solo que ahora se encuentra agotada por el dolor y el esfuerzo. Ella jura que no se morirá, pero Henry teme que eso sea exactamente lo que suceda.
El médico le informa a Henry que no hay progreso en el parto, por lo que aconseja realizar una cesárea. Henry accede y transfieren a Catherine al quirófano. Al tiempo, el médico sale del pasillo con el bebé en brazos y Henry se sorprende al no experimentar ningún sentimiento paternal al verlo.
Henry entra a ver a Catherine, quien duerme, aunque parece más muerta que dormida. Cuando despierta, Henry le dice que el bebé es un niño. Entonces, la enfermera entonces lo saca de la sala y le dice que no comprende cómo le dio aquella noticia, siendo que el niño nació muerto. De este modo se entera Henry que su hijo había fallecido. Aunque no puede comprender la actitud del médico cuando salió con el bebé, de momento solo puede preocuparse por Catherine.
A la noche, Henry cena en un café, regresa al hospital y se entera de que Catherine tuvo una hemorragia. Cuando se encuentran, ella sabe que no sobrevivirá. Hablan un poco, pero el esfuerzo la debilita y los médicos lo sacan de la habitación. Más tarde, Catherine queda inconsciente. Henry vuelve a visitarla y la acompaña hasta su muerte. Henry discute con el médico y, contra el pedido de las enfermeras, ingresa nuevamente en la habitación, donde Catherine yace muerta. No logra despedirse como esperaba, puesto que el cuerpo muerto de su amada le resulta ajeno y extraño.
Tras salir del hospital, Henry camina bajo la lluvia de regreso al hotel.
Análisis
La Cuarta parte de la novela, comprendida entre los Capítulos XXXIII y XXXVII, está dedicada al reencuentro de Henry y Catherine, y su fuga a Suiza para evitar la pena de muerte con la que el ejército italiano castiga a los desertores. La Quinta parte se extiende del Capítulo XXXVIII al XLI y presenta el segundo clímax y la resolución del conflicto: la muerte de Catherine y de su hijo al dar a luz, y la situación final de Henry, quien queda totalmente solo en un mundo destrozado por la guerra y por la pérdida de su amada.
Al llegar a Milán, Henry descubre que hay mucha gente dispuesta a ayudarlo a escapar de la ciudad antes de que lo descubran y lo ejecuten por desertor. Sin embargo, en ningún caso llega a quedar claro quiénes lo ayudan por amistad o altruismo y quiénes esperan obtener un rédito económico por sus servicios. Un ejemplo claro de ello se halla en el Capítulo XXXIII, cuando Henry, recién llegado a Milán, entra a un bar y el encargado insiste en que es su amigo y puede confiar en él, si necesita refugio o un permiso falso. Queda claro que todos estos servicios se cobran y que el encargado está interesado en el dinero que Henry pudiera darle. Algo similar sucede más adelante, cuando el encargado del bar del hotel les presta su bote para que escapar a Suiza. En un principio, parece que el barman ayuda a Henry por pura simpatía, pero rápidamente es recompensado económicamente y hasta recibe la promesa de que le enviarán más dinero por la barca. Con todo ello, queda claro que durante la guerra todos intentan sobrevivir y sacar provecho en toda circunstancia.
Cuando Henry llega a Stressa y se encuentra con Catherine, esta quiere conocer los pormenores de la guerra y la retirada del ejército italiano ante la batalla de Caporetto. Sin embargo, Henry no quiere hablar de ello. Desde que escapó, no quiere informarse sobre la continuación de la guerra, al punto que deja de leer los diarios y esquiva cualquier conversación sobre el tema. Esta conducta evasiva pone en evidencia las profundas cicatrices que la guerra deja en los supervivientes. Ahora, Henry solo está interesado en olvidarse de los horrores que lo rodearon en los últimos meses y desea enfocarse únicamente en cuestiones placenteras. Es en este sentido que Adiós a las armas transmite la mirada de Hemingway sobre la guerra: no focalizándose en las acciones bélicas en sí, sino poniendo el foco en las consecuencias que produce en toda la generación de posguerra. Henry representa a toda una juventud frustrada por los horrores que ha tenido que vivir, una juventud que ya no tiene capacidad para el entusiasmo ni logra sobreponerse al desencanto que se ha instalado sobre sus vidas.
Cuando consigue huir, Henry se encuentra decepcionado por no haber encontrado ningún motivo para seguir luchando en la guerra. Además, la deserción del ejército significa también el rechazo de las normas y los valores establecidos socialmente. Al escapar de la guerra, Henry también escapa a las ideas de patriotismo y nacionalismo, y se convierte en un paria de la sociedad.
Es así como termina de constituirse el héroe Hemingwayano. Se trata de un sujeto que ha probado su valor en diversas situaciones y ha llegado a comprender que nada de ello tiene ninguna importancia. Es un héroe que, producto del sinsentido de la guerra, ya no lucha por su país ni por ningún otro; no sostiene ningún ideal y tan solo anhela existir como un fin en sí mismo, sin deberle nada a nadie.
La guerra aliena y deshumaniza: ese es el principal mensaje que transmite Adiós a las armas. Para hacerlo, Hemingway no opera como otros tantos escritores de su generación, que presentan el lento proceso de deshumanización que sufren los personajes de sus historias. A la inversa, él comienza su narración con un individuo ya insensibilizado por la guerra y avanza hacia un posterior proceso de humanización. La guerra, desde esta perspectiva, es un horror sin sentido que termina por destruir al hombre que está obligado a experimentarla.
Al principio de la novela, Henry se presenta como un individuo al que solo le interesa experimentar placer a través de la comida, la bebida y el sexo. Nada de lo relacionado con la guerra o el patriotismo le interesa ni busca alcanzar la trascendencia a través de actos heroicos. En cierto sentido, es posible afirmar que se encuentra reducido a un estado de existencia animal, privado de toda reflexión ética o moral sobre lo que está aconteciendo. Vale recordar el momento en que, cuando consigue escapar del frente, expresa: “Yo no estaba hecho para pensar. Estaba hecho para comer, beber y dormir con Catherine” (p. 225).
Sin embargo, una vez que el conflicto bélico queda atrás, Henry comienza un proceso que podría catalogarse como de recuperación de su humanidad. Los meses que pasa en Suiza viviendo en una cabaña, en medio de la montaña y el bosque, representan para él un regreso a la naturaleza y a lo puro. Allí, puede entregarse de lleno al amor y sus sentimientos hacia Catherine se hacen más auténticos y sólidos. Así, el amor se propone como una respuesta ante la muerte y la destrucción que ocasiona la guerra.
En esos meses de paz y bienestar, Henry demuestra una dedicación completa y solícita a Catherine. Es tal su devoción hacia ella, que su hijo poco le importa: durante el embarazo, Henry apenas piensa en la criatura. En el hospital, cuando contempla a su hijo sin saber que ha nacido muerto, es incapaz de experimentar ningún sentimiento por él:
Me era del todo indiferente. Era un extraño para mí. No notaba ningún sentimiento de paternidad.
—¿No está orgulloso de su hijo? —Me preguntó la enfermera. (...)
—No —dije—. De poco mata a su madre (p. 308).
Horas después, Catherine agoniza como consecuencia de una hemorragia sufrida durante el parto. Henry sabe que su esposa va a morir y lo único que atina a hacer es rezar para que eso no suceda. Sin embargo, sus deseos chocan de lleno contra la realidad inevitable. Al final de la novela, Henry está devastado y su resistencia ante la adversidad alcanza el límite. Sus metas están malogradas, su vida junto a Catherine es imposible. La decepción que lo abruma se dirige tanto hacia a sí mismo como hacia su entorno, a ese mundo que ha acabado con todo lo que alguna vez lo motivó. La última frase, aunque breve, es contundente, si consideramos el valor simbólico asociado a la muerte y a la destrucción que tiene la lluvia en esta novela: “Volví al hotel bajo la lluvia” (p. 315). Sin posibilidad de hallar un sentido en el mundo, ni siquiera un lugar en el que escapar de la decadencia, Henry se entrega a la lluvia como quien acepta la reducción a la nada que significa la muerte.