Adiós a las armas

Adiós a las armas Resumen y Análisis Segunda parte, Capítulos XIII-XXIV

Resumen

Capítulo XIII

Henry llega al hospital de Milán. En un principio, las enfermeras no quieren recibirlo porque el personal del hospital recién se está preparando para dar asilo al grueso de los heridos del frente. Sin embargo, luego de varias discusiones consiguen que le asignen una habitación en la que descansar. En el hospital, todavía no hay doctores, por lo que el narrador no puede ser atendido; solo le queda esperar.

Cuando se despierta tras una siesta, pide asistencia y acude una enfermera joven que se apellida Gage. La enfermera le informa que el médico del hospital se encuentra en el lago de Como y que llegará pronto. Luego lo visita la directora del hospital, miss Van Campen, con quien no establece una buena relación. Ella le hace una serie de preguntas en malos términos y le prohíbe que siga bebiendo alcohol en el hospital. Sin embargo, más tarde el narrador le pide al conserje que le traiga un vermú, vino y periódicos, y esconde las bebidas en un armario. En la noche, Henry tiene grandes dificultades para dormir, se despierta asustado y luego permanece en vela.

Capítulo XIV

En la mañana, Henry le pregunta a la señorita Gage si alguien puede afeitarlo. Ella le cambia el tema y le dice que encontró su botella de vermú, pero en vez de retarlo por beber, le dice que ella hubiese tomado junto a él. Además, le informa que llegó Catherine al hospital. Más tarde, envía al portero para que lo afeite. El portero cumple con su deber, pero lo hace de manera hostil porque asume que Henry es un enemigo austriaco.

Catherine llega a la habitación de Henry, él la ve hermosa y comprende que está enamorado de ella. Luego, la besa y le ruega que se quede en el hospital. Tras ello, tienen relaciones sexuales por primera vez, y Catherine hace énfasis en la importancia de que no sean descubiertos en su amorío porque pueden suspenderla de sus labores.

Más tarde, Gage le informa a Henry que finalmente llegará el doctor al hospital.

Capítulo XV

El médico le realiza una radiografía a Henry y, tras revisar los resultados, dictamina que en seis meses podrá ser operado. Henry no quiere esperar tanto, por lo que pide hablar con otro médico de mayor rango, el Doctor Valentini, quien le dice que él puede operarlo al día siguiente.

Capítulo XVI

Catherine comienza a hacer guardias nocturnas para poder pasar las noches junto a Henry. Por la mañana, coquetean y hablan de su cirugía. Henry le dice que jamás amó a otra mujer y ella se debate entre creerle o no. También conversan sobre la posibilidad de tener hijos y acerca de los celos que le producen a Catherine las otras enfermeras que lo atienden.

Capítulo XVII

Henry despierta luego de haber sido operado exitosamente y progresivamente se va sintiendo mejor. Mientras tanto, al hospital ingresan tres nuevos pacientes y Catherine sigue haciendo el turno nocturno para poder acompañarlo, por lo que está cada vez más exhausta.

Elena se vuelve cómplice de los dos amantes. Cuando no pueden verse, ella hace de mediadora transportando las cartas que se escriben. Elena no cree que el vínculo entre ellos tenga futuro, por lo que le pide a Henry que no lastime a Catherine. Además, le pide que la deje descansar de las guardias nocturnas, ya que la nota muy deteriorada. Henry le hace caso y le pide a Catherine que no se vean por las tres siguientes noches.

Capítulo XVIII

Henry y Catherine disfrutan de su romance durante todo el verano: salen a dar paseos al parque, andan en carruaje y van a cenar a restaurantes. Mantienen charlas románticas y piensan el uno en el otro constantemente. Henry desea casarse, pero Catherine le advierte que, si lo hacen, ella no podrá seguir trabajando en el hospital; además, para ella es como si ya estuviesen casados. Un día, conversan sobre el prometido anterior de Catherine, quien falleció, y ella le promete fidelidad a Henry, porque él se siente inseguro.

Capítulo XIX

Henry ya puede caminar con bastón, por lo que no puede pasar tanto tiempo con Catherine, ya que no se justifica la presencia constante de una enfermera. Mientras tanto, la guerra se cobra muchas víctimas de ambos bandos. Si bien el frente italiano avanzó por el Carso y tomó Kuk, en el lado occidental, las batallas no tienen resultados tan positivos. Estados Unidos se incorporó a la guerra, pero aún falta mucho para que lleguen sus ejércitos.

Henry va a un bar en donde se encuentra con Ettore Moretti, un soldado; Ralph Simmons, un cantante de ópera, y otros conocidos. Allí, todos bromean y hablan de sus experiencias en la guerra.

Más tarde, Henry vuelve al hospital y charla junto a Catherine en el balcón. Cuando se larga a llover, entran a la habitación y Catherine confiesa tenerle miedo a la lluvia. Henry la consuela.

Capítulo XX

Henry y Catherine van a las carreras de caballos en San Siro. Los acompañan Elena y Crowell Rodgers, un soldado que se atendió en el hospital y ahora sale con ella. Una vez allí, se encuentran con el anciano Meyers y su esposa, un matrimonio que suele frecuentar las carreras de caballos. Todos realizan apuestas. Luego, Henry y Catherine se separan del grupo para ir al bar y conversar un poco a solas. Cuando se reincorporan al grupo, están felices de la tarde que pasaron.

Capítulo XXI

En septiembre, los resultados de la guerra son negativos: los combates terminaron y el ejército italiano no logró tomar San Gabriele. Las tropas están agotadas y en malas condiciones. Henry recibe una última licencia de tres semanas por convalecencia. Le cuenta a Catherine sobre su licencia y ella se demuestra dispuesta a acompañarlo a donde sea que quiera ir. Luego, le confiesa que está embarazada. En un principio la noticia genera tensión entre ellos, pero pronto recuperan su vínculo romántico y se reconfortan mutuamente. Henry no está molesto con la noticia, lo que para Catherine es un gran alivio.

Capítulo XXII

Henry padece ictericia y, por tal motivo, no puede ir de viaje con Catherine como había previsto. Un día, mientras está en la cama, la señorita Van Campen encuentra sus botellas de alcohol vacías y lo acusa de causarse la ictericia con el consumo de alcohol para no tener que volver a la batalla. Pese a que intenta convencerla de lo contrario, Van Campen está furiosa y logra que le revoquen la licencia de tres semanas.

Capítulo XXIII

El día en que Henry se va de Milán, le pide al conserje que le guarde un asiento en el tren. Luego, pasa la tarde con Catherine: caminan por la ciudad, hacen compras, van a un hotel y cenan. Sin embargo, ella siente que actúa como una prostituta, por lo que Henry le intenta demostrarle que es especial para él. Por la noche, tienen relaciones sexuales y luego hablan de sus familias, del momento en que se conocieron, del lugar dónde tendrá Catherine al bebé y cómo harán para comunicarse cuando no estén juntos.

Capítulo XXIV

Henry y Catherine salen del hotel y toman un carruaje hacia la estación de trenes. Se despiden y Henry ocupa el asiento que le habían reservado. Sin embargo, un capitán comienza a quejarse porque considera injusto tener que esperar horas parado mientras otros mandan a terceros a que les reserven sus lugares, por lo que Henry decide cederle el asiento para evitar una pelea. Durante la noche, duerme en un corredor lleno de gente.

Análisis

La segunda parte de la novela comprende los capítulos trece a veinticuatro y está dedicada a los meses que Frederick Henry, el narrador, pasa en el hospital, recuperándose de las heridas en sus piernas. Durante esos meses, la acción se corre del conflicto bélico -aunque sin dejar de ser el telón de fondo- y pasa a centrarse en la relación entre Henry y la enfermera británica, Catherine Barkley.

La llegada al hospital, la búsqueda de un cuarto, el problema con la estrechez del ascensor y las piernas heridas del narrador son otras de las formas que tiene el autor de demostrar que no hay nada glorioso en lo que le sucede al protagonista de su historia. La guerra no es el único ámbito caótico e impredecible, las instituciones también pueden serlo. En este caso, es evidente que el hospital de Milán no está preparado aún para recibir heridos y la presencia de Henry supone una molestia para la directora de enfermeras.

En los capítulos dedicados a su convalecencia, la vida emocional de Henry se despliega mediante el estilo elusivo propio de Hemingway: el narrador omite prácticamente cualquier confidencia relativa a su mundo interior y se limita a realizar comentarios concretos sobre sus heridas. Así, mucho de lo que él piensa y siente se revela tan solo por medio de escuetos diálogos, como los que sostiene con los médicos que quieren esperar seis meses antes de operarle la rodilla. En este caso, Henry se muestra tozudo y expresa que no puede, de ninguna manera, esperar tanto tiempo acostado en una cama de hospital. Él es un hombre de acción y desea reponerse cuanto antes para recuperar el control sobre su vida. Es solo, entonces, a través de dichos diálogos, que el lector comprende en mayor profundidad el carácter de Henry.

Otra situación en la que los diálogos suplen la omisión de toda referencia al mundo interno del narrador tiene lugar cuando Henry convence a Catherine de tener sexo, a pesar de encontrarse postrado en el hospital:

—No puede ser —dijo—. No, todavía no estás bien del todo.

—Sí, dime que sí.

—No, aún estás débil.

—No, ya estoy fuerte. ¡Oh, por favor!

—¿Me quieres de verdad?

—Sí, te quiero de verdad. Te quiero con locura, por favor, dime…

—Escucha el latir de nuestros corazones.

—No me importan nuestros corazones. Te quiero. Estoy loco por ti.

—¿Me amas de verdad?

—No repitas siempre eso. Ven, te lo ruego, te lo ruego, Catherine (pp. 94-95).

Como se comprobará a lo largo de la novela, Henry ama realmente a Catherine, aunque es incapaz de reconocerlo y de expresarlo. Previamente, en sus charlas con el capellán, el narrador expresó la imposibilidad de amar en un mundo atravesado por la guerra. Sin embargo, conforme crece su atracción por ella, esta postura entra en crisis y representa el verdadero conflicto de la novela: ¿puede formarse un verdadero vínculo amoroso a pesar de la guerra? Como veremos más adelante, la relación entre Henry y Catherine parece explorar la posibilidad de que el vínculo amoroso sea la respuesta ante el horror de la guerra, la única vía para escaparle a la presencia constante de la muerte.

Cabe mencionar, llegado este punto, la cosmovisión masculina que Adiós a las armas presenta a través de su narrador y en vistas del espacio subordinado que ocupan las mujeres en el relato. Catherine Barkley es un claro ejemplo de ello: la joven enfermera se desarrolla como un personaje totalmente sumiso ante las demandas de Henry. Si bien puede aventurarse que esta sumisión no es un rasgo definitorio de su personalidad, sino la forma que encuentra de superar el duelo por su prometido muerto, es innegable que su personaje está construido sobre este rasgo predominante y que son muy pocos los aspectos de su vida que se exploran en la novela más allá de su relación con Henry.

El romance es observado con recelo por las enfermeras amigas de Catherine, la señorita Gage y Elena Ferguson, quienes sospechan de las intenciones de Henry. En medio de la guerra, un oficial hospitalizado bien puede aprovecharse de una enfermera para hacer más llevadera su convalecencia, pero nada le impide luego desaparecer y no hacerse cargo del vínculo que fomentó. Además, temen que Catherine pueda quedar embarazada y deba hacerse cargo de un hijo sin estar casada. Así y todo, aunque este recelo siempre está presente en las relaciones que se establecen entre las enfermeras y Henry, Ferguson se alegra por la felicidad de su amiga y celebra el cambio en su humor a partir del vínculo generado con Henry.

Tras la intervención quirúrgica, las piernas de Henry comienzan a sanar con rapidez y ello le permite abandonar el hospital, acompañado de Catherine, y dar pequeños paseos por Milán. Así, la pareja se entrega a una vida de disfrute que contrasta de forma contundente con la primera parte de la novela: los cafés y los restaurantes de Milán, los paseos en coche y las carreras de caballo son divertimentos a los que los personajes se entregan con placer y que, por momentos, logran abstraerlos del caos en el que está sumida toda Europa. El episodio de las carreras aporta a la construcción del personaje de Catherine una nueva faceta: su entereza moral. Esto se revela en el momento en que, cuando deben apostar, ella decide hacerlo por un caballo desconocido y no por aquel que los amigos de Henry sabían que ganaría.

Las instancias de socialización en la ciudad muestran también cómo se solidifica el vínculo entre Henry y Catherine, volviendo evidente que él tiene verdaderos sentimientos por su amada. En las carreras, por ejemplo, la pareja se toma su tiempo para estar a solas y se aleja del grupo de amigos para poder charlar con tranquilidad. Así, está claro que Henry no ve en Catherine tan solo un instrumento para complacer sus deseos sexuales, sino que disfruta genuinamente en su compañía.

La relación de Catherine y Henry deriva en un embarazo no buscado, pero que la pareja acepta, aunque no sin temores y ansiedad. Para la sociedad conservadora de principios del siglo XX -especialmente para la burguesía a la que Henry pertenece- tener un hijo fuera del matrimonio es motivo de vergüenza y censura. Sin embargo, esto no le interesa en absoluto al narrador, quien una vez más se presenta como un paria social, alguien que reniega de las convenciones y de las instituciones para buscar su propio camino en la vida. Catherine no está tan tranquila como Henry, pero logra tranquilizarse y se fija en el aspecto positivo de lo que le está sucediendo: si los dos pueden escapar a la guerra, el futuro promete una tranquila vida en familia en algún pueblo perdido en la naturaleza. Antes de que le den el alta a Henry y deba regresar al frente, la pareja se jura lealtad, ya que, como Catherine señala, ahora que está embarazada son tan solo ellos dos contra el resto del mundo.

Una vez que Henry se recupera de sus heridas, no tiene más remedio que volver al frente de batalla como oficial a cargo de una ambulancia. El último encuentro de los amantes antes de que el soldado parta hacia la guerra es un motivo muy común en la literatura. Sin embargo, en Adiós a las armas, el autor le quita su carga romántica al utilizarlo en dos situaciones disímiles respecto a su uso tradicional: en primer lugar, la pareja va a una tienda en la que Henry compra un arma, lo que recuerda que se avecinan tiempos violentos. En la segunda situación, alquilan un cuarto de hotel y, al llegar, Catherine manifiesta sentirse como una prostituta, contratada para tener sexo en un hospedaje temporal. Sin embargo, Henry la convence de todo lo que ella significa para él y logra levantarle en ánimo. Estos dos momentos atípicos, en relación con el motivo tradicional de la despedida de los amantes, le recuerdan al lector hasta qué punto los personajes deben aferrarse al amor que se profesan para resistir los embates del mundo en el que les toca vivir.

Antes de cerrar esta sección, vale destacar la importancia de la lluvia como un elemento fundamental para la construcción del trasfondo simbólico de Adiós a las armas. Ya desde el comienzo de la novela, Henry relaciona la constante lluvia con la depresiva atmósfera de la guerra, al punto de convertirla en un símbolo de la decadencia y de la destrucción que se cierne sobre el mundo. Al final del Capítulo I, tras la presentación de un paisaje pastoral idílico, el comienzo de la temporada de lluvias presagia el desastre que será la campaña italiana contra los austriacos. En ese momento, el narrador indica, no sin cierta ironía: “Al llegar el invierno, una lluvia persistente empezó a caer, y la lluvia trajo el cólera. Finalmente fue contenido y, a fin de cuentas, solo ocasionó siete mil muertos en el ejército” (p. 8).

En esta segunda parte de la novela, el miedo que Catherine le tiene a la lluvia refuerza la dimensión negativa de este símbolo:

—La lluvia me da miedo porque a veces, cuando llueve, me veo muerta.

—¡No!

—Y otras veces es a ti a quien veo muerto bajo la lluvia (...). Son tonterías, solo tonterías. No tengo miedo de la lluvia… No tengo miedo de la lluvia… ¡Oh, Dios mío, deseo tanto no tener miedo! (p.125).

La lluvia, como vemos, está ligada a la infelicidad y a la tragedia. Conforme avanza la novela, los momentos de mayor tensión suceden siempre mientras llueve. Más aún, la despedida de la pareja antes de que finalice la segunda parte de la novela transcurre bajo la lluvia, lo que presagia un final trágico para el amor que Henry y Catherine se profesan.