La naturaleza
Anne la de Tejados Verdes está llena de descripciones detalladas y hermosas de la naturaleza. Por ejemplo, mientras Matthew Cuthbert lleva a Anne a su casa por primera vez, la narradora describe los árboles, el lago y las colinas con una nutrida cantidad de imágenes cargadas de color y de emociones. Por ejemplo, al describir la laguna de los Barry, la narradora expresa:
"(...) el agua era una sinfonía de gloriosos tonos: los más espirituales del azafrán, as rosas y el verde etéreo, mezclados con otros tan irreales que no hay nombres para ellos. Más allá del puente, la laguna hasta una arboleda de abetos y arces, reflejando sus sombras cambiantes aquí y allá; un ciruelo silvestre sobresalía del margen, como una chiquilla en puntas de pie que contempla su propia imagen. De la espesura, en el extremo de la laguna, llegaba el claro y tristemente dulce coro de las ranas" (pp. 32-33).
Como puede observarse, las imágenes visuales se complementan también con las auditivas, y todo el paisaje se carga a su vez de cualidades morales. Este procedimiento de concatenar imágenes visuales del paisaje y otorgarles de pronto una cualidad moral forja el estilo propio de Montgomery para toda la novela, y puede comprobarse desde el primer párrafo, en el que se describe a una corriente de agua primero como precipitosa e intrincada y luego como "tranquila y bien educada" (p. 13).
A su vez, los cambios de estación reciben muchas descripciones visuales a lo largo de toda la novela, lo que ayuda muchísimo a que el lector construya una imagen plástica de Avonlea. Por ejemplo, a ojos de Marilla la primavera aparece como una "armoniosa conciencia de campos rojos, cubiertos neblinas de púrpura pálida al sol declinante, de largas, puntiagudas sombras de pinos extendiéndose sobre la pradera más allá del arroyo; de quietos arces floridos en rojo bordeando una laguna cual un espejo; de un despertar del mundo y de un latir de oscuros pulsos bajo la tierra gris" (p. 231). En verdad, una de las principales riquezas de la novela reside en la maestría con que Montgomery es capaz de construir los escenarios naturales que sirven para las aventuras de Anne. Sus descripciones suelen abrir muchos de los capítulos y complementan magistralmente la acción.
La vestimenta
A ojos de Anne (y del resto de niñas, por supuesto), la vestimenta es un tema importante: Anne es un espíritu sensible, muy pendiente de la belleza del mundo, y por eso presta tanta atención a la vestimenta y a la moda. Por el contrario, Marilla considera la belleza en el vestir como una vanidad innecesaria, por lo que confecciona para su protegida vestidos simples, pulcros, y para nada bonitos. Así, en este contrapunto entre lo bello y lo bueno que se despliega a ojos de Anne y Marilla, la novela está repleta de imágenes visuales de vestidos que se detienen en las formas, los colores, las texturas de las telas, los frunces y los encajes, por ejemplo, cuando se presenta a Anne por primera vez se describen sus ropas de la siguiente manera: "un vestido de lana amarillo grisáceo muy corto, muy ajustado y muy feo. Llevaba un sombrero de marinero de un desteñido color castaño..." (p. 24).
Más adelante, cuando Anne debe concurrir a la escuela dominical, las imágenes de los vestidos vuelven a cobrar importancia. La vestimenta de la niña se contrapone a la de sus amigas, y es descripta de la siguiente manera: "engalanada con el vestido de raso blanco y negro, el cual, decente en lo que se refería a su largo, y sin merecer el apelativo de mezquino, contribuía a acentuar cada uno de los puntos y ángulos de su delgado cuerpecillo" (p. 95). Por el contrario, las niñas de la escuela estaban "todas vestidas alegremente de blanco, azul y rosa" (p. 95) y "todas con mangas abullonadas" (p. 97).
Hasta Matthew puede ver la diferencia en la vestimenta, y por eso decide regalarle a Anne un vestido para Navidad. "Marilla la vestía con ropas simples y oscuras, hechas todas con el mismo e invariable modelo... recordaba al grupo de chiquillas que había visto esa tarde junto a ella, todas con alegres ropas rojas, azules, rosadas y blancas, y se preguntaba por qué Marilla siempre la tenía vestida sencilla y sobriamente" (p. 213). A estas imágenes se le suman muchísimas otras. De hecho, cada vez que se presenta un personaje femenino en la novela también se describen sus vestimentas como un elemento central.
La geografía de Avonlea
Montgomery construye para su novela un escenario realista mediante las descripciones detalladas de la geografía de Avonlea. La narración a menudo recuerda al lector la distancia entre las diversas casas del pueblo, como entre Tejados Verdes y la casa de Rachel Lynde o de los Barry. También hay muchas descripciones visuales de los árboles, los bosques y los caminos que conectan al pueblo. Montgomery basó estas descripciones detalladas en su propio conocimiento de la Isla del Príncipe Eduardo, donde se crió en un pueblo muy similar a Avonlea.
Por ejemplo, durante todo el camino de Matthew y Anne hacia Tejados Verdes abundan las imágenes y los datos geográficos: "Habían llegado a la cuesta de una colina. Bajo ellos había una laguna que parecía casi un río, tan grande e irregular era. Un paquete [sic.] la cruzaba a la mitad y desde allí hasta su extremo inferior, donde el cinturón ambarino de las arenas la separaba del oscuro golfo lejano, el agua era una sinfonía de gloriosos tonos" (p. 32). Luego, "Al oeste, la aguja de una iglesia se elevaba contra un cielo color caléndula. Abajo estaba el vallecito y, más allá, una larga y suave cuesta ascendente, con bien dispuestas granjas a su largo" (p. 34). Las descripciones geográficas abundan en imágenes visuales cada vez que la autora presenta, a través de los ojos de Anne, las nuevas geografías que la niña va descubriendo en Avonlea.
El cabello rojo de Anne
El cabello rojo de Anne es descripto en repetidas ocasiones a lo largo de toda la novela, principalmente por el disgusto que siente la chiquilla al respecto. Su cabello es comparado con "zanahorias", lo que decepciona a Anne completamente. Por el contrario, Anne sueña con tener un cabello de "negro glorioso; negro como el ala del cuervo" (p. 30), lo que le parece mucho más romántico. La niña incluso intenta teñirse el cabello de negro, aunque termina quedándole de un color verdoso. El brillante color del cabello de Anne hace juego con su personalidad vibrante; a medida que crece y su cabello se torna más castaño, su personalidad también se vuelve más calma y sosegada, lo que demuestra que al madurar su naturaleza explosiva, al igual que su cabello, se serena.
Las emociones de los personajes
Montgomery ofrece al lector profusas imágenes de las emociones de los lectores al describir cómo sus cuerpos reaccionan frente a determinadas situaciones. Por ejemplo, cuando Rachel Lynde se burla de la apariencia de Anne, la narradora declara que Anne "de un salto cruzó la cocina y se detuvo frente a la señora Lynde con el rostro enrojecido por la ira, los labios temblorosos y estremeciéndose de pies a cabeza" (p. 80). A través de las descripciones de las manifestaciones físicas de las emociones, la narración le permite a los lectores jóvenes identificarse y empatizar con los personajes y sus psicologías.