Ana la de tejas verdes

Ana la de tejas verdes Resumen y Análisis : Capítulos 9 a 14

Resumen

Capítulo 9. La señora Rachel se horroriza

Una vez que Anne ha pasado las primeras semanas en Tejados Verdes, Rachel visita a los Cuthbert para conocerla. Cuando llega, Anne está jugando afuera. La señora Rachel Lynde sigue pensando que tener una niña huérfana en el hogar es una mala idea. Sin embargo, Marilla le responde que Anne ya está generando un impacto positivo en el hogar. Marilla entonces llama a la niña para que conozca a su amiga. Cuando Anne entra a la casa, Rachel comienza a criticar su apariencia de forma inmediata, haciendo referencia a su delgadez, a las pecas y al color de su pelo. Anne se siente ultrajada por aquellos insultos, particularmente en lo concerniente a su cabello, por lo que se enfrenta a Rachel, hace sonar sus botas contra el suelo y grita que la odia. También le dice que es una mujer ruda, insensible y que no sabe vestirse. Marilla envía a Anne a su cuarto, donde la niña se encierra y rompe en llanto.

Marilla se enfrenta a la señora Rachel y le dice que ya tendrá una seria charla con Anne, pero que ella no debería haberla insultado. Rachel entonces le recomienda azotar a la niña con una fusta, y agrega que quizás no regrese a visitar Tejados Verdes por un largo tiempo, tras lo cual abandona la casa, y Marilla sube al cuarto de Anne. La pobre mujer se siente avergonzada por la conducta de la niña, pero no sabe cómo debería castigarla. No quiere azotarla, pero quiere hacerle entender que hizo algo malo. Entonces le dice a Anne que está avergonzada de ella. Sin embargo, Marilla también piensa en una época en la que ella misma se había ganado muchos insultos debido a su propia apariencia, y en todo el tiempo que le tomó recobrarse de aquellos comentarios. Finalmente, le dice a Anne que Rachel estuvo mal, pero que de todas formas ella debería haberse comportado mejor hacia un invitado de mayor edad, por lo que tendrá que disculparse frente a Rachel. Anne se niega a hacerlo, y entonces Marilla le dice que deberá quedarse en su cuarto hasta que lo acepte; luego, abandona el cuarto sintiéndose enojada consigo misma al darse cuenta de que se está riendo de la cara que puso Rachel al ser insultada por la niña.

Capítulo 10. Anne pide perdón

A la mañana siguiente, Anne todavía no ha aceptado disculparse frente a Rachel. Marilla la deja encerrada en su cuarto todo el día, acercándole comida a la hora del almuerzo y de la cena. Matthew se da cuenta de que la niña no está comiendo mucho, por lo que decide hablar con ella. De modo torpe pero cargado de sentimiento, le dice que debería pedirle perdón a Rachel, porque él sabe que Marilla no le quitará la prohibición hasta que lo haga. Anne le dice a Matthew que no sigue enojada, pero que siente vergüenza de tener que pedirle perdón. Finalmente, decide que lo hará porque Matthew se lo ha pedido, y no por Rachel en sí, a lo que el hombre le pide que no le cuente a Marilla que él ha hablado con ella.

Anne entonces le anuncia a Marilla que está lista para pedir perdón. Al anochecer, van juntas a la casa de Rachel. Durante el trayecto, Anne se muestra compungida, pero para cuando están llegando su humor ha cambiado y se la nota enérgica y efervescente. Cuando llegan a la casa, la niña se arrodilla frente a Rachel y le ruega efusivamente que la perdone. Marilla y Rachel entienden que la niña está siendo sincera, aunque Marilla también nota que Anne disfruta de la teatralidad de sus disculpas, más de lo que a ella le hubiera gustado. La señora Rachel acepta las palabras de Anne e incluso le dice que una vez conoció a una niña de cabello rojo que se tornó castaño cuando creció. Tras las disculpas, las dos mujeres dejan a la niña jugando en el patio mientras ellas conversan, y Rachel admite que Anne comienza a gustarle.

Durante el camino de regreso, Anne se muestra orgullosa de la manera en que pidió perdón. Nuevamente, Marilla se enoja con ella misma al notar que encuentra graciosa la conducta de la niña, aun cuando la desaprueba. Anne le explica entonces que para ella es difícil no enojarse cuando la gente critica la forma en que se ve. Ella ama las cosas bellas y desea serlo ella también, aunque Marilla opina que no está bien ser vanidosa. Finalmente, Anne le dice que ahora se le hará más fácil encontrar razones para decir sus oraciones.

Capítulo 11. Lo que le pareció a Anne la escuela dominical

Marilla ha cosido tres nuevos vestidos, aunque a Anne no le gustan, porque son muy sencillos. La niña desearía que tuvieran mangas abullonadas, puesto que están a la moda, pero decide que lo solucionará imaginando que las tienen.

La mañana siguiente Anne debe ir a la escuela dominical por primera vez, pero Marilla no puede llevarla debido a una jaqueca, por lo que envía a la niña a que le pida a Rachel que la guíe hasta la iglesia y le muestre cómo comportarse. Durante la caminata, Anne se detiene a hacer una guirnalda de flores que coloca sobre su sombrero. Cuando llega a la casa de Rachel, la mujer no está allí, por lo que la niña camina sola hasta la iglesia.

En la escuela dominical, Anne conoce a muchas otras niñas, la gran mayoría vestida a la moda, con mangas abullonadas. El maestro utiliza el tiempo de la clase para hacer preguntas a los niños, a las que Anne puede contestar porque Marilla la ha puesto a estudiar en su casa.

Cuando regresa a Tejados Verdes, la niña le dice a Marilla que la clase no le gustó: el sermón fue largo y aburrido, por lo que se distrajo mirando el lago y usando la imaginación. Tampoco le gustó que el resto de niñas tuviera vestidos con mangas abullonadas, ni que tuviera que contestar a todas las preguntas del maestro sin poder hacer ninguna pregunta ella misma. Cuando Anne termina con sus críticas, Marilla piensa para sus adentros que concuerda con todo lo que la niña ha expresado, pero que nunca antes se ha atrevido a reconocerlo.

Capítulo 12. Un voto solemne y una promesa

Una semana después, Marilla se entera de que Anne fue a la iglesia con una guirnalda de flores sobre su sombrero. La mujer está realmente enojada y le prohíbe a la niña volver a hacerlo, ya que mucha gente ha estado diciendo que eso demuestra sus pocas habilidades de crianza. Los ojos de la niña se llenan entonces de lágrimas y le contesta a Marilla que debería enviarla otra vez al orfanato. Marilla la consuela y le dice que esa tarde puede ir a conocer a Diana Barry, la niña que vive en las proximidades de la granja, lo que llena a la niña de felicidad y, a la vez, de preocupación, puesto que teme no caerle bien a la madre de Diana.

En la casa de los Barry, Anne se presenta educadamente a los padres de Diana. La señora Barry les dice a Marilla y a Anne que Diana lee demasiado, y que sería bueno tener una amiga para que juegue más al aire libre. Fuera de la casa, las dos niñas se muestran ansiosas por transformarse en amigas cercanas. Al poco tiempo realizan una promesa de ser amigas del alma por siempre y pasar el resto de sus vidas jugando en la naturaleza. Anne le enseña a Diana cómo ponerle nombres divertidos y elegantes a todo lo que ven, como llamar a un pequeño arrollo “la burbuja de la dríada” (p. 112). Cuando Marilla y Anne regresan a su casa, Matthew le regala a la niña unos caramelos de chocolate. Anne decide rápidamente que guardará la mitad para Diana, su nueva amiga. Cuando la niña se ha ido a su cuarto, Marilla reflexiona sobre el hecho de que, aunque Anne solo ha estado tres semanas en Tejados Verdes, ella ya no puede imaginar la vida sin la niña.

Capítulo 13. Las delicias de la expectativa

En agosto, Anne le cuenta emocionada a Marilla que la escuela dominical está organizando un picnic. La niña está especialmente entusiasmada porque habrá helado, algo que nunca ha probado. Marilla le pide a Anne que trabaje en su costura hasta la hora del té, lo que la niña realiza con mal humor. Anne le cuenta a Marilla que han creado una casita en un claro del bosque, con piedras para sentarse en el interior y platos rotos para jugar a servir comida. Anne continúa hablando hasta que Marilla le pide que se quede un tiempo en silencio.

Anne se mantiene inquieta el resto de la semana, pensando ansiosamente que el picnic se podría cancelar por mal tiempo, a lo que Marilla le dice que se está predisponiendo para la decepción, pero la niña le responde que “pensando en las cosas que han de suceder, se goza la mitad del placer que traen aparejadas” (p. 109).

La narradora indica que Marilla lleva su broche de amatista a la iglesia, como hace siempre; este broche es una herencia de su madre, muy preciada para la mujer. La narradora también hace notar que la primera vez que Anne lo vio quedó fascinada con él y le pidió a Marilla si podía tocarlo.

Capítulo 14. La confesión de Anne

Días antes del picnic, Marilla le pregunta a Anne si ha visto su broche de amatista, a lo que la niña responde que lo vio ese mismo día, por la mañana, y que se lo probó, pero que lo puso de nuevo en la cómoda. Marilla vuelve a buscarlo y, al no encontrarlo, cree que Anne miente y no lo ha devuelto. Entonces, envía a la niña a su pieza hasta que confiese haberlo perdido. Marilla le cuenta a Matthew lo sucedido, y él en primera instancia se pone del lado de la niña. Sin embargo, al escuchar que Marilla ha revisado en todas partes, simplemente agradece no tener que hacerse cargo de la disciplina de la niña.

Marilla sube al cuarto de Anne la noche previa al picnic y le informa a la niña que no le permitirá ir a la excursión si no confiesa. Anne está devastada y le implora a Marilla que la deje ir, pero la mujer se mantiene firme en su postura. La mañana siguiente, el día del picnic, Anne confiesa, en un tono que pareciera memorizado, que tomó el broche de amatista para jugar con él fuera de la casa y que se le cayó en el lago. Marilla se enoja mucho y le dice a la niña que no podrá ir al picnic, como castigo por su comportamiento. Anne grita y llora, pero la mujer la encierra en su habitación.

Marilla se dedica a limpiar la casa durante toda la mañana para no pensar en su pelea con Anne. Cuando levanta su mantilla, descubre que el broche está allí, enredado en la tela. Marilla se dirige inmediatamente a la habitación de Anne con el broche en la mano, y la niña confiesa que invento su historia para que Marilla la dejara ir al picnic. Marilla entonces le dice que las dos tienen cosas por las que pedir perdón, y que Anne puede ir al picnic. Anne entonces estalla de alegría, y corre a prepararse.

Cuando regresa esa noche, está feliz y exhausta. Una vez que la niña ya se acostó, Marilla le dice a Matthew que a veces es difícil comprender a Anne, pero que piensa que la niña tendrá un buen futuro.

Análisis

Del capítulo 9 al 14 se presenta la intimidad de la nueva familia a lo largo de todo el verano y se detienen en los primeros conflictos que aquella nueva vida les acarrea a los personajes. Lo primero que el lector puede detectar es cómo se establecen los roles familiares entre Matthew, Marilla y Anne, y cómo se complejizan, en esa relación, la psicología de cada uno. En cuanto a los roles familiares, Marilla se encargará de la educación y la disciplina de la niña, acercándose a ella con sequedad, aunque no sin cariño. Por el otro lado, Matthew se mantendrá al margen de la educación de la niña, pero se transformará en su apoyo emocional y en su confesor.

Anne, sin embargo, seguirá desarrollando la complejidad de su carácter. En el capítulo 9 el lector recibe otra muestra de su sensibilidad en lo que concierne a su aspecto físico cuando grita a la señora Rachel Lynde luego de que ésta le criticara su cabello, sus pecas y su delgadez. Este patrón seguirá colocando a la niña en problemas a lo largo de todo el libro, como cuando ataca a Gilbert en la escuela, al burlarse este de su cabello, o cuando trata de teñirse de negro y termina con el cabello verde. Para Anne, una persona que la critica por cómo se ve es alguien que la está señalando por ser diferente y que vuelve a abrir las heridas del pasado y su miedo a no ser querida por nadie.

La forma en que la niña pide disculpas a Rachel Lynde también muestra su capacidad única de encantar a los adultos. En primera instancia, la narradora remarca que Marilla está sorprendida al apoyar –en parte– la reacción de la niña contra Rachel, lo que demuestra que Anna despierta en ella un sentido del humor que desconocía, a la vez que la hace reflexionar sobre la conducta de los adultos, muchas veces igualmente reprochable que la de los niños. Al final del capítulo, aunque Marilla intenta reprimirse, se descubre a sí misma riendo frente a la crítica merecida que Anne la hizo a Rachel. Cuando Anne pide sus disculpas, Rachel también queda encantada por las formas de la niña, y remarca entonces: “Verdaderamente es una chiquilla rara… pero tiene algo que atrae… pero hay una ventaja: una criatura que tiene el genio vivo, que se arrebata y se calma con facilidad, no es nunca dada a ser taimada o impostora. En conjunto, me gusta” (p. 90). El modo de interactuar con otros de Anne, tan honesto y emocional, puede alejar a la gente en un principio, pero a lo largo de la novela, casi todos los que llegan a conocerla terminan por aceptarla y quererla tal como es.

Otra cuestión a destacar entre el capítulo 10 y el 11 es la construcción de la cosmovisión de Marilla en contraposición a la de Anne, y la influencia de los imperativos morales sobre todos los aspectos de la vida. Entre estos dos personajes se establece una discusión cultural implícita: Anne es un espíritu libre y –a ojos de Marilla –vanidoso: la niña está muy preocupada por la belleza del mundo, de las cosas y de sí misma, mientras que Marilla rechaza lo bello y solo se preocupa por aquello que es bueno. Este choque ideológico queda patente en el diálogo que sostienen tras las disculpas a Rachel. Anne sostiene que le gustan las cosas lindas, y que no soporta verse fea frente al espejo, por eso su reacción desmedida cuando Rachel resaltó aquellos rasgos que ella misma odia de su aspecto. A esto, Marilla le responde que no debería ser presumida, y que “quien hace cosas hermosas es hermoso” (p. 91). Sin embargo, esta concepción del mundo y de la conducta no termina de convencer a la niña.

En el capítulo 11 el problema entre lo bello y lo bueno continúa: Marilla ha hecho tres vestidos para Anne, que se caracterizan por ser “pulcros, limpios y nuevos” (p. 93), siendo estas las cualidades más destacables a los ojos de la mujer mayor. Sin embargo, Anne está decepcionada, porque ninguno es lindo. Ella desearía tener vestidos de otros colores y telas, con encajes y mangas abullonadas, pero todo eso es lujo innecesario para Marilla, quien expresa al respecto: “No me preocupé de que fueran lindos. No creo en vanidades tontas, Anne, te lo digo directamente. Esos vestidos son buenos, razonables, duraderos, sin adornos ni volados, y son cuanto tendrás este verano” (p. 94). En esta visión puede observarse el sentido pragmático de la vida que guía a Marilla en todas sus decisiones, y que también se hace patente cuando le dice a la niña que prefiere lo concreto sobre lo abstracto, o cuando menciona que ella no imagina cosas. Pero, a su vez, el utilitarismo excesivo de Marilla y su desprecio por las cosas bellas también demuestra un grado de represión funcionando en su persona, causado por su crianza y su vida austera de soltera.

Anne, por el contrario, considera lo bello como una categoría estructurante del mundo y de su vida. Su vida privada de placeres, su refugio en la imaginación y en la lectura de poesía, o sus breves encuentros con la belleza en el mundo gris y desabrido que le ha tocado en suerte la empujan a buscar e idealizar la belleza. Sin embargo, Anne no es intrínsecamente vanidosa: la búsqueda de la belleza en su aspecto personal es la manifestación auténtica de su deseo de pertenecer y ser querida. En su mentalidad de niña, Anne sostiene la idea de que para agradar a los demás debe atraerlos con su aspecto, y esto la empuja hacia la búsqueda de la belleza personal. Lo que Marilla interpreta desde su lugar en el mundo como un exceso de vanidad, para la niña es un intento desesperado de hacerse un lugar en el mundo. Lo mismo sucede con los vestidos: Anne pide mangas abullonadas, como las que tienen los vestidos de todas las niñas que van a la escuela dominical. Las mangas abullonadas le gustan, por supuesto, pero lo que la niña desea profundamente es ser una parte más de aquel grupo, y no la distinta, no aquella a la que todas señalan o por su color de pelo, o por sus pecas, o por sus vestidos tan simples y poco vistosos.

Así, Anne la de Tejados Verdes es una novela sobre la alteridad: la narradora presenta, capítulo a capítulo, una serie de preguntas: ¿Qué es ser diferente? ¿Cómo se construye una personalidad desde la exclusión? ¿De cuántas maneras diferentes puede presentarse la alteridad? ¿Cuánto puede marcar a una niña pequeña ser marcada, de forma negativa, como lo diferente? Y las respuestas se construyen paulatinamente, a lo largo de toda la novela e incluso de toda la saga: ser diferente no es malo, todo lo contrario: la singularidad es lo que salva a Anne en su niñez turbulenta y lo que la transforma en un personaje entrañable. Este es uno de los mensajes más importantes que se van construyendo poco a poco.

Por otra parte, y regresando sobre la estructura de la obra, la narradora utiliza el presagio como otro recurso literario frecuente a lo largo de la novela. Un ejemplo de ello puede observarse cuando Marilla le dice a Anne, en el capítulo 12: “Creo que le agradarás bastante a Diana. Es a su madre a quien debes conquistar. Debes ser cortés y bieneducada y no hacer ninguno de tus sorprendentes discursos” (p. 100). Esta cita presagia un conflicto mayor que se desarrollará más adelante, cuando la madre de Diana les prohíba a las niñas continuar con su amistad. Mediante la inclusión de estos presagios, Montgomery logra crear tensión, suspenso y curiosidad todo a lo largo del relato.

Otro ejemplo del uso de presagios puede leer al final del capítulo 13. Montgomery introduce el broche de amatistas de Marilla y dice específicamente que “era el tesoro más preciado de Marilla” (p. 109). La narradora también hace notar que Anne “se había estremecido de admiración la primera vez que vio el broche” (p. 110) y que rogó a Marilla poder tocarlo y sostenerlo en sus manos. Esto presagia el conflicto entre las dos mujeres sobre la pérdida del broche en el capítulo 14. El broche es un símbolo importante de la conexión de Marilla con su familia, por eso, cuando piensa que Anne lo ha perdido, también se rompe la conexión familiar que se ha estado forjando entre ellas dos.

Los sentimientos maternales de Marilla crecen rápidamente hacia Anne en estos capítulos, pero también se hacen patente las limitaciones de Marilla como figura materna. Cuando le dice a Matthew que ya no puede imaginar Tejados Verdes sin Anne, se establece un contraste claro entre lo que piensa y lo que es capaz de manifestarle a la niña: Marilla parece pensar que cualquier demostración de afecto podría malcriar a la huérfana, y esta es, en parte, la razón por la cual Anne busca el apoyo emocional en Matthew y no en ella. A su vez, Marilla tiene dificultades para disciplinarla. Si bien descarta la sugerencia de Rachel de azotar a la niña, no deja de decirle a Anne que es la peor niña que ha conocido, lo que puede resultar muy violento a nivel simbólico, dado el trasfondo complejo de la niña. A pesar de que Anne no reacciona a esa declaración, es importante recordar que ella se ha sentido rechazada durante toda la niñez, y que la falta de afecto de su entorno la ha marcado profundamente, por lo que este tipo de declaraciones solo ayudan a desarrollar en ella la idea de que nunca logrará pertenecer.

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