Ratchett (Símbolo)
Desde el momento en que Poirot ve a Ratchett en el restaurante del hotel, sabe que es un hombre malo. Poirot describe a Ratchett como un "animal salvaje" y le dice a M. Bouc que cuando Ratchett pasó "no pudo librarse del mal que me había pasado muy cerca". Para los Armstrong, Ratchett también es malvado. En la fase de recogida de pruebas, cuando Poirot les cuenta a cada uno de ellos el crimen y la implicación de Ratchett, todos los pasajeros se indignan. El nombre de Ratchett se convierte en símbolo de maldad y terror. La estrecha asociación de Ratchett y el mal es intencionada, y Christie pretende que el lector no sienta ninguna simpatía por este hombre.
Daisy Armstrong (Símbolo)
La niña de tres años, secuestrada y brutalmente asesinada por un hombre malvado por dinero, es el símbolo de la pureza. Cuando cada uno de los pasajeros habla del caso Armstrong o, en concreto, de Daisy, apenas pueden contener su dolor y su rabia por el hecho de que le hayan arrebatado una vida tan joven y perfecta. El deber de la familia Armstrong es defender el bien y asesinar el mal, y es su deber defender a Daisy y a otros niños pequeños como ella matando a Ratchett.
La comida (Símbolo)
Después de cada investigación, Porito, el Dr. Constantine y M. Bouc siempre se sientan a comer. Incluso después de haber visto el cadáver ensangrentado de Ratchett, Constantine y Poirot van al vagón restaurante y comen una comida completa con M. Bouc. Mientras almuerza, Poirot reflexiona sobre el caso. Cuando termina, les dice a M. Bouc y a Constantine que conoce la verdadera identidad de Ratchett. El narrador tiene cuidado de no omitir nunca una comida, donde y cuando Poirot está comiendo. En una época de gran desorden y pánico, la comida y el proceso de comer simbolizan el orden y la sofisticación.
Las clases sociales (Motivo)
En la mayoría de las novelas de Christie, y especialmente en Asesinato en el Orient Express, existe una estricta estructura de clases. La clase no sólo representa el bienestar económico, sino también el emocional. Los criados son personajes mucho más débiles que los pasajeros que no pertenecen a la clase trabajadora. Hildegarde Schmidt, Greta Ohlsson, Antonio Foscanelli y, finalmente, Mary Debenham rompen a llorar al final de la novela. Ninguno de los demás personajes se enfada tanto por la situación, quizá porque no tienen por qué hacerlo. Si pierden su trabajo, no es para tanto, ya que son ricos independientes y a la mayoría no se les exige que trabajen. Mary Debenham incluso le dice a Poirot que no le cuenta a la gente que estuvo asociada con los Armstrong porque le preocupa conseguir otros trabajos. Aunque en el camarote hay "muchas clases y nacionalidades diferentes", está estrictamente dividido entre pasajeros de clase trabajadora y aristocráticos.
Identidad (motivo)
Uno de los grandes motivos de Asesinato en el Orient Express es el de la identidad. En las dos primeras secciones del libro, se supone que las identidades de los pasajeros son correctas, pero en la tercera sección se revelan las verdaderas identidades de los pasajeros. El motivo contribuye a la sorpresa del libro. Como admite Poirot, no hay formas estándar de investigar este caso, por lo que él y el lector se ven obligados a aceptar primero las pruebas como verdaderas de los pasajeros, ya que no hay manera de saber si mienten o no. Los personajes dicen la verdad sobre cuáles son sus nombres, pero no sobre a qué se dedican o cuál era su asociación con la familia Armstrong. La condesa Andrenyi intenta emborronar y cambiar su nombre, Heleana por Eleana, y Linda Arden se inventa un personaje totalmente ficticio para interpretarlo mientras está a bordo del tren.