El narrador se refiere a los comensales con un tratamiento de cortesía que contrasta con la falta de mesura de ellos. (Ironía verbal)
"Enseguida que sus mercedes de la mesa se hartaron de embuchar, salió el rematador y su comitiva en un carrito descubierto y empezó la función" (p. 111). El narrador se refiere aquí irónicamente a los comensales con el trato de cortesía "sus mercedes" para exaltar lo tosco de sus comportamientos: "se hartaron de embuchar" significa que comieron desmesuradamente.
El narrador atribuye amabilidad a lugares que, sin embargo, se presentan como hostiles. (Ironía verbal)
Cuando el protagonista avanza hacia la zona de la costa bonaerense, las impresiones que le causa el paisaje son desagradables, por lo que exclama irónicamente: "¡Qué amabilidad la de esos pagos, que se divertían en poner cara de susto!" (p. 144). Aquellos "pagos" (lugares) no se muestran amables, sino todo lo contrario: el narrador los percibe como inhóspitos. Además, la "cara de susto" que exhiben presagia el incidente que el protagonista sufre a continuación, cuando su caballo pierde la estabilidad en el cangrejal y se cae.
El narrador está contento, a pesar de no poder moverse. (Ironía situacional)
Después de que el narrador recupera la conciencia (Capítulo XVIII), la alegría que experimenta contrasta con el estado físico en que se encuentra. Con la clavícula quebrada y la cabeza y las costillas lastimadas, el protagonista no puede moverse, pero siente una satisfacción plena por haber superado el desconcierto de los minutos anteriores. Por eso afirma: "El inútil y brutal esfuerzo por comprender, había desaparecido. Estaba contento. No podía moverme" (p. 162). Asimismo, resulta irónico el contraste entre su sentimiento inutilidad y la agradable sensación que le produce: "Me sentía tan agradablemente inútil que me dormí" (Ídem.).