El gaucho
La figura del gaucho es el tema central de la novela. En Don Segundo Sombra se resaltan diversas cualidades y características del gaucho que se anexan a otros temas relacionados, como el de la libertad, la pampa, el oficio de resero o el viaje. En la obra se presenta, en la mayoría de los casos, una imagen idealizada del gaucho y de su forma de vida. Una de las características que se exalta positivamente es su impasibilidad frente a las adversidades. Esto se hace notorio durante los viajes de los reseros, en los que, frente al mal clima, el frío, el hambre o el cansancio, los gauchos no demuestran debilidad ni sufrimiento.
Además, el gaucho se presenta como un hombre "duro": "¡Hacete duro, muchacho!" (p. 82), le dice Don Segundo al protagonista en su primer viaje como resero. Nunca se esperan de él muestras de debilidad: “El buen paisano olvida flojeras, hincha el lomo a los sinsabores y endereza a la suerte que le aguarda con toda la confianza puesta en coraje” (p. 177). Los gauchos, y sobre todo aquellos que se dedican al oficio de reseros, están dispuestos a soportar los sinsabores y penurias de los extensos viajes, en gran medida, por su afán de la libertad. Así lo vemos, por ejemplo, cuando el narrador pregunta: “¿(…) y para qué sirve un gaucho que se deja ablandar por esas querencias? Tras de todo veía mi libertad, mi fuerza” (p. 173). De esta manera, se mitifica la figura del gaucho como emblema del hombre libre, imperturbable y poseedor de una fuerza de voluntad extraordinaria.
La libertad
La idea de libertad se presenta desde el inicio de la novela como el principal motivo del protagonista para escapar de la casa de sus tías, su “prisión” (p. 27). Asimismo, Don Segundo está caracterizado como el emblema del hombre libre: “Pero por sobre todo y contra todo, Don Segundo quería su libertad. Era un espíritu anárquico y libre, a quien la sociedad continuada de los hombres concluía por infligir un invariable cansancio” (p. 91). El protagonista comienza su viaje de aprendizaje cuando decide abandonar la casa de sus tías para seguirlo.
También el espacio exterior, el campo, la pampa, el camino y el instinto salvaje se asocian en la novela con la idea de libertad. Al final de la obra, cuando el protagonista debe quedarse en la estancia, durante los primeros años conserva "muy vívido un instinto salvaje", que lo hace "tender cama afuera y escapar de todo encierro" (p. 240).
El destino
En la novela se presenta el tema del destino desde dos perspectivas diferentes. Al principio, el protagonista siente que está forjando su propio destino, cuando decide huir de la casa de sus tías, con un anhelo de realización personal. Poco después, cuando cree que sus tías pueden localizarlo, afirma que no les teme, porque ya encontró su destino: "ya estaba en parva mi lino" (p. 57), dice, de manera metafórica.
En oposición a esta idea, más tarde se presenta otra, según la cual el destino no depende de las decisiones personales, sino de innumerables causas en las que interviene el azar, y que determinan la vida de los individuos. El destino sería así una "ley fatal" a la que están sujetos todos los seres humanos de manera inexorable, por lo que, frente a él, únicamente se puede tener una actitud de aceptación. Como dice el protagonista: "Suerte, suerte! No hay más que mirarte en la cara y aceptarte linda o fea, como se te dé la gana venir!" (p.217). Por otro lado, Don Segundo Sombra parece ser la única excepción a esa ley: "Solo don Segundo me daba la impresión de escapar a esa ley fatal, que nos cacheteaba a antojo, haciéndonos bailar al compás de su voluntad" (p. 217). Esto significa que únicamente él parece poder decidir sobre su destino, pero además, esta cualidad lo coloca por encima del resto de los seres humanos.
La naturaleza
La naturaleza ocupa un lugar destacado en la novela, puesto que es el escenario donde se desarrolla la mayor parte de la obra. El entorno natural por donde transitan los gauchos, la pampa, se presenta como un espacio vasto, sin estímulos y vacío. También, en ocasiones, se presenta como un ser hostil e indiferente al sufrimiento humano. Allí los gauchos deben imponer su fortaleza, tanto física como espiritual, para sobrevivir. De esta manera, la inmensidad de la pampa funciona como una especie de escuela de vida para el narrador, donde va forjando su personalidad, sin otra alternativa que la de hacerse fuerte y valiente.
Por otro lado, los gauchos se consideran poseedores de esta llanura, por haber aprendido a dominarla. Como dice el narrador al final de la novela: “(…) la pampa de Dios había sido bien mía, pues sus cosas me fueron amigas por derecho de fuerza y baquía” (p. 239).
El viaje
El tema del viaje es fundamental en la novela. Durante la mayor parte de los capítulos, el protagonista está de viaje junto con los reseros, recorriendo las extensas llanuras. Por otra parte, para Don Segundo, mantenerse en movimiento es parte de su esencia, tal como afirma el narrador: "Él estaba hecho para irse" (p. 241); "en Don Segundo huella y vida eran una sola cosa" (Ídem.).
Además, el viaje se asocia en esta novela con una forma de aprendizaje, no solamente del oficio de resero, sino también de las actitudes y valores con los que enfrentar la vida. El viaje del protagonista comienza desde que escapa de la casa de sus tías hasta que, años más tarde, regresa a su pueblo y se establece en la estancia heredada. El narrador, que parte siendo un joven inmaduro, se convierte, a través de las experiencias del viaje, en un hombre maduro y responsable. Estas experiencias templan su carácter y lo transforman en un gaucho.
El aprendizaje
Estrechamente ligado al tema anterior, en esta novela se presenta el tema del aprendizaje. El protagonista aprende, viajando junto con los reseros, además de las habilidades concernientes al oficio de resero, otras actitudes y valores con los que debe enfrentarse a las dificultades de la vida.
Por otra parte, este tipo de aprendizaje, basado en las experiencias, contrasta con la educación formal en la escuela, a la que el joven narrador está obligado a asistir durante un tiempo en su infancia: “¿Para qué diablos me sacaron del lado de "mama" en el puestito campero, llevándome al colegio a aprender el alfabeto, las cuentas y la historia, que hoy de nada me servían?” (p.60).
Sin embargo, cuando concluye su viaje y el narrador regresa a su pueblo natal convertido en un gaucho, comienza para él otro tipo de aprendizaje. En este último periodo, el protagonista se convierte en un hombre culto: "la educación que me daba don Leandro, los libros y algunos viajes a Buenos Aires con Raucho, fueron transformándome exteriormente en lo que se llama un hombre culto" (p. 241).
La fuerza de voluntad
En el proceso de aprendizaje del protagonista se destaca en varias oportunidades el valor de fuerza de voluntad en las personas para cumplir sus metas. El narrador reflexiona en muchas ocasiones sobre este asunto. Por ejemplo, al iniciar su camino de resero, afirma: “Metido en el baile bailaría, visto que no había más remedio, y si el cuerpo no me daba, mi voluntad le serviría de impulso” (p. 60). Más adelante, el narrador insiste en la idea de que la fuerza de voluntad vale más que la fuerza física para la consecución de los objetivos: “Sabía que si en gran parte se resiste por tener hecho el cuerpo a la fatiga, más se resiste por tener hecha la voluntad a no ceder” (p. 222). La fuerza de voluntad también se presenta como una característica fundamental de los reseros, quienes están obligados a enfrentarse a severos desafíos, sin ceder al cansancio o a las dificultades que se les presentan.