La identidad
"El ahogado más hermoso del mundo" aborda el tema de la identidad como una fuerza que va más allá del ámbito individual, y que se conecta con el imaginario colectivo de una comunidad. Habla de cómo somos, también, lo que los otros ven en nosotros.
La llegada del cadáver, un cuerpo que es descrito como el hombre más alto, más fuerte y más hermoso que los pueblerinos hayan visto jamás, despierta el asombro y la fascinación de todos. A lo largo del cuento, el narrador destaca cómo la figura del ahogado va transformando la percepción de los habitantes del pueblo sobre sí mismos y su entorno. Se convierte en catalizador de una profunda transformación identitaria del lugar, que se refleja en la manera en que los personajes empiezan a ver su propia vida y a imaginar nuevas posibilidades para ella.
El cuerpo es dotado con un nombre, Esteban, que trae resonancias de Estevanico, el primer africano en pisar tierra americana junto a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y también resonancias de San Esteban, uno de los primeros mártires cristianos. Se le atribuyen a Esteban una voz, sentimientos, opiniones. La identidad en el relato se presenta como un proceso dinámico y mutable que no es, como bien dijimos, solo individual, sino que se nutre de las interacciones entre los individuos y su entorno social y cultural, y es plausible de ser modificada. La figura del ahogado se convierte en un símbolo que permite a los personajes del cuento explorar su relación con el mundo que los rodea y su propia identidad, y transformarla en algo diferente.
La muerte
En "El ahogado más hermoso del mundo", la idea de la muerte evidentemente cumple un rol significativo en el relato desde el momento en que irrumpe en la historia a través de la figura del ahogado. El relato se centra en el hallazgo del cuerpo de un hombre y en la manera en que la comunidad reacciona ante la presencia del cadáver. El hecho de que el ahogado sea un completo desconocido, y de que su cuerpo haya sido arrastrado por el mar a la playa, hace énfasis, de alguna manera, en la arbitrariedad de la muerte y su carácter irreductible. Nada conocemos del ahogado, más que su descomunal tamaño y su hermosura.
La escena en la que los niños juegan con el cuerpo en la playa es particularmente significativa. Lo toman como un objeto de juego y diversión, en lugar de asustarse y correr. Esta escena se vincula profundamente con el realismo mágico, género que García Márquez cultivó durante casi toda su obra. En este género, lo extraño no es necesariamente el elemento disruptivo, como en el relato fantástico, sino que, muchas veces, se trata más bien de las reacciones de una comunidad en torno a ese elemento, que no siempre desafía las leyes naturales. El trato de los niños en primer lugar, y luego de los hombres y mujeres con el muerto, no responde, como se podría presuponer, a una naturalización de la muerte anclada en particularidades culturales, sino, por el contrario, a esta característica de los personajes propios del realismo mágico de abordar con naturalidad elementos otrora perturbadores, disruptivos o sobrenaturales. Los personajes transmiten la sensación de que en el pueblo todo es posible.
La aparición del cadáver no solo no perturba a la comunidad, sino que pareciera ser que el cuerpo muerto no es para ellos macabro, atemorizante o signo de mal augurio: para la gente, el cuerpo parece ser un símbolo de algo trascendental, una suerte de divinidad de la cual se apropian. La crítica algunas veces lo ha emparentado con Kukulkán/Quetzalcóatl, dioses maya y azteca respectivamente, o con San Esteban, mártir cristiano. La muerte parece ser algo que lamentar con respecto a Esteban, el cuerpo, pero esto no impide su ensalzamiento e incorporación a la comunidad, como se verá en el análisis. Paradójicamente, la muerte es lo que, en definitiva, trae vida al pueblo.
La relevancia de la mitología en las comunidades
Como vimos en el apartado anterior, hay una percepción del cuerpo del ahogado como si se tratara de un semidios o una divinidad. El pueblo, antes de la llegada de este ahogado, era ordinario y sin vida; se encontraba sumido en el viento y la aridez. Se trata de un conglomerado de no más de veinte casas “con patios de piedras sin flores” (p.48). Con su aparición, las mujeres notan que el viento “nunca había sido tan tenaz” (p.49) como en ese momento en que limpian el cuerpo, ni “el Caribe había estado nunca tan ansioso como esa noche” (p.49). Atribuyen todo esto al ahogado, al que llaman Esteban.
La llegada del cuerpo le da al pueblo no solo algo que hacer, sino algo a lo que aferrarse: “¡Bendito sea Dios! (...) ¡Es nuestro!” (p.51), dicen las mujeres cuando los varones vuelven con la noticia de que ninguna otra localidad vecina lo reclama como propio. El texto pone de manifiesto cómo los pueblos crean su propia mitología, y cómo esta puede transformar el modo de relacionarse de las comunidades con su entorno. El ahogado representa el misticismo antes ausente y ahora copándolo todo: las casas volverán, a partir de la llegada de Esteban, a tener flores; las calles, colores, y todo aquel que pase por el pueblo, “donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar los girasoles” (p.54), sabrá que es “el pueblo de Esteban” (p.54).
La capacidad transformadora de la imaginación
En "El ahogado más hermoso del mundo" es protagonista la capacidad de la imaginación de transformar la realidad, en este caso a través de la figura del ahogado desconocido como catalizador. En la playa del pueblo el cuerpo se presenta, inicialmente, como un objeto extraño y sin identidad, pero a medida que los habitantes lo exploran, descubren belleza y misterio en él. Las mujeres se sienten atraídas y comienzan a crear historias y especulaciones sobre su origen y su vida pasada, le dan un nombre y transforman su figura en un objeto de fascinación.
Además, la imaginación despertada por Esteban transforma también la vida cotidiana de los habitantes del pueblo, quienes encuentran en su figura una fuente de inspiración y creatividad. Al adornar y preparar el cuerpo del ahogado para el funeral, la comunidad se involucra en un acto colectivo de creación y expresión. La figura del ahogado les permite experimentar una sensación de comunidad y unión que se prolonga más allá del funeral, en los colores que tomarán las casas, las flores que adornarán el pueblo y la alegría que deja luego de su visita.
En un plano más amplio, el cuento representa la capacidad de la creatividad de convertir las situaciones más trágicas y aparentemente sin sentido, como la muerte, en algo hermoso y significativo. A través de la imaginación literaria, algo, a primera vista escatológico y aprehensivo como un cadáver, puede convertirse en un objeto luminoso y místico, digno de culto.
El binarismo de género como organización social del pueblo
En "El ahogado más hermoso del mundo", se presenta en el pueblo, de forma explícita y en primer plano, un tipo de organización basada en el binarismo de género. Las actividades que realizan los varones, por un lado, y las mujeres, por otro, refuerzan las normas y estereotipos de género. Por ejemplo, son ellos quienes realizan trabajos físicamente exigentes, como cargar al ahogado y salir de pesca al mar, mientras que las mujeres se encargan de las tareas domésticas, como limpiar el cuerpo del ahogado, cuidar a los niños, coser y ocuparse de la casa.
Cuando las mujeres suspiran de alegría al saber que el ahogado no pertenece a otro pueblo, los hombres minimizan esa felicidad al creer que "aquellos aspavientos no eran más que frivolidades de mujer" (51). También, un poco más adelante, el narrador describe, según la percepción de los hombres, que las mujeres "andaban como gallinas asustadas" (52), lo que termina por reforzar una visión machista de cierta cobardía asociada privativamente a las mujeres al compararlas con gallinas.
La llegada del ahogado, al principio, exacerba estos roles asignados: Su cuerpo es descrito como mucho más hermoso que el de cualquier hombre del pueblo, y esto lleva a las mujeres a sentirse atraídas hacia él, y a los hombres a sentir envidia, celos y desprecio, porque representa una amenaza a su posición dominante en la comunidad. Sin embargo, es la representación casi divina del ahogado, revelada por las mujeres a los hombres al quitarle la tela que cubre su bello rostro, la que finalmente funciona como un elemento que disloca esta organización. En cierta forma, la figura de Esteban brinda la posibilidad de romper con las limitaciones pre-asignadas y explorar nuevas formas de relacionarse para transformar la comunidad.