Amor como pelea (símil)
Para describir la relación entre Cosimo y Viola, el narrador compara el amor con una pelea:
“Pero el barón todavía no había entendido bien qué era lo que Viola aceptaba de él y qué no. A veces bastaba una nadería, una palabra o un acento de él para hacer saltar la ira de la marquesa”.
La furia se desata a veces entre ambos, y así como Viola se ofende por las palabras o actos de Cosimo, este sufre apasionadamente la distancia de su amada. Más parece por momentos que están peleándose y sufriendo que amándose y disfrutando de su vínculo. Sin embargo, esto parece aceptarse como algo natural, como un tipo de sentimiento que forma parte del hecho de amar a otra persona, debido al miedo que se puede tener a perderla.
Caracoles como cisnes (símil)
“Luego los caracoles: había conseguido decapitar no sé cuántos caracoles, y las cabezas, aquellas cabezas de caballitos tan viscosas, las había clavado, creo que con mondadientes, sobre unas pastas de hojaldre, y parecían, cuando llegaron a la mesa, una bandada de minúsculos cisnes”.
Esta escena resulta fundamental en la novela. Es el momento en que Cosimo se rebela ante sus padres. Cuando estos sirven a la mesa un plato muy particular, que es el de los caracoles, Cosimo se niega a comer. Esta cita presenta una comparación entre este plato y pequeños cisnes. Es tal la impresión que genera este símil en Cosimo que decide rebelarse y hacer valer su deseo. Sin embargo, no se trata simplemente de un capricho, sino de la defensa de su propia libertad como individuo.
Cósimo como un gato (símil)
“Luego, de improviso, saltaba y veloz como un gato trepaba por las ramas y corría sobre huertos y jardines, canturreando entre dientes quién sabe qué, un canturreo nervioso, casi mudo, con la mirada fija al frente que parecía que no viese nada y mantuviera el equilibrio por instinto como los gatos”.
Ante el asombro de los habitantes de Ombrosa, Cosimo demuestra una gran habilidad para moverse entre los árboles. El narrador lo compara con un gato, tanto por su agilidad como por el sigilo con que aparece ante otras personas que se sorpreden por su repentina llegada.
La metáfora de la voracidad en la lectura
“Pero Cósimo, que devoraba libros de todas clases, y la mitad de su tiempo se lo pasaba leyendo y la otra mitad cazando para pagar la cuenta del librero Orbecche, siempre tenía algo nuevo que contar.”
Mientras vive en los árboles, Cósimo consigue muchos libros para leer. Es tal su afición por el estudio que el narrador lo presenta como un “devorador” de libros, como si estos pudiesen comerse. Esta metáfora es de uso habitual para aplicarse a personas con un hábito muy marcado por la lectura.