“«Todo está así», murmuró. «Nos estamos pudriendo vivos»”.
Ya en el primer capítulo de la novela, la esposa del coronel deja ver que la realidad material los condiciona también a nivel individual. Esta cita emerge cuando la mujer confirma que de su viejo paraguas sólo quedan las varillas metálicas; en este sentido, su propia existencia es una analogía de la precariedad material en la que viven. Los objetos y los protagonistas están sometidos al paso del tiempo que, inclemente, destruye todo lo que encuentra a su alcance.
"—Este entierro es un acontecimiento —dijo el coronel—. Es el primer muerto de muerte natural que tenemos en muchos años".
La idea del entierro como acontecimiento lo posiciona como un hecho que quiebra con la monotonía del pueblo. En este punto, lo excepcional del evento es que se trata de un muerto por causas naturales. Este término deja entrever la presencia de la violencia política en un pueblo en el que, durante muchos años, los difuntos fueron víctimas de una muerte violenta. Con esta frase, el coronel sitúa la acción en un contexto marcado por la hostilidad y la violencia.
“El administrador se echó el saco al hombro, bajó el andén y respondió sin volver la cabeza:
—El coronel no tiene quien le escriba”.
En esta cita, el administrador de correo nombra el título de la novela y condensa el gran tema de la narración; en una realidad concreta que se le presenta como hostil, el coronel no deja de mantener la esperanza de que su carta con el otorgamiento de la pensión, finalmente, llegue. Sin embargo, el administrador anticipa el gran problema que atraviesa la novela: el coronel no tiene quien le escriba porque a nadie le importa su suerte, su destino o su existencia.
“Diecinueve años antes, cuando el congreso promulgó la ley, se inició un proceso de justificación que duró ocho años. Luego necesitó seis años más para hacerse incluir en el escalafón. Esa fue la última carta que recibió el coronel.”
En esta cita, la novela reconstruye los hechos que conforman la agonía del coronel. Así, la marca temporal de años pone fechas específicas al proceso del protagonista y lo contextualiza de manera concreta. A partir de los datos, se pone en primer plano la injusticia del sistema burocrático, que arroja al protagonista a la incertidumbre más absoluta y lo suspende indeterminadamente en un estado de espera, en donde vive bajo constantes preocupaciones y privaciones.
“—La lluvia distinta desde esta ventana—dijo—. Es como si estuviera lloviendo en otro pueblo.
—La lluvia es la lluvia desde cualquier parte- replicó don Sabas. (...) Este es un pueblo de mierda”.
Este intercambio entre los personajes muestra dos perspectivas opuestas con respecto a la comunidad en la que viven. Don Sabas no oculta su desprecio por el pueblo. En esta descripción, el personaje se recorta del conjunto colectivo y expresa su rechazo con respecto a los demás. En esta cita, se percibe que don Sabas no entiende los lazos que nacen entre un hombre y un lugar; esta mirada lo revela como un personaje materialista y pragmático. Esta característica lo hace incapaz de entender el valor más allá de lo material y por esto se asombra tanto con la relación entre el coronel y el gallo.
“—Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel”.
Si bien esta frase remite a un dicho popular, que expresa que en la vida no hay nada seguro más que la muerte, el contexto permite que la frase sea entendida también en sentido literal, como una fiel manifestación de la visión histórica del relato. En la novela, la muerte es lo único seguro ya que hasta los compañeros del protagonista fallecieron antes de tener alguna respuesta por parte del Estado. Además, el sentido de la muerte como destino trágico subraya aún más el angustiante contexto del protagonista, cuyo único hijo muere asesinado por la policía. En esta cita, la novela revitaliza un dicho popular al convertirlo en el eje de los padecimientos del coronel.
“Varias veces he puesto a hervir piedras para que los vecinos no sepan que tenemos muchos días de no poner la olla”.
En esta cita, la esposa del coronel muestra la precariedad extrema que atraviesa el matrimonio, pero, además, exhibe una postura específica respecto de ese estado de miseria que atraviesan; en este sentido, la mujer no se avergüenza de no tener para comer, sino de que la vecindad se entere de su situación. Así, prefiere simular que tienen algo para cenar antes que permitir que los demás sepan la realidad. De alguna manera, temen que el respeto que siente el pueblo por ambos pueda decaer si se enteran de la decadencia en la que están sumidos.
“—No sea ingenuo —dijo—. A don Sabas le interesa la plata mucho más que su propio pellejo”.
Esta cita del médico exhibe la verdadera naturaleza de don Sabas para el pueblo; a pesar de su situación acomodada, no cuenta con el respeto de sus pares. En este sentido, la adquisición de su fortuna, conseguida en condiciones irregulares y corruptas, lo hace un personaje sombrío, que no merece el reconocimiento de los demás. Esta perspectiva sobre don Sabas condiciona al coronel que, finalmente, se niega a venderle el gallo.
“—Dijeron que se lo llevarían por encima de nuestros cadáveres —dijo—. Dijeron que el gallo no era nuestro sino de todo el pueblo”.
Esta frase exhibe que el pueblo, como el coronel, espera encontrar en la gallera un triunfo colectivo, que va más allá de la fortuna individual del dueño. Este empecinamiento no es un capricho, sino que el pueblo identifica su voluntad de cambio con la posible victoria del gallo. En este gesto, se observa que el animal se considera una propiedad colectiva.
“—Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
—Mierda”.
Con esta frase final, el coronel muestra el contrapunto entre su subjetividad optimista (que logra mantener a lo largo de toda la novela y se refleja en su fe de que las cosas van a cambiar) y la realidad (que justamente desmiente esta mirada esperanzadora de la forma más cruda). Frente al interrogante de su mujer, el protagonista se encuentra sin respuestas, en una realidad material que lo abruma y que se le presenta sin solución. El insulto del final puede entenderse de dos maneras; como una manifestación de que el coronel, finalmente, se rindió o como una expresión literal de que comerá mierda si esa carta no llega.