La novela se desarrolla en un pueblo sin nombre durante tres meses, desde octubre hasta diciembre. El coronel es un combatiente veterano que está a la espera de su pensión y vive con su mujer asmática una vida muy dura, prácticamente sin fuente de ingresos. Cuentan con un gallo de pelea, herencia de su difunto hijo Agustín, asesinado por difundir información clandestina en la gallera. La historia comienza una mañana en la que en el pueblo se celebrará un funeral, del que se dice que es el primer muerto de muerte natural en muchos años. Tras dar el pésame a la madre del muerto y toparse con unos cuantos conocidos, el coronel regresa a su humilde casa. Ese mes de octubre es de extrema tristeza y de mucho malestar físico para el coronel y su esposa, entre otras cosas, porque la humedad que traen las lluvias afecta significativamente los dolores de ambos. Desde cuando terminó la última guerra civil, el coronel está esperando una carta que le cambiará la vida. Por eso, todos los viernes, el coronel va a esperar el barco que trae la correspondencia, para recibir la notificación de que le han otorgado la pensión de veterano de guerra. Pero viernes tras viernes, el coronel regresa a casa con las manos vacías.
Días después, el coronel escribe una carta exigiendo su pensión, al mismo tiempo que toma la determinación de cambiar de abogado, para ver si esto produce algún cambio en su situación y recibe finalmente la carta esperada. Mientras tanto el maíz que había sido comprado para el gallo, se acaba, y el coronel empieza a alimentarlo con habichuelas viejas. A medida que avanza la narración, su mujer insiste enfáticamente en encontrar soluciones para paliar la miseria que ambos padecen, ya que por momentos deben decidir si alimentan al gallo o cenan ellos. Aunque no cuentan con dinero ni para pagar sus tratamientos médicos, el doctor del pueblo los atiende gratuitamente y les promete que cobrará sus honorarios cuando el gallo pueda pelear. Sin embargo, la mujer convence a su marido de venderle el animal a don Sabas, su compadre, que le ofrece una pequeña fortuna por el animal. El coronel duda, ya que cree que está traicionando a los compañeros de su difunto hijo. Además, el médico le advierte que si le vende el animal a don Sabas, él lo revenderá a un monto mayor. Luego de contar con estas revelaciones, el coronel va al salón de billar, en donde un amigo de su hijo le da una información clandestina para difundir. De repente, llega la policía en búsqueda de material subversivo, pero el protagonista sale airoso de esta tensa situación.
Ya en diciembre, el buen tiempo hace sentir mejor al coronel. Un día, oye un clamor proveniente de la gallera y, al acercarse, ve a su gallo peleando con otro animal. El pueblo está enardecido viendo el combate; el protagonista tiene la certeza de que algo en el pueblo está cambiando. Al volver a su casa con el gallo a cuestas, todo el pueblo lo ve pasar por las calles. Cuando llega a su casa, toma la decisión de no vender el animal. Su mujer le reprocha ser un desconsiderado y un egoísta, ya que prioriza al gallo antes que su propio bienestar. Su desesperación llega al límite de preguntarle a su marido qué van a comer si el gallo pierde y ellos se quedan sin una moneda. Eufórico, el coronel responde: "Mierda".