La llegada de la noche a la ciudad (Imagen visual y olfativa)
“Cuando han pasado las vacas queda en la calle un olor caliente de vaho y de estiércol, una definitiva desolación nocturna que inexplicablemente agravan las luces en las ventanas de las oficinas, en las sombrías tabernas donde los hombres beben acodados en toneles de vino, más arriba, hacia el norte, más allá del ámbito vacío de la plaza del General Orduña, donde la esfera del reloj se ha iluminado al mismo tiempo y con la misma tonalidad aceitosa que los balcones de la comisaría, en los escaparates de los comercios vacíos donde los dependientes, que tienen las manos tan blancas y suaves como los curas y se las frotan igual, recogen las telas sobre los mostradores de madera bruñida antes de cerrar y despedirse bromeando mientras se suben los cuellos de piel vuelta de sus chaquetones y se frotan con más ahínco las manos, ateridas por un frío suave de iglesia".
La imagen visual destaca el contraste entre la desolación de la calle y las luces en las ventanas de las oficinas y tabernas. Las luces crean una atmósfera sombría y melancólica, mientras que el olor caliente de "vaho y estiércol" enfatiza la presencia de la vida rural y la nostalgia del narrador. La llegada de la noche es retratada como un momento de transición, donde la ciudad cambia de aspecto y se revela en toda su complejidad, mezclando elementos urbanos y rurales. Esta imagen refleja la dualidad de la ciudad y la importancia de los contrastes en la novela.
El destino de los muertos (Imagen visual)
“A los muertos les ataban las mandíbulas y les ponían monedas de a duro sobre los párpados cerrados. Si lo mataban, si lo dejaban tirado en un muladar, se quedaría con los ojos abiertos y la mandíbula inferior descolgada, como los que mueren de un síncope, con un hilo de sangre o de baba en el mentón".
La costumbre funeraria de atar las mandíbulas de los muertos y colocar monedas en sus párpados cerrados evoca una sensación de solemnidad y ritual. Las mandíbulas atadas sugieren la idea de que la muerte es una experiencia que limita la capacidad de hablar o expresarse. Las monedas en los párpados pueden ser interpretadas como un tributo simbólico o como una forma de "pagar" el viaje al más allá. La imagen visual resalta la relación entre la vida y la muerte, y cómo los rituales funerarios pueden revelar creencias culturales profundas.
El amanecer de un sábado de verano (Imagen visual y auditiva)
“Nada sucedería, pensaba, nada más que el calor y el tedio de la mañana del sábado, el ruido de las máquinas de escribir al otro lado de las mamparas de cristal translúcido que separaban su despacho de la oficina común, los papeles, las hojas de permisos que debía firmar, los toques de corneta a las horas prescritas, los gritos de los suboficiales que dirigían con desgana la instrucción, el sonido acompasado de las botas sobre la grava del patio y el de los fusiles al golpear el suelo o los hombros de los soldados".
Este pasaje presenta una imagen visual y auditiva del amanecer en un ambiente laboral. Se destaca la cotidianidad y la monotonía de la rutina laboral en una oficina. El ruido de las máquinas de escribir, los toques de corneta y los gritos de los suboficiales conforman una cacofonía de sonidos que representan la rutina militar. A través de esta imagen, se captura la idea de que la vida en la ciudad, especialmente en un ambiente de trabajo, puede ser repetitiva. El amanecer de un sábado de verano es un momento que debería evocar tranquilidad, pero la imagen sugiere todo lo contrario, resaltando la falta de emoción y vitalidad en la vida del narrador.