La paternidad de Manuela
Manuela, una travesti que se siente extremadamente vulnerable, es padre de la Japonesita. El modo en el que fue concebida su hija es irónico, ya que fue producto de una seducción en la que todos esperaban que la Japonesa Grande usara sus atributos femeninos para conquistarla. Así, es irónico que la Manuela se convierta en padre cuando la Japonesa logra despertar el deseo en ella tratándola como una mujer, y afirmándose a sí misma como el macho de la relación.
Asimismo, es irónico que la Japonesita espere la protección de su padre cuando es Manuela quien es más vulnerable y corre aún más peligro que su hija. Lo que sucede, en realidad, es que la hija termina cuidando de ella, no solo al administrar el negocio que comparten, sino cuando Manuela llega herida y golpeada de sus noches de fiesta. Existe una clara inversión de roles entre padre e hija que no coincide con las expectativas.
La benevolencia de Don Alejo
Don Alejo aparece como el benevolente benefactor del pueblo. Sin embargo, es todo lo contrario: cuando sus intereses chocan con los del pueblo, prefiere dejarlo morir. Al final del relato, asimismo, Manuela siente que cruzando la frontera que divide el pueblo del fundo va a poder salvarse de la violencia de Pancho y clama por la intervención de don Alejo, pero eso no sucede y a Manuela la atacan de ese lado de la frontera. Es irónico que el personaje esté vinculado a figura de Dios y que todos esperen milagros de él, cuando trabaja solamente en función de sus propios intereses.