Resumen
Capítulo 1
El protagonista comienza a narrar en primera persona sus memorias de infancia. El primer episodio se remonta a la época cuando tiene unos cino o seis años. El pequeño Laye ve una serpiente fuera del taller de su padre, que trabaja como herrero, comienza a jugar con ella y le pone una caña en la boca. La serpiente mordisquea toda la caña y el niño no tiene miedo, a pesar de que el animal está muy cerca de sus dedos. Justo antes de que pueda morderlo, un aprendiz del taller de herrería toma al chico en sus brazos y evita que el animal lo lastime. Al enterarse, la madre de Laye se enoja, lo regaña e incluso le da unas bofetadas. Le hace prometer que nunca más jugará con serpientes y el hijo acata, si bien no siente que sea algo peligroso.
La cabaña donde vive el padre de Laye está construida con ladrillos de barro y tiene un techo de paja, al igual que las otras construcciones del gran terreno donde vive toda la familia. No se trata de una única casa, sino de varios recintos separados, pero próximos. Laye pasa mucho tiempo afuera del taller de su padre, en la cabaña de su madre o a la sombra de un naranjo plantado entre ambos espacios. El padre es un hombre generoso, que suele compartir los alimentos con otros miembros de la comunidad. La madre, a veces, siente que entregan demasiado, y se encarga de guardar buenas porciones para el protagonista. El terreno de la familia está ubicado al lado de las vías del tren, y, como el clima es muy seco y cálido, a veces salen chispas de las vías, que pueden provocar incendios. El niño imagina que el calor o los olores del tren pueden atraer a las serpientes, dado que allí siempre hay muchas. Como medida de protección, la madre mata con un palo a todas las víboras que encuentra. Sin embargo, un día aparece una serpiente negra y brillante, que es especial, y la mujer le explica a su hijo que esa no deben matarla, porque se trata del genio de su padre, es decir, es un espíritu protector.
Laye sabe que existen espíritus buenos y malos a su alrededor, sobre todo malos, pero no deja de sorprenderse al escuchar que la serpiente negra, que en apariencia es semejante a todas las otras serpientes, tiene un valor especial. Esa noche, le pregunta a su padre al respecto, y el hombre explica que es "el genio de nuestra raza" (13), y que se aparece ante un miembro de cada generación de la familia cuando el momento es adecuado. Para el protagonista, esto tiene mucho sentido, ya que su padre es uno de los jefes de la comunidad. El hombre le explica que la serpiente negra también se le presenta en sueños, y le anticipa acontecimientos del futuro, gracias a lo cual él siempre está bien preparado para los desafíos, en particular los relacionados con su trabajo. Entonces le explica a su hijo que toda su buena suerte proviene de la serpiente, y le dice que si quiere que el genio también se presente ante él, deben pasar más tiempo juntos, para que el chico aprenda a comportarse como corresponde de acuerdo con las reglas y tradiciones de su comunidad.
Sin embargo, el padre reconoce que Laye ya ha pasado mucho tiempo alejado del núcleo familiar, porque frecuenta la escuela. El hombre sabe que el destino de su hijo es diferente al propio, y que un día abandonará la comunidad. El protagonista se angustia al ver que el corazón de su padre lidia con ese dolor y, de pronto, lo ve como un anciano. En ese punto, no sabe si debería dejar de ir a la escuela para pasar más tiempo en casa. Esa noche, cuando se recuesta en su cama, ubicada en el recinto de su madre, Laye no puede dormir; se siente triste y no sabe qué hacer. Después de esa noche, el padre no vuelve a hablarle sobre la serpiente, pero cada vez que el chico la ve, se dirige al taller de herrería y observa con atención la interacción que se produce entre el hombre y el animal; parece una conversación. Finalmente, decide que seguirá yendo a la escuela.
Capítulo 2
Laye recuerda que su actividad favorita del taller es el trabajo con el oro, que tiene características específicas. Con frecuencia, diversas mujeres llevan pepitas de oro que han recolectado de los ríos y le piden al padre que las use para crear joyas. Como el hombre tiene mucho trabajo y estas tareas de orfebrería le parecen menos importantes, las mujeres deben persuadirlo con elogios. Para ello, contratan a un griot, es decir, un contador de historias y experto en retórica, que se presenta en el taller y, junto con una cora (instumento de cuerdas semejante a un harpa), entona cantos alabando las virtudes del padre de Laye y sus ancestros. Una vez que han convencido al hombre, los trabajadores del taller se disponen a trabajar. Para fundir el oro es necesario que los aprendices aviven el fuego con intensidad. Luego, el padre exige total silencio mientras funde las pepitas de oro con carbón. De todos modos, aunque el hombre no habla, Laye sabe que internamente está repitiendo hechizos; llamando a los genios del fuego, del oro y del viento, y ahuyentando a los malos espíritus. Cada vez que se trabaja oro en el taller, aparece la serpiente negra.
Cuando termina el trabajo, el padre celebra la entrega de la joya producida bailando una danza tradicional malinké –que es la cultura originaria africana a la que pertenece la comunidad del protagonista– llamada douga, propia de los jefes de la comunidad, y después distribuye unas nueces, tal como indica la costumbre guineana. El niño siempre sale entusiasmado del taller tras haber observado el trabajo con el oro, que le parece una fiesta. Entonces encuentra a su madre moliendo arroz o mijo. A la mujer no le gusta que el marido trabaje con oro, porque el proceso puede dañarle la vista y los pulmones, y le dice a Laye que juegue más al aire libre que dentro del taller. A ella tampoco le parece bien que el padre se quede con algunos restos del oro que no se aprovechan en la creación de la joya, pero el narrador observa que ella hace algo semejante cuando comercializa algodón.
Análisis
El niño africano es una novela autobiográfica que recupera las memorias de infancia y adolescencia de su autor, Camara Laye. El uso de la primera persona para relatar toda la historia permite condensar las figuras del autor, el protagonista y el narrador. Los hechos, pensamientos y sentimientos que leemos son presentados como reconstrucciones escritas de lo que realmente ha vivido el autor. De todos modos, es preciso recordar que esta escritura también es literaria: propone juegos retóricos, simbólicos y estéticos, y es posible que muchas partes sean ficcionalizadas o recreadas de manera tal que resulten más atractivas para los lectores. Siguiendo la tradición africana de los contadores de historias, Camara Laye condimenta y endulza su prosa para que resulte bella y emotiva, además de recuperar los recuerdos de lo que realmente sucedió durante los primeros años de su vida en Guinea.
En los capítulos iniciales de la novela ya aparecen esbozados varios de los temas principales de estas memorias. En primer lugar, se destaca la familia, el respeto que merecen los mayores y las enseñanzas que ofrecen. Desde el comienzo, Laye va construyendo su propio perfil acompañado de las figuras de su madre y su padre, describe las relaciones que mantiene con cada uno, sus modos de vida y los trabajos que ellos realizan. Estos están particularmente diferenciados según los roles de género: el padre trabaja en la herrería; la madre, en la producción de tejidos y alimentos. A través de ellos, además, se abre el mundo de la espiritualidad para el pequeño, sobre todo gracias a las apariciones de la serpiente negra, que simboliza la presencia del genio protector del padre. Es interesante observar que aquello narrado en las primeras páginas sobre las serpientes parece una breve e insignificante anécdota, pero, en realidad, permite abrir y expandir el pensamiento religioso y espiritual de la comunidad del protagonista.
Laye crece en el seno de una comunidad malinké (también llamada mandé o mandinga), etnia originaria de Guinea y otras zonas de África Occidental. A lo largo de toda la novela, explicará diferentes aspectos de sus costumbres y tradiciones. Uno de los que se presenta en los primeros capítulos es el tipo de vivienda en la que suelen vivir. La familia del protagonista es numerosa, dado que el padre es polígamo, es decir, que tiene más de una esposa. Cada una de las mujeres tiene varios hijos. Todos viven en un mismo terreno, pero en diferentes cabañas. El padre, además de contar con su propia cabaña, dispone del taller de herrería donde trabaja, construcción que también se encuentra en el mismo terreno. Laye, por ser pequeño aún, continua viviendo en la cabaña de su madre.
Otro aspecto propio de esta cultura es la creencia en lo mágico y lo sobrenatural, así como la valoración de los animales como tótems o manifestaciones de los espíritus, tanto buenos como malos. La serpiente negra que protege al padre del protagonista simboliza la presencia de un genio bueno, y, tal como afirma el propio hombre, es "el genio de nuestra raza" (13), es decir, no solo guarda por él, sino también por toda la familia y la comunidad en general. El hombre comenta que esta serpiente se le aparece también en sueños y le anticipa eventos del futuro, lo cual le permite estar bien preparado para los desafíos. El genio simbolizado en la serpiente garantiza la buena suerte y la buena fortuna de la familia. Es por ello que Laye aprende a respetarlo y admirarlo.
Es interesante notar que el protagonista exhibe desde el inicio un tono reflexivo y meditativo al relatar estos sucesos. Por un lado, el autor es conciente de que el libro está dirigido principalmente a un público europeo que ignora la visión del mundo y los modos de vivir de su comunidad. Por el otro, recuperando su perspectiva de niño, narra con curiosidad, cuestionando los motivos y la veracidad de cada cosa que va aprendiendo. Por ejemplo, aunque siempre ha sabido de la existencia de los genios y no la pone en duda, se pregunta qué son esos espíritus buenos y malos, y llega a afirmar: "No me lo explicaba claramente, aunque no había dejado de creer en su intimidad" (12). Esta postura crítica y a la vez inocente y deseosa de aprender y comprender mejor hace que los lectores sintamos una gran empatía con el protagonista.