Grito de K. (imagen auditiva)
“La señorita Bürstner, riéndose, puso el dedo índice sobre la boca para indicarle que se callase, pero ya era tarde. K. estaba lanzando y gritó con fuerza: «¡Josef K.!»
El grito no salió tan fuerte como había amenazado, pero, de todas formas, aunque breve, parecía tardar en expandirse por la habitación”. K., tratando de explicar la invasión que había sufrido la habitación de la señorita Bürstner esa mañana, interpretaba con elocuencia el imperativo llamado que le hiciera su vigilante.
Contacto erótico (imagen táctil)
“«Ya voy», dijo K., la abrazó y la besó en la boca y en toda la cara, ansioso como un animal sediento que, por fin, ha dado con el manantial. Finalmente la besó en el cuello, cerca de la garganta, dejando reposar sus labios largamente”.
Luego de una extensa conversación, alguien llama a la puerta de la habitación de la señorita Bürstner. Cansados y a altas horas de la noche, antes de despedirse, K. arremete eróticamente a la señorita, que muestra su permiso.
Sudor copioso (imagen táctil)
“«Parece que tiene usted calor». «Sí», dijo K., que hasta ahora solo había estado atento a lo que decía el pintor. Pero ahora que le habían recordado el calor, el sudor estalló en su frente”.
K. había ido a visitar al pintor, en busca de información acerca de su proceso. El estudio del pintor era sofocante hasta el punto que hacía transpirar a K.
Aire malsano (imagen olfativa)
“Estaba dispuesto a inhalar la niebla a grandes bocanadas. La idea de estar completamente aislado de toda entrada de aire le causó vértigo. Golpeando el edredón levemente con la mano, dijo con voz débil: «Esto es insoportable y malsano»”.
Luego de conversar un rato con el pintor en el estudio, K. le pide a aquel que abra la ventana para mejorar el aire. El pintor le dijo que la ventana era fija y que no se podía abrir. Informado de esto K., el aire le pareció aún más insoportable.
Voz del sacerdote (imagen auditiva)
“[K.] se acercaba al espacio libre delante del portal cuando, por primera vez, se dejó oír la voz del sacerdote. Era una voz poderosa y habituada a los grandes espacios. ¡Cómo se difundía por todo el ámbito dispuesto a acogerla!”.
K. había decidido abandonar la catedral, ya vacía, justo cuando el sacerdote iba a comenzar su sermón. Al comenzar a hablar, la voz del sacerdote sobresalió en medio del profundo silencio de la gran sala.